MIKEL INSAUSTI
CINE

«The Lighthouse»

Son muchas las voces que reclaman más riesgo e innvocación en el género de terror y, como respuesta a dicha necesidad, ha surgido un nuevo concepto al que la crítica le hemos puesto la etiqueta de terror de autor. No tendría sentido de no existir jóvenes cineastas capaces de demostrar que tal modalidad es posible, y a la cabeza de esta nueva ola se sitúa sin discusión el talentoso Robert Eggers. Su cine es absolutamente original, aunque por supuesto no nace de la nada, pero de momento se ha especializado en leyendas históricas y mitos de la humanidad que presentan zonas oscuras, en cuyo interior no suficientemente explorado se encontraría parte de nuestra herencia genética relacionada con el mal y nuestros miedos más atávicos e inexplicables.

Nada más sentarme a ver “The Witch” (2015), tuve la sensación de haber entrado en un tiempo y un universo visuales ignotos, porque Eggers sabe mirar sobre el pasado con unos ojos diferentes, dispuestos a captar realidades que nunca antes fueron documentadas, y de las que únicamente se conserva un halo de misterio insondable. Su ópera prima, que ganó el premio al Mejor Director en el festival de Sundance e infinidad de galardones del cine independiente, trasladaba al espectador a la primera mitad del siglo XVII, cuando la colonización de procedencia europea se enfrentaba en el norte de América a territorios hostiles y salvajes desde unas creencias puritanas que no podían dar respuesta a prácticas paganas. Más que los hechos en si, lo que producía inquietud era esa atmósfera visual y sensorial tan desoladora que solo Eggers sabe transmitir, y que es como el frío helador que se te mete en los huesos.

Un desasosegante clima que todavía está más presente si cabe en su segundo largometraje “The Lighthouse” (2019), y que suponemos que también presidirá su nuevo proyecto “The Northman” (2021), un viaje al siglo X de la era vikinga guiado por el poeta islandés Sjón Sigurdsson, y con un reparto en el que repiten el Willem Dafoe de “El faro” y la Anya Taylor-Joy de “La bruja”.

La ventaja de la que dispone Robert Eggers es que puede presentar sus películas tanto en los grandes festivales de cine de autor como en los especializados en fantástico-terrorífico, por lo que aterrizó en Cannes, dentro de la Quincena de Realizadores, con su segunda película, la cual se llevó el premio FIPRESCI de la crítica internacional. Y se comprende, ya que analizar una obra de estas características es un disfrute tanto para la crítica al uso como para quienes estudien la historia del cine.

“The Lighthouse” puso a prueba el conocimiento técnico de la prensa especializada desplazada a Cannes, al utilizar un formato cuadrado desaparecido, concretamente el 1,19, que se empleó entre los años 1926 y 1932, en plena transición del mudo al sonoro. Y, como fue pensado para el celuloide en blanco y negro, el director de fotografía Jarin Blaschke encuentra una puerta a otra dimensión a medio camino entre los grabados de inicios del pasado siglo y los relatos más oscuros de marinería.

Aparte de David Lynch, o de tal vez el húngaro Béla Tarr, es difícil pensar en otros cineastas contemporáneos que hayan combinado el blanco y negro con una banda sonora tan perturbadora, con ruidos ya no reconocibles para el oído humano actual.

En conjunto hay que remontarse a obras de Dreyer o de Bergman para dar con una planificación como la de Eggers y, en la vertiente puramente fantástica, seguramente al maestro Hitchcock, sobre todo a cuenta de una referencia puntual a “Los pájaros” (1963).

Y, por encima de todo, se alza el antológico duelo interpretativo entre el veterano Willem Dafoe y el joven Robert Pattinson, en su respectivos roles del farero experimentado y su aprendiz. Los dos aislados en una isla perdida e inhóspita sacudidos por la soledad y la locura, con delirios etílicos que incluyen a una sirena de mar.

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