Iñaki Zaratiegi
Elkarrizketa
JASON LUTES

Jason Haynes Lutes

«Negar las similitudes del momento actual con el prefascismo del siglo XX es no enterarse de nada»

El notable dibujante Jason Haynes Lutes (Nueva Jersey, EEUU, 1967) se ha tomado con calma su magna obra “Berlín”, que ha dibujado por entregas durante dos décadas. Primero ha invertido dos años de estudio para documentarse sobre la ciudad alemana, retratada durante el periodo de entreguerras llamado República de Weimar (1918-1933). Además de obviar en su relato las dos grandes guerras, desdeña casi a los personajes históricos para centrarse en una amplia gama de protagonistas anónimos, encabezados por el periodista Kurt Severing y la estudiante de arte Marthe Müller. La plural serie de personas dibujadas, la amplia gama de problemáticas retratadas y el carácter minucioso de su dibujo arquitectónico, en blanco y negro, convierten el cómic en una original y brillante obra. Elegida por la revista “Time” como una de las diez mejores novelas gráficas de todos los tiempos, su saga se ha editado en tres libros: “Berlín. Ciudad de piedras” (2005), “Berlín. Ciudad de humo” (2008) y “Berlín. Ciudad de luz” (2018). El autor norteamericano fue el principal invitado del último Salón del Cómic de Getxo, de la mano de su editora, la bilbaína Astiberri.

¿Qué le condujo inicialmente a embarcarse en este proyecto? ¿Por qué le interesó tanto Berlín en el específico tiempo de la República de Weimar?

Estaba terminando “Jar of Fools”, mi primer libro, a través del cual había entrado en el mundo de los cómics y había descubierto que así podía contar el tipo de historia que quisiera, cuando me encontré con un anuncio de un libro de fotografías titulado “Bertolt Brecht’s Berlin” que describía aquella ciudad en los años 20-30 del siglo pasado y pensé: «Ya está, mi próximo libro será sobre el Berlín en tiempos de Weimar y tendrá 600 páginas».

Parece que sabía muy poco de la Segunda Guerra Mundial hasta que, en una clase de historia, vio un vídeo sobre los campos de concentración que le impactó profundamente.

Crecí en el oeste de los Estados Unidos, muy lejos de Europa y de la historia mundial, que está mucho más presente en la costa este de mi país. Mi conocimiento de aquella Guerra Mundial fue principalmente a través de las películas bélicas de la televisión y no sabía nada del Holocausto hasta que mi profesor de historia de la escuela secundaria nos puso una cinta de vídeo y salió del aula, dejándonos lidiar con imágenes mal contextualizadas de unas excavadoras tirando cadáveres a las fosas. En cierta medida, escribir y dibujar sobre Berlín han sido una forma de autoeducación sobre las circunstancias que condujeron a horrores como los de la Segunda Guerra Mundial, inconcebibles para un adolescente protegido de la California suburbana y que vio por primera vez esas imágenes en 1984.

Y no visitó Alemania hasta que tenía ya hechos los primeros siete capítulos. 

Sí, era un artista muerto de hambre y no podía permitirme un viaje a Europa, aunque de alguna manera estaba interesado en reconstruir el Berlín de 1928-1933 a distancia. Pude visitarlo porque mi editor alemán me pagó el vuelo para promocionar la edición allí de mi primer libro, “Jar of Fools”.

¿No se enseñaba nada sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto en las escuelas de su país? 

Yo pasé de una educación sobre historia relativamente pobre en una escuela pública americana a una escuela de arte, así que las oportunidades para que aprendiera más en un contexto académico sobre ese período las tenía muy limitadas. No decidí aprender de forma autodidacta pero, viéndolo en retrospectiva, está muy claro que la necesidad de entender el surgimiento del fascismo y sus terribles resultados fue, de forma inconsciente, una fuerte motivación para mí.

Cuando ya estaba metido en el cómic supo que tenía ascendencia alemana. ¿Fue como un destino genético o una simple casualidad? ¿Tiene también raíces judías?

No tengo ninguna ascendencia judía de la que sea consciente, pero tampoco mi investigación genealógica tampoco ha sido muy extensa. Creo que en algún nivel mi herencia jugó un papel en mi decisión de contar esta historia, pero los detalles son un misterio.

Invirtió dos años en documentarse antes de empezar con el cómic y parece que usó bien ese tiempo, porque la bibliografía que cita al final del libro es muy amplia. ¿Se convirtió en un especialista en la Alemania de aquellos años?

Me es difícil verme como un especialista en la Alemania del siglo pasado porque, en última instancia, soy un forastero, pero sí tengo la sensación de ser un viajero en el tiempo. Al cabo de varios años, descender a mi sótano para trabajar en mi mesa de dibujo parecía como entrar a través de una puerta al pasado.

Incluye abundantes y meticulosas referencias históricas, sociales, urbanas, arquitectónicas... y parece que le influenció mucho la película «Berlín: Sinfonía de una gran ciudad» (Walter Ruttmann, 1927). ¿No cree que su saga tiene una cierta estructura y modos cinematográficos?

