Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

Y tú, ¿te pesas a diario?

De media una mujer pasa cuatro horas diarias pensando sobre su cuerpo, el 86% de las mujeres ha dejado de hacer actividades por cómo se sienten con su peso y 9 de cada 10 dejaría de comer poniendo su salud en riesgo si se sienten mal por su peso. Por eso, miles de mujeres y hombres, así como cada vez más niñas y adolescentes, se pesan a diario, incluso, a veces, más de una vez al día. En este escenario, pesarse es lo “único” que puede darnos esa sensación de “control”.

Pero, ¿hasta qué punto este comportamiento es válido como forma de autocontrol? ¿Hasta dónde este “hábito” tan generalizado pone la salud física y mental en riesgo? Para empezar, el 36% de nuestra salud está determinada por nuestros comportamientos individuales (alimentación y ejercicio) pero, y ¿el resto? El 24% tiene que ver con circunstancias sociales como condiciones laborales, nivel educativo, nivel de ingresos y cultura, el 22% es biología y genética (estructura y complexión corporal, estatura, peso), el 11% es la atención médica y así un largo etcétera que no se refleja en la báscula.

De modo que, ¿qué pasa si te pesas hoy para saber que no estás “descontrolándote”? Si ves que no has subido, podemos esperar estas dos opciones: «voy a merendar este dulce que aún tengo margen»; o «no voy a merendar este dulce porque así seguiré manteniéndome». Si por el contrario, ves que has subido, podemos actuar de estas dos maneras: «voy a merendar galletas, total, de perdidos al río» y acabas con el paquete, del enfado pasas a la rabia y a la sensación de descontrol y de escasa «fuerza de voluntad». O «mejor me prohíbo las galletas hoy también (a pesar de apetecerme) porque así a lo mejor bajo».

Da igual lo que marque la báscula, porque nos hará tener miedo a comer, que es una necesidad básica, o hará que modifiquemos nuestra conducta hacia el lado restrictivo siempre manteniéndonos atados al falso “control”. Falso control pues en realidad es nuestro hipotálamo (en el cerebro) quien recibe la información de casi todo el organismo, a través del sistema nervioso, para producir un gasto o ahorro energético para mantener el peso corporal en función de la información recibida, funcionando así como una válvula de ajuste del peso corporal independiente de nuestras ideas sobre cómo debe ser nuestro peso.

Pero entonces, ¿por qué seguimos pesándonos a diestro y siniestro? Se ha postulado que el control corporal disminuye las emociones negativas, pero aumenta los niveles de excitación. Sin embargo, pocos estudios han investigado los efectos del control corporal sobre el curso de los estados emocionales. Pero el estudio “¿Cómo te sientes cuando revisas tu cuerpo? Estados emocionales durante un episodio de revisión corporal en mujeres de peso normal” de 2020 examinó cómo se sienten las mujeres de peso normativo con mayores y menores problemas de alimentación, peso y forma durante un episodio de verificación de las partes del cuerpo que más les gustan y las que menos les gustan.

Los niveles de emociones negativas fueron más bajos 15 minutos después del episodio de verificación de las partes del cuerpo más agradables y menos agradables que antes del episodio. Sin embargo, las emociones negativas aumentaron durante el episodio de verificación de las partes del cuerpo que menos le gustaban.

En definitiva los autores concluyen que el control corporal condujo a una disminución de las emociones negativas y que los niveles de excitación aumentaron durante el episodio de control. Pero los mayores niveles de excitación en las mujeres con mayores preocupaciones respecto a su cuerpo, y su pronunciado comportamiento de control corporal, podrían potenciar sus preocupaciones existentes y aumentar el riesgo de trastornos alimentarios.

De modo que, a pesar de que nos volvamos adictos a la excitación o subidón momentáneo, subirse a la báscula reiteradamente o hacerlo por tu cuenta sin que un profesional pueda hacer un análisis adecuado, no tiene sentido pues ocurren fluctuaciones en el peso corporal ajenos a la proporción de grasa del organismo pudiendo suceder que una retención de líquidos aumente nuestro peso y nos alarme haciendo que nuestra conducta cada vez sea más restrictiva, aumenten nuestros niveles de ansiedad, convirtamos a la comida en el enemigo y acabemos pesándonos compulsivamente poniéndonos en riesgo de sufrir un trastorno de la conducta alimentaria.