MIKEL INSAUSTI
CINE

«Color Out of Space»

Se suele decir que H.P. Lovecraft es un autor inadaptable, pero eso no impide que más de un cineasta se sienta atraído por la inercia adictiva de su visionario universo literario. El mexicano Guillermo Del Toro quedó atrapado en él hace tiempo, y lleva mucho años intentando poner en pie una versión de “En las montañas de la locura”. Pero de momento son otros, tal vez no tan ambiciosos, los que desde las trincheras del cine de bajo presupuesto se han atrevido a adentrarse en esa zona prohibida de la que ya no se regresa nunca. El pasado 24 de marzo nos dejaba el mayor frecuentador de Lovecraft, el tan cercano Stuart Gordon, que dedicó al escritor de Providence sus películas “Re-Animator” (1985), “Re-Sonator” (1986) y “Dagon” (2001). En esta última precisamente intervino actoralmente, dentro de su rodaje gallego, otro miembro de la secta lovecraftiana, como lo es Richard Stanley.

El sudafricano presentó en la sección Midnight Madness del Festival de Toronto “Color Out of Space” (2019), todavía pendiente de un estreno comercial en condiciones. Y, modestia aparte, parte de la crítica pasó a considerarla de forma inmediata como la mejor adaptación cinematográfica que se ha hecho de la obra de Howard Phillips Lovecraft, o al menos la que más se ciñe a su enloquecido espíritu. Stanley ya se iba mereciendo algún tipo de reconocimiento, porque es todo un apasionado del género fantaterrorífico, al que ha dedicado su vida entera. Se le había relegado al peor de los cultos, que es el del malditismo, a raíz de su expulsión del rodaje de “La isla del Dr. Moreau” (1996), siendo sustituido en la dirección por el veterano John Frankenheimer. Como ya se sabe, la producción fue un absoluto desastre, encabezada por un Marlon Brando en plena decadencia, y poco quedó del texto original de H.G. Wells.

Stanley debutó con la futurista “Hardware” (1990), para la que se rodeó de sus amigos del rock salvaje Iggy Pop o Lemmy Kilmister y, tras dirigir después la menos conocida “El demonio del desierto” (1992), desapareció. Este francotirador se refugió en el documental, ofreciendo la rareza “The Secret Glory” (2001), en la que descubría la figura del nazi Otto Rahn y su búsqueda del Santo Grial, que fue la fuente de inspiración para Steven Spielberg y su “En busca del arca perdida” (1981). Bastante más tarde hizo “L’autre monde” (2013), que le cambió la vida, pues versaba sobre la localidad occitana de Montségur como capital del mundo esotérico, y en ella es donde se quedó a vivir y donde reside en la actualidad.

El viajero de la perilla de candado y el sombrero vaquero de ala ancha no tuvo que desplazarse mucho para la filmación de “Color Out of Space”, ya que utilizó localizaciones portuguesas y trabajó con un equipo lusitano que sacó de la nada el Arkham (Massachusetts) de ficción, trasladando la acción al tiempo presente. Resulta posible gracias a que Lovecraft se adelantó con creces a su tiempo, cuando publicó la novela original en 1927. Contenía temas tan actuales como el del contagio vírico, aunque en el libro procede del agua contaminada.

Hasta allí se traslada Nathan Gardner, que solo quiere levantar una granja para vivir de los frutos del campo y de la cría de animales y, de paso, ayudar a que su mujer Theresa supere el trauma de la mastectomía a la que fue sometida, el cual le impide tener contacto físico con su marido. Pero para el protagonista nada será sencillo, menos aún cuando cae un meteorito en su finca y envenena el pozo.

Para tan alucinado papel nadie mejor que Nicolas Cage, capaz incluso de superar los niveles de histrionismo alcanzados en la lisérgica cinta de Pan Cosmatos “Mandy” (2018).

Su recital mutante encaja con la estética feísta y marciana del body horror, a través de la fusión de cuerpos a lo Brian Yuzna. Una forma bizarra de gore traducida por Stanley al lenguaje de las genuinas monster movies de los años 50 en su evolución ochentera, tomando como referencia a “El enigma de otro mundo” (1951) y “La cosa” (1982).

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