TERESA MOLERES
SORBURUA

Euforbias en Urgull

En la pendiente rocosa del donostiarra monte Urgull, rodeada por el Paseo Nuevo, florecen plantas que han aprovechado el invierno templado, la primavera lluviosa y la exposición soleada, y a las que, además, les gustan las brumas saladas del mar. Son euforbias, acompañadas por equisetos y hierbas altas, que crecen bajo unos pinos torturados por el viento y el salitre que más bien parecen bonsáis crecidos. La piedra de las laderas permanece casi oculta por el verdor de la vegetación y ahora por las manchas amarillas de estas flores.

A partir de abril, las euforbias (euphorbia), parientes lejanas de las poinsetias de Navidad, pueden ser las protagonistas de nuestro jardín gracias a sus hojas color “licor de hierbas” y a sus curiosas brácteas en forma de copa, en cuyo interior se esconden unas flores diminutas. Estas albergan un solo ovario y un único estambre, que atraen a los insectos polinizadores por sus frescos colores verdes y amarillos. En la E. polichroma, las flores son de color amarillo intenso. La E. robbiae y E. griffithii forman flores rojas. E. marginata es de brácteas blancas. Y la que tiene floración más larga, la E. Krestel, es una pequeña joya que se cubre de campanitas blancas durante meses, aunque sus hojas en invierno se cubran de rosa. Lo cierto es que, dependiendo de la variedad, la euforbia resulta muy versátil. Se encontrará en su elemento en un jardín de rocalla, como cobertora de suelos, también al sol o a media sombra, en suelo fértil o pobre, pero siempre sin exigir grandes cuidados. A la mayoría les gusta el sol, aunque a la E. amygdaloides no le molesta la sombra de los árboles en compañía de tulipanes. Durante un invierno riguroso será necesario cubrir el suelo con una capa de hojas.

Sin embargo, hay que tener cuidado con su savia, que es acre y lechosa; es decir, con el látex –de ahí su nombre en euskera, esne-belarra– que es cáustico e irritante para la piel y, en contacto con las mucosas, puede producir inflamaciones bastante dolorosas. De hecho, el látex de la E. resinífera se usaba en las pinturas de los barcos, porque su potente veneno evita el crecimiento de los organismos acuáticos, que se adhieren como esponjas y pudren el casco, como esponjas, corales, mejillones y algas coralinas.