Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Cinco lobitos»

Las cineastas debutantes están encontrando un terreno seguro para estrenarse en la inspiración autobiográfica, hablando de lo que mejor conocen, de su infancia, de su familia, de la maternidad, o de las relaciones personales. Si a la catalana Carla Simón le fue muy bien en el festival de Málaga con su primer largometraje “Estiu 1993” (2017) y todo lo que ha venido después, también puede significar un excelente punto de partida para la bizkaitarra Alauda Ruiz de Azúa, que con su ópera prima “Cinco lobitos” (2022) ha ganado en ese mismo festival la Biznaga de Oro a la Mejor Película, el premio de Mejor Guion, el Premio del Público y el premio de Mejor Actriz por partida doble para Laia Costa y Susi Sánchez.

La de Barakaldo forma parte de la diáspora afincada en Madrid, donde se formó en la ECAM, y donde se ha establecido profesionalmente. Ha realizado trabajos publicitarios, y en su filmografía cuenta con los premiados cortometrajes “Clases particulares” (2005), “Lo importante” (2006), “Dicen” (2011), “Nena” (2014) y “No me da la vida (Malamente)” (2021). Acaba de hacer para Netflix “Eres tú” (2022), que cuenta en su reparto con Álvaro Cervantes, Silvia Alonso, Susana Abaitua, Gorka Otxoa y Pilar Castro.

Pero su proyecto más personal y largamente deseado es sin duda “Cinco lobitos” (2022), desde el momento en que ha volcando en él mucho de sí misma. Se basa en su experiencia como madre primeriza, circunstancia que le cambió la vida. Y, además de aportar al guion vivencias de cosecha propia, sus dotes de observadora le han hecho tomar nota de las cosas que les han ido ocurriendo a sus amistades y familiares. Por no hablar de lo que le ha tenido que remover la vuelta a casa, ya que la historia arranca en Madrid pero conlleva una escapada a la costa de Bizkaia, con localizaciones rodadas en Bakio y Mundaka.

El estilo cinematográfico de Alauda es muy sencillo y muy transparente, consiguiendo que muchas espectadoras, y algún que otro espectador, se identifiquen con lo que cuenta. Posee el don de transportarte a las escenas que narra, gracias a que sabe captar con naturalidad el ámbito cotidiano y doméstico. Es como si te permitiera entrar sin ser visto en esa casa y estuvieras ahí conviviendo con los personajes en su día a día.

El título de la película resulta indicativo de la metáfora que encierra cualquier nana o canción de cuna, con respecto a los lazos familiares que se transmiten de generación en generación. Quiere esto decir que, por más que evolucione o cambie la situación en el exterior, en la intimidad del hogar sigue existiendo ese estrecho vínculo entre las abuelas, las hijas y sus nietas. Con respecto al matriarcado vasco se añade el hecho de que hay toda una herencia de mujeres fuertes, que en esencia guardan la lección para sobreponerse a cualquier nueva época o estado de cosas venidero.

Amaia (Laia Costa) y Javi (Mikel Bustamante) son una pareja que tiene empleos en precario, por lo que ella ha de conciliar el teletrabajo con la maternidad recién estