IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Imaginando dragones

La cuarta revolución industrial está en boca de defensores y detractores. Unos argumentan que será la clave para la racionalización de los recursos existentes y la consecución de una ciudad futurista y adecuada. Otros no ven sino una estrategia de «calentamiento» de la economía a costa de los trabajadores. Lo cierto es que su aplicación en la ciudad, la denominada «ciudad inteligente» o «smart city», se ha colado en la agenda de las grandes tecnocracias. Y está por ver si nos encontramos en el albor de una era de sensores inteligentes en la ciudad y en el hogar que haga nuestra vida algo más sencilla o si, por el contrario, tendremos que enfrentarnos a un futuro distópico de control social informatizado.

La verdad es que el diseño paramétrico en la arquitectura, aquel que usa sofisticadas herramientas informáticas para crear formas inabarcables a la escuadra y el cartabón tradicionales, lleva cierto tiempo dando pequeños pasos, sin llegar nunca a conseguir una verdadera inserción en la construcción tradicional, siendo percibido por algunos como un «bluff» similar a la fiebre por la prefabricación de los años 60 y 70.

El edificio de la Casa en el Acantilado, de GilBartolomé Arquitectos, podría servirnos para reflexionar sobre el valor de un diseño automatizado, «inteligente» según los parametros tecnológicos, que, sin embargo, bebe de las fuentes de la artesanía barroca más tradicional.

Comisionado por una joven pareja que pretendía construir una vivienda unifamiliar en la costa granadina, el resultado de la construcción se muestra orgulloso por todo el equipo de arquitectos, ingenieros, aparejadores y constructores capitaneados por Pablo Gil Martínez y Jaime Bartolomé Yllera, arquitectos directores del estudio.

Gil y Bartolomé cuentan en su curriculum con trabajos en estudios dirigidos por arquitectos como Zaha Hadid, Richard Rogers o David Chipperfield. Su retrato es el de una nueva generación que ha apostado por investigar las nuevas maneras de trabajo de la arquitectura desde la perspectiva de la construcción robotizada, por ejemplo. Sin embargo, sorprende el relato que la Casa del Acantilado narra sobre su construcción. El proyecto tuvo su pistoletazo de salida precisamente en el peor momento de la economía andaluza de las últimas décadas, con una tasa de desempleo del 36%. En esa tesitura social, el proceso de diseño, absolutamente tecnológico, contrasta con la utilización de técnicas artesanales. Los pliegues de la cubierta se desarrollaron gracias a un innovador sistema de encofrado artesanal de mallas metálicas deformables, alternativa más barata para este tipo de obra que el clásico encofrado de tablones de madera o de estructura de acero. El revestimiento, realizado en placas de zinc cortadas y plegadas de modo artesanal y que confieren al edificio ese aspecto de dragón, hace que nos vengan a la mente épocas en las que el artesano y su oficio eran dueños y señores de las obras.

La prensa internacional ha comparado la obra con trabajos de Antoni Gaudí y al pensar en la cubierta de la Casa Batlló, la comparación no puede ser sino justa. Precisamente el arquitecto catalán ofrecía una combinación entre innovación, técnica y artesanía, siendo por ello un adelantado al movimiento Beaux-Arts que imperaba en la arquitectura mundial en aquella época.

El edificio se entierra en la ladera del acantilado, aprovechando con ello la temperatura constante de 20 grados centígrados del subsuelo durante todo el año, verano o invierno. Es una medida de racionalización bioclimática que de nuevo contrasta con otras soluciones más tecnólógicas, como, por ejemplo, el mobiliario de fibra de vidrio. En la casa, de hecho, la dualidad entre lo natural y lo artificial, entre lo tecnológico y lo artesanal, incluso entre dentro y fuera se adueña absolutamente del relato que se quiere contar.

La implementación de los sistemas paramétricos en el diseño arquitectónico es una pretensión de los poderes públicos, que empiezan a mostrar deseos de tecnificar la arquitectura mediante la obligación de utilización de programas paramétricos de diseño en los concursos de arquitectura públicos. La batalla del oficio frente a la industria parece perdida hace tiempo. Es por eso que trabajos como el de GilBartolomé Arquitectos llaman la atención, por ese uso del diseño tecnológico y la aplicación artesanal en obra, conceptos en principio opuestos.