He absorbido la narrativa visual durante toda mi vida y, hasta cierto punto, las técnicas de la narrativa cinematográfica sí que se han infiltrado en mi proceso. Al mismo tiempo, me esfuerzo por aprovechar el potencial del cómic como medio en sí y hacer cosas que solo se pueden hacer con los cómics.

Dibuja a veces a grupos de gente con «bocadillos» por encima en los que aparece lo que está ocupando su mente en ese momento. ¿Esa técnica de narración viene de la película de Wim Wenders «El cielo sobre Berlín»?

Elegir ese recurso estuvo sin duda inspirado por “Wings of Desire” y por los monólogos internos de la novela de Alfred Döblin “Berlín Alexanderplatz”. Pero esas influencias van de la mano de los “bocadillos” de los superhéroes americanos y de los cómics occidentales que leí de niño.

¿Su «Berlín» podría tener una versión cinematográfica? ¿Tiene alguna idea o propuesta en ese sentido? 

No tengo propuestas, ya que mi versión de la historia solo podría ser contada en forma de cómic. Pero estoy abierto a la idea de la adaptación, siempre y cuando las sensibilidades del adaptador cuadren con las mías.

Se informa en el cómic que, en 1928, había 3.000 periódicos y revistas en Berlín. ¡Qué vitalidad cultural y cómo fue arrasada!

Sí, es solo una de las muchas cosas fascinantes que aprendí en mi investigación. Estaba estupefacto por la vitalidad, el espíritu progresista y las posibilidades de la ciudad, que se mantenía en un difícil equilibro entre la promesa de una república parlamentaria y la condena de una dictadura.

En sus dibujos, los jóvenes seguidores del partido comunista (KPD) y del nazi (NSDAP) usan ropa parecida y desfilan y se preparan para la lucha callejera de manera similar. ¿Indica un paralelismo entre ambas concepciones políticas? 

Si dibujo algún paralelismo entre esos grupos no es relativo a sus creencias políticas. Pero los grupos que promueven la exigencia de una adherencia dogmática a una ideología, a expensas del pensamiento libre, sí son propensos a parecerse.

Describe también las simpatías por el nazismo que van desde la clase alta más sofisticada hasta el miserable proletariado lumpen. ¿Significa que fue un movimiento muy popular e interclasista? 

El gran éxito del partido nazi dependía de la explotación de los miedos, tanto de la clase obrera como de la alta burguesía. Si proporcionas a las masas en lucha unos chivos expiatorios a los que echar la culpa de sus males, mientras que tranquilizas a los privilegiados diciéndoles que sus privilegios permanecerán protegidos, puedes conseguir grandes y terribles cosas.

Hitler tiene un par de apariciones menores. ¿Quería contar esa época de Alemania no centrándose en personajes o hechos históricos sino en la vida de la gente común?

Ese fue un objetivo primordial, sí. Quería entender cómo era la vida para la persona media de la calle.

La mayoría de los habitantes de Berlín sigue su día a día sin darse cuenta de la amenaza que se cierne sobre su existencia. ¿La gente está tan absorta en sí misma que no puede ver lo que le está sucediendo a sus vecinos?

Es una vieja historia. La mayoría de nosotros solo tenemos tiempo para preocuparnos por nuestras necesidades inmediatas y no poseemos el tiempo, la atención y la energía necesarios para entender, y mucho menos tratar de que nos afecte, el panorama general. Quienes disponen de más recursos pueden usar su tiempo libre en planear la forma de aferrarse a ellos y aumentarlos, lo que implica habitualmente explotar en un grado u otro a esa mayoría.

Aquel Berlín aparece muy vivo y en expansión, pero implacable con los menos afortunados. Cuando se exilió de Alemania, Bertolt Brecht descubrió que Nueva York era igual de terrible con los pobres. ¿Todas las ciudades tienen un infierno en sus entrañas?

Las ciudades son concentraciones de la civilización humana; dentro de ellas todos los aspectos de una sociedad están en juego y se intensifican.

Kurt, personaje clave de su cómic, es un cínico periodista izquierdista. Pero en un momento del libro reivindica a Trotsky como referencia política. ¿Es un guiño personal al idealismo trotskista?

Tengo cierta simpatía por la perspectiva de Trotsky.

Las relaciones homosexuales están muy presentes y da una visión más pública y «normalizada» de las femeninas que de las masculinas. ¿Es un guiño a la libertad sexual femenina?

Berlín fue la primera ciudad del mundo donde las personas LGBTQ fueron capaces de formar un grupo relativamente público. Esa es una de las promesas de la ciudad: que seres marginados o perseguidos en sus ciudades natales pudieran encontrar en ella a personas como ellos. Quería mostrar eso y terminé centrándome más en el aspecto lésbico porque es el terreno en el que Marthe, la otra protagonista, terminó.

Actualmente se dice constantemente que el refuerzo internacional de corrientes ultraconservadoras, autoritarias y xenófobas tiene similitudes con el triunfo del fascismo en el último siglo. ¿Comparte un análisis tan inquietante?

Negar las similitudes del momento actual con los años prefascistas del siglo XX es no enterarse de nada. No hay duda de que las mismas fuerzas están trabajando ahora mismo. La diferencia principal es que mientras que la opresión y la manipulación de las clases bajas estaban entonces muy localizadas, ahora son globales. Hoy en día una coalición informal formada por oligarcas de todo el mundo está incitando a las fuerzas de la regresión y la violencia a enfrentar entre sí a los menos afortunados. Solo puedo suponer que el objetivo de esta estrategia implica que ellos se retirarán a sus búnkers, mientras que el resto tendremos que luchar por los desechos.

Desde «Maus», de Art Spiegelman, hasta su «Berlín», el cómic ha alcanzado un estatus como una fuente para al estudio, aproximación y difusión de la historia.

Los cómics son simplemente un medio como cualquier otro. Usando las herramientas básicas de la palabra y la imagen, un caricaturista puede contar cualquier tipo de historia. Spiegelman activó las posibilidades de ese potencial creativo a través de “Maus” y la revista “RAW”, que coeditó con Françoise Mouly. Nuestra generación de caricaturistas americanos “alternativos” o “independientes” está en deuda con Art y Françoise por haber explorado las posibilidades de este medio.

«Berlín» fue elegida por la revista «Time» como una de las diez mejores novelas gráficas de todos los tiempos. Cómics como «Tintin» fueron su influencia primera, ¿qué más tebeos le han marcado, entre los clásicos y los más recientes?

He leído cómics toda mi vida, pero los verdaderamente inspiradores que me vienen ahora mismo a la cabeza son “Tintín”, de Hergé; el “Heavy Metal Magazine” de los años 70 y 80; la ya mencionada revista “RAW”; “Yummy Fur”, de Chester Brown; “Julius Knipl, Real Estate Photographer”, de Ben Katchor; la revista “Rubber Blanket”, de David Mazzucchelli... Entre lo nuevo, soy un gran admirador de Chris Ware (en particular, su libro “Lint”), Sophia Foster-Dimino, Nick Drnaso, Jillian Tamaki y muchos otros más.

¿Por qué le ha costado veintidós años elaborar «Berlín» y qué le motivó a mantenerlo en construcción durante tanto tiempo?

Mi vida creativa ha consistido casi por entero en una toma de decisiones adoptada de forma impulsiva y que persigo hasta el final. En 1996 mi inconsciente me dijo que escribiera y dibujara un libro de 600 páginas sobre Berlín durante la república de Weimar. Renunciar a aquello habría sido renunciar a alguna parte de mí mismo. Pero otro gran motivo fue que quería saber qué iba a pasar con los personajes. Una vez que los dibujé, puse palabras en su boca y crecieron lo bastante como para no preocuparme mucho por ellos, necesitaba saber cómo acabarían sus respectivas historias.

Durante estos años, se ha ganado la vida como profesor en el Center for Cartoon Studies. ¿Qué tipo de escuela es y qué enseña allí?

Es un programa de dos años de maestría en Bellas Artes para aspirantes a caricaturistas que vienen de todo el mundo a estudiar el arte y la artesanía de los cómics. Nuestro objetivo es ayudarles a descubrir lo que quieren decir y a desarrollar las habilidades de dibujo, escritura, diseño y producción necesarias para convertir esas ideas en cómics.

Mientras tanto, ha tenido dos hijos. ¿Ser padre a la vez que avanzaba en trilogía le ha podido influir en el desarrollo de la obra, en el papel de alguno de sus personajes?

Después de que en 2006 naciera mi hija, me preocupaba particularmente el personaje de Silvia Braun, hija de una familia de clase trabajadora dividida entre sus esperanzas y sus temores. Me puse a pensar en cuando mi hija tuviera que aventurarse en el mundo y puse más atención en ese personaje que los otros. No sé qué le pasará a Silvia ahora, con el libro ya terminado, pero espero que sea lo mejor.

Después de tantos años con el proyecto, ¿al terminar le entró una especie de vacío o sintió alivio?

Tanto como vacío no, pero terminarlo fue como quitarme una carga, sí. He levitado durante varios meses. Lo que ahora me queda es pura excitación por los cómics que me quedan por hacer.

¿Sigue escribiendo y editando libros para su hobby, los juegos de rol? 

Las prioridades en mi vida cotidiana son la familia, la enseñanza, los cómics y los juegos de rol, en ese orden. Y cuando no interactúo directamente con juegos de rol es que estoy escribiendo o editando mis propios libros de juegos.

Ha filtrado que hay tres próximos libros en camino y que el primero de ellos sería un western situado en Arizona en el año 1865 que podría estar terminado para 2020. ¿Así que adiós a la vieja Europa y bienvenidos al Far West?

El nuevo plan es que cada uno de mis próximos tres libros tenga 96 páginas y explorar un género diferente en cada uno de ellos. Ahora mismo, el más desarrollado de los tres es el western. En ese próximo proyecto estoy sustituyendo las estrechas calles empedradas y la arquitectura de Berlín por el amplio desierto del suroeste americano. Debería ser más fácil de dibujar, pero la desventaja es que tengo que aprender a dibujar caballos.