Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

Los hábitos alimentarios

Normalmente hablamos mucho sobre hábitos alimentarios dando por hecho que todos sabemos a qué hacen referencia exactamente y de qué dependen. La realidad es que una cosa es saber algo y otra, entenderlo e interiorizarlo. Así, a pesar de que los hábitos alimentarios son comportamientos conscientes, colectivos y repetitivos que nos conducen a seleccionar, consumir y utilizar determinados alimentos, lo hacen en respuesta a unas  influencias sociales y culturales de las cuales, a veces, no somos tan conscientes.

Este proceso comienza en la familia, de modo que es en la infancia el momento óptimo para adquirir unos buenos hábitos alimentarios. Al principio, se adquieren por repetición y de forma casi involuntaria, teniendo la familia una gran influencia que se va reduciendo a medida que los niños crecen. Después, durante la adolescencia, los cambios psicológicos y emocionales pueden influir en la dieta, dando excesiva importancia a la imagen corporal, y apareciendo patrones de consumo diferentes a los habituales. En cambio, en los adultos y en las personas de edad avanzada los hábitos alimentarios son muy difíciles de cambiar, puesto que ya están muy instaurados e interiorizados.

Esto está relacionado con que, a menudo, los alimentos actúan como unión social, porque se comparten con familia, amigos… están siempre presentes en las demostraciones de afecto. Casi todos los acontecimientos humanos están ligados a eventos gastronómicos y por eso es tan difícil verlos de forma objetiva.

Existen factores concretos que determinan los hábitos alimentarios como son los fisiológicos (sexo, edad, herencia genética, estados de salud, etc.); ambientales (disponibilidad de alimentos), factores económicos, o socioculturales (tradición gastronómica, creencias religiosas, estatus social, estilos de vida...). A pesar de que el principal factor impulsor de la alimentación es, obviamente, el hambre, lo que decidimos comer no está determinado únicamente por las necesidades fisiológicas o nutricionales. Así, algunos de los demás factores que influyen en la elección de los alimentos son los determinantes biológicos como el hambre, el apetito y el sentido del gusto; determinantes económicos como el coste, los ingresos y la disponibilidad en el mercado; físicos como el acceso, la educación, las capacidades personales (por ejemplo, para cocinar) y el tiempo disponible; sociales como la cultura, la familia, los compañeros de trabajo y los patrones de alimentación; psicológicos como el estado de ánimo, el estrés y la culpa así como actitudes, creencias y conocimientos en materia de alimentación que también tienen relevancia.

Extrapolando todo esto, ¿por qué a veces no conseguimos los objetivos si comemos bien? Es importante recordar lo siguiente: estar en un ambiente positivo o negativo influye (en casa, en el trabajo u otro), así como cambios en nuestra rutina (viajes, trabajo y eventos), cómo nos sentimos (estrés, ansiedad, tristeza) y claro, también la relación con nuestro cuerpo (inseguridad, cansancio, rechazo…). Todo esto va a tener influencia en nuestros hábitos alimentarios porque, por ejemplo, afecta al ritmo con el que comemos, puede que no nos organicemos como queremos, condiciona los alimentos que elegimos e influye en nuestro apetito y nuestro hambre.

Otros aspectos relevantes son la cantidad y calidad del sueño, pues guarda una relación directa con nuestra regulación del peso corporal. También, y a pesar de que pueda parecer contradictorio, privarse de comida y pasarse de ejercicio físico puede elevar los niveles de la hormona del estrés, que también está negativamente relacionada con el control del peso corporal.

Así que, antes de plantearte hacer una dieta o cambiar algo de tus rutinas, revisa tus hábitos alimentarios, qué factores están influenciándolo y si lo hacen en la dirección adecuada. Por último, no puede faltar revisar si estás cuidando tu salud teniendo en cuenta el sueño, el descanso o sólo enfocándote en un parámetro numérico.