MIKEL SOTO
gastroteka

Una habitación propia

"Una habitación propia” es un ensayo de la escritora británica Virginia Woolf basado en una serie de conferencias que dio en las universidades femeninas de Cambridge y fue publicado por primera vez el 24 de octubre de 1929, es decir, hace ahora 90 años. Es un texto fundacional del feminismo y, como trataré de explicar, es un grandioso libro imprescindible no solo para hombres y mujeres feministas sino también para amantes de la literatura, la historia y la gastronomía.

En una época en la que tratamos de saber cuanto más mejor conociendo de oídas un resumen de un resumen de un esquema, he de confesar que cuando me senté a leer el libro de Woolf eso era lo que yo sabía del mismo: que una mujer necesita 500 libras y una habitación propia para ejercer su libertad, es decir, una síntesis irracionalmente simplista. Así pues, el primer gran impacto fue que es un ensayo literario, o sea, que las formas por las que opta la autora para tratar de hacernos llegar su pensamiento son decididamente literarias, hermosas y altamente simbólicas.

Así, el paseo con el que comienza Woolf; su frustrada y frustrante visita a la biblioteca universitaria de la imaginaria pero reconocible Oxbridge; el ridículo gato sin rabo que la distrae; su deliciosa forma de reírse de los hombres –«¿No hay ningún hombre presente? ¿Me prometéis que detrás de aquella cortina roja no se esconde la silueta de Sir Chartres Biron? ¿Me aseguráis que somos todas mujeres?»–; la inventada hermana de William Shakespeare, Judith, y todos los personajes, reflexiones y descripciones que habitan cada página de este breve ensayo son de una belleza literaria tal, que de por sí mismos justificarían su lectura ya que, gracias a ellos, los pensamientos de Woolf son como los arbustos que describe: dorados y carmesíes, arden con el color del fuego e incluso parecen desprender su calor.

La segunda cosa que me sorprendió y me cautivó y, pese a todo lo que os cuente aquí es la que más disfruté, fue la profundidad y potencia de su pensamiento literario; me ayudó a ordenar y sistematizar múltiples reflexiones y, sobre todo, intuiciones que me había ido formando durante mi vida como lector y editor y, sin duda, hacen que este libro sea de obligada lectura para cualquier amante de la literatura.

Pensamiento gastronómico. La coherencia y el calado del pensamiento de Woolf brillan también con luz propia en la gastronomía, fundamentalmente en las dos comidas que presiden el primer capítulo y que bien podría decirse que nos están preparando para la majestuosidad de su prosa. Crítica certera y mordaz del legado masculino, nos hace notar todo lo que falta en la literatura, ya que «es curiosa esa manera que tienen los novelistas de hacernos creer que las comidas son siempre memorables por algo muy ingenioso que en ellas se dijo o algo muy sensato que se hizo. En cambio, rara vez dedican una palabra a los alimentos». Ni, por supuesto a quiénes, dónde y cuándo los cocinan.

Este es un error que Woolf no comete en su literatura, empezando por este libro en el que describe de manera preciosa la exuberante comida a la que asiste en la universidad masculina y la amplitud y los límites de la inspiración –«esa lucecita eléctrica que llamamos brillo»– que le proporciona. Con esa misma certeza nos reseña la frugal cena a la que asiste en la universidad femenina, que muestra el profundo contraste que también se produce en el espacio literal y simbólico que tiene la gastronomía en nuestra sociedad capitalista y que la lleva a cerrar esta parte del libro con la poderosa máxima que cualquier pensador de cualquier época para sí quisiera: «No se puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no se ha cenado bien».