XANDRA ROMERO
SALUD

Día Mundial de la Diabetes

El pasado 14 de noviembre se celebraba el Día Mundial de la Diabetes, que es la campaña de concienciación sobre la diabetes más importante del mundo. Su propósito es dar a conocer las causas, los síntomas, el tratamiento y las complicaciones asociadas a la enfermedad ya que, a pesar de ser tremendamente reconocida, muchas personas que la sufren minusvaloran su gravedad. No debemos olvidar que la incidencia de esta grave afección va en aumento y continúa esta tendencia.

Tanto es así que las cifras oficiales indican que 463 millones de personas la sufren; en 2019 el número de muertes en todo el mundo alcanzó los 4,2 millones. La diabetes también reduce la expectativa de vida en adultos de mediana edad entre 4 y 10 años y, al mismo tiempo, aumenta el riesgo de fallecimiento por enfermedades cardiovasculares, renales y por cáncer.

Sin embargo, este año, la diabetes se ha convertido en otro punto caliente, tal y como apuntaba recientemente la prestigiosa revista “The Lancet”, que publicaba que la pandemia de coronavirus ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de las personas con diabetes, pues el virus multiplica por dos, al menos, el riesgo de muerte o de sufrir «enfermedades graves en pacientes con diabetes o en aquellos que presentan complicaciones derivadas de la misma».

Lo cierto es que existen varios tipos de diabetes, en primer lugar la tipo 1 o insulinodependiente, que se debe a que las células del páncreas no producen insulina; aparece durante la infancia y la adolescencia. En segundo lugar, la diabetes tipo 2, que es la que se produce cuando las células del páncreas no producen suficiente insulina o el organismo no puede utilizarla adecuadamente (o ambas a la vez); aparece en la edad adulta y es mucho más frecuente que la anterior. Por último, la diabetes gestacional, que se diagnostica durante el embarazo y suele desaparecer tras el parto.

No obstante, sea cual sea el tipo de diabetes, esta enfermedad siempre ha estado rodeada de muchísimos mitos y esto no resulta extraño si tenemos en cuenta que su tratamiento (salvo en la diabetes tipo 1) se basa prácticamente en el cambio de hábitos (alimentación y actividad física), y ya sabemos, que como todos comemos, todos somos expertos en el tema.

Por eso, uno de los mitos sobre la alimentación de las personas diabéticas más roído es el de que no pueden comer ciertos carbohidratos: pasta, arroz, patata, plátano, uvas y melón. La realidad es que pueden y deben comer alimentos ricos en carbohidratos complejos (en estos casos la fibra de la fruta, los cereales integrales y el almidón de los tubérculos) y cuya cantidad deberán ajustar a los niveles disponibles de insulina y ajustarlo si fuese preciso.

En relación a esto, conviene recalcar que lo que deben tener en cuenta las personas con diabetes es que los azúcares incrementan la glucemia (azúcar en sangre) de forma muy rápida, especialmente aquellos alimentos que contienen glucosa. La glucosa pura, añadida a muchos productos, es el alimento que con mayor rapidez eleva la glucemia. En cambio, la fructosa, o azúcar de la fruta, tiene un efecto mucho más lento, por lo que produce incrementos de glucemia muy progresivos. Así, un diabético puede tomar fruta pero no debería tomar azúcar de mesa (sacarosa) ni miel, por ejemplo, que suele ser otro mito, ya que contiene 82% de azúcares (42% de fructosa y 36% de glucosa), de modo que su impacto sobre la glucemia es similar al del azúcar.

Con esta limitación de los endulzantes, la siguiente pregunta o mito que solemos escuchar en relación a la diabetes es que el uso de sacarina es peligroso. En este sentido, la sacarina es un edulcorante aprobado por las autoridades europeas competentes, por lo que se considera un aditivo alimentario seguro, siempre que se respete la ingesta diaria aceptable que es de 5 mg/kg de peso corporal. ¿Cuál es el problema? Que muchas personas (diabéticas o no) abusan de este u otros edulcorantes artificiales, lo que puede acarrear una modificación de la flora intestinal de manera que facilitan el aumento de peso, dificultan el control del nivel de azúcar en la sangre y aumentan el riesgo de diabetes, entre otras patologías.

Finalmente, la conclusión de este artículo nos lleva a otro de los mitos: la diabetes es una enfermedad común y poco grave. Desgraciadamente, al ser tan común, solemos normalizarla, y muchas personas desconocen que, una diabetes mal controlada a nivel de tratamiento farmacológico si lo hay y de hábitos alimentarios, puede conducir a retinopatía, nefropatía y neuropatía diabética que se pueden agravar hasta traducirse en ceguera y amputaciones.

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