MIKEL INSAUSTI
CINE

«Miles Ahead»

La película “Miles Ahead” clausuró el festival de cine de Nueva York a finales del año pasado, por lo que corre el riesgo de ser olvidada para la próxima edición de los Oscar, aunque la interpretación de Don Cheadle como Miles Davis no debería pasar desapercibida. Pero es mucho más que el trabajo de un actor, porque además de protagonizar, produce, escribe y dirige este biopic musical sobre el gran genio del jazz. Es el proyecto más personal y arriesgado que el actor afroamericano ha emprendido a lo largo de su carrera, y para levantarlo ha necesitado más de siete años de duro trabajo, habiendo de recurrir para su financiación al sistema de crowdfunding o micromecenazgo, hasta reunir alrededor de 350.000 dólares que la película ya ha rentabilizado de sobra en la taquilla, con una recaudación hasta la fecha de unos tres millones de dólares. Sony ha adquirido los derechos de distribución, por lo que se va a distribuir internacionalmente, y este verano podremos disfrutar de ella en nuestras pantallas, coincidiendo con la temporada de festivales de jazz.

Don Cheadle ha contado con el visto bueno de la familia Davis, aunque se ha tomado muchas libertades creativas, con lo que algunos puristas se han sentido algo descolocados, ya que no se trata de un biopic al uso. Se esperaba que los aspectos más polémicos pudieran ser los relativos a la drogadicción del músico en su etapa más crítica, a finales de los años 70, que es cuando arranca la narración. Pero, sorprendentemente, lo que más ha llamado la atención es que Cheadle presente al trompetista como un tipo agresivo, capaz de esgrimir una pistola ante los ejecutivos de Columbia, en las oficinas de la discográfica. Se trata más bien de una pirueta estilística, ya que al debutante le sirve para homenajear al cine afroamericano de gángsters, justo en la época en que el género blaxploitation conectó con la población de raza negra en los EEUU.

Todo el trabajo de Cheadle ha sido reconocido por la crítica, si bien se le sigue aplaudiendo en su faceta primordial de actor. Ha trabajado a conciencia el personaje, cuidando los más mínimos detalles de su tan peculiar imagen y de la arrolladora personalidad que la acompañaba. La dicción es exactamente la misma, con su carraspeo característico al hablar, fruto del efecto de la nicotina. Esa voz rasgada coincide con el periodo en que usaba grandes gafas de sol y lucía desaliñados peinados afro. Hasta la manera de andar reproduce con exactitud la cojera que Davis arrastraba, así como su inconfundible posición encorvada a la hora de tocar la trompeta.

A pesar de que la narración parte de esos últimos años 70 –cuando el genio se refugió en su casa del Upper West Side de Nueva York, atravesando su mayor crisis y estuvo apunto de dejar la música–, los saltos en el tiempo son constantes, sin una estructura narrativa fija, ya que los recuerdos fragmentan el relato. De esta manera se entrelazan distintas etapas, reconocibles por los discos que van sonando. Cronológicamente se repasan sus obras maestras “Milestones” (1957), “Porgy and Bess” (1958), “Kind of Blue” (1959), “Sketches of Spain” (1960), “Somebody my Prince Willcome” (1961), “Nefertiti” (1967), “Filles de Kilimanjaro” (1968), “Bitches Brew” (1969), “Jack Johnson Sessions” (1969-1970), “Dark Magus” (1974), “Agharta” (1975) y “We Want Miles” (1982). El tema con que se abre la película es “Prelude (Part Two)”. Y el título está tomado, por supuesto, de “Miles Ahead” (1957).

El reparto estelar se completa con Emayatzy Corinealdi y Ewan McGregor. La actriz da vida a Frances, que fue su primera mujer, y la que le marcó para siempre. El actor hace del periodista musical Dave Brill, que rescató al músico de su depresión. De la banda aparecen el pianista Bill Evans (Joshua Jessen), el contrabajista Paul Chambers (J.T. Thigpen), el batería Philly Joe Jones (Yemi Oyediran) o Herbie Hancock (Theron Brown).

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