MIKEL INSAUSTI
CINE

«I, Daniel Blake»

Mañana lunes, día 13 de junio, Ken Loach cumple ochenta años. Ninguna otra mejor felicitación en una fecha tan señalada que la de celebrar su triunfo en el festival de Cannes con un adelanto de la película ganadora en la todavía reciente 69 edición. Aunque el veterano cineasta británico ya había obtenido una Palma de Oro con “El viento que agita la cebada” (2006), esta segunda Palma de Oro para “I, Daniel Blake” fue recibida con mucha sorpresa, porque no entraba en las quinielas de la prensa especializada. Desde la distancia, dicha actitud cariacontecida o de susto mortal por parte de la mayoría de enviados desplazados a la Croisette, la veo un tanto sobreactuada. En el cómputo general de puntuaciones la película de Loach solamente fue superada por seis competidoras, lo que debería haber sido suficiente para situarla entre el grupo selecto de teóricas finalistas. Teniendo en cuenta que el ya de por sí decadente sector de la crítica cinematográfica es en la actualidad mayoritariamente reaccionario y de derechas, creo que la positiva recepción general a este duro alegato a favor de la clase trabajadora y sus justas reivindicaciones, en medio de la dictadura de pensamiento neoliberal instalada en Occidente, no está nada mal.

Nunca me ha gustado opinar de los jurados, porque si no estoy de acuerdo con ellos cuando vienen mal dadas, tampoco lo puedo estar si el “fallo” me resulta más grato. Woody Allen, que de cine sabe un poco, hace bien en no presentarse nunca a concurso. Pero el que George Miller haya defendido la película de Ken Loach me hace sentir la grandeza del cine, y cómo sirve para unir a sensibilidades muy diferentes. En apariencia nada pueden tener en común el autor de “Mad Max: Fury Road” y el de “I, Daniel Blake”, y, sin embargo, se ha dado una emotiva identificación a la hora de compartir un lenguaje que sirve en ambos casos para expresar la rabia interior, ya sea a través del género de acción fantástica o del de denuncia social.

Y quienes atacan sistemáticamente al viejo Loach no hacen sino darle la razón, animándole a seguir en la lucha. Cuando repasó la historia británica del pasado siglo en su documental “The Spirit of ‘45” (2013), daba la impresión de que se despedía recordando lo que pudo ser y no fue, una vez que los sueños de posguerra para construir un mundo mejor que el anterior se fueron difuminando hasta quedar borrados del mapa geopolítico. No podía acabar así, con ese aire nostálgico casi ya irrecuperable, pese a lo que anunció su retirada, dejando caer que la obra también retrospectiva “Jimmy’s Hall” (2014) tal vez iba a ser su último trabajo de ficción. Por suerte “I, Daniel Blake” pone las cosas en su sitio, mediante la reafirmación de que el compromiso con la realidad de las clases oprimidas nunca acaba, y hasta tiene su premio.

El guionista escocés Paul Laverty, que escribe de forma muy distinta cuando lo hace para Ken Loach o para su mujer Icíar Bollaín, vuelve a sacar el lado más irreductible en otra de sus historias de resistencia. De nuevo a David le toca enfrentarse a Goliat, siendo un modesto carpintero enfermo el que lucha contra el gigante de la administración.

Y es que el actor que lo encarna con tanta verdad se llama Dave Johns, retratando al detalle lo que es tener que sacar fuerzas de flaqueza ante la adversidad y el sinsentido de unos servicios sociales engullidos por la burocracia. La sanidad le reconoce que no puede trabajar tras sufrir un infarto con 59 años de edad, pero su dolencia cardiaca no basta para que el tribunal le de la invalidez, y, por el contrario, amenazan con sancionarle en el caso de que no continúe dentro del sistema de empleo. Llegados a tal punto, lo único que le puede reconfortar es la solidaridad, y por eso forma causa común con la madre soltera y sin hogar a la que da vida Hayley Squires en un papel no menos conmovedor.

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