IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Ropajes arquitectónicos

El arquitecto Oscar Rueda suele explicar que en la arquitectura el arte se aloja en el espesor que media entre un muro y nuestro cuerpo. De esta forma alude a la arquitectura como simbiosis, mediación, travesía, cruce de dimensiones, aire entre esto y aquello; para concluir que la arquitectura se hace de cortinas, es decir, es en el fondo una vestimenta.

Como contribución a la exposición de intervenciones efímeras “16 Stations”, comisariada por Jórunn Ragnarsdóttir, los profesionales del estudio alemán Hild und K Architekten plantearon un proyecto basado en la participación ciudadana de los vecinos del pueblo de Lorch, situado al este de la región de Württemberg, al sur de Alemania.

Finalmente, cincuenta y tres mujeres, un hombre y un niño de la ciudad y los alrededores, guiados y apoyados por el arquitecto Dionys Ottl y su equipo, realizaron un ropaje tejido con alrededor de 114 kilómetros de cordón de nailon. Un trabajo manual ímprobo, casi industrial, pero que, al mismo tiempo, habla de los trabajos amorosos realizados por las mujeres en el seno de la familia, poniendo de manifiesto esa labor muchas veces silenciosa y, por lo tanto, olvidada.

Ese gran telón de encaje fue destinado a cubrir un edificio histórico en la pared fronteriza del sur del Monasterio de Lorch, una pequeña construcción que se usó en épocas anteriores para vigilar la ruta comercial que transitaba el valle. Durante 164 días, la casa de entramado de madera se verá privada de una visibilidad directa, quedando envuelta en un telón, en una malla tejida de ganchillo. Es precisamente esto lo que, paradójicamente, la hará ganar visibilidad durante un cierto tiempo, en lugar de estar naturalmente presente; su piel textil que virtualmente la hace invisible, la pone en primer plano. Una intervención de carácter artístico que transforma el edificio en una pieza escultórica durante la duración de la exposición.

Para tejer la cortina se requirió un gran esfuerzo colectivo: puesto que, como hemos dicho, fue necesario procesar 114 kilómetros de cordón de nailon blanco. Eso es exactamente lo que hicieron los vecinos de Lorch para hacer realidad el proyecto de envolver el volumen del edificio. El traje de encaje alcanzó un peso de trescientos sesenta kilos, otorgando a la piel del edificio la imagen pesada de una cota de malla, más que la de una cortina mecida por el viento.

La cubierta textil está inspirada en la textura de las filigranas y los ornamentos de la iglesia principal del monasterio. El diseño individual de cada uno de los elementos del patronaje final fue rellenado con una textura específica del histórico edificio del monasterio, que fue elegido por los respectivos trabajadores voluntarios de cada tramo. En una acción conjunta final, las diferentes piezas se reunieron, se llevaron a la ubicación final y se tejieron uniendo sus extremos sobre la propia construcción del edificio.

Unidas para tejer. El esfuerzo colectivo ha reunido a una gran variedad de personas, un grupo que representa a los habitantes de toda la ciudad y de las comunidades vecinas. Abuelas y nietos, amas de casa, empresarias, o miembros de la Fundación del Hogar Evangélico y de la Asociación de Trabajadores de Turquía realizaron un trabajo enorme, tejiendo y tejiendo hasta que les dolieron los dedos. Esa labor recibió su recompensa cuando el día de la inauguración, el pasado 10 de mayo, el festival Remstal Garden se inauguró con la presencia de todos los voluntarios.

Esta intervención presenta una arquitectura que anula los límites entre lo obvio y lo invisible. Además, el proyecto contiene un base importante de compromiso cívico, lo que lo une con el contexto social del valle reconstruyendo relaciones perdidas o planteando otras nuevas gracias a ese ajustado vestido o ropaje arquitectónico que ornamente temporalmente la arquitectura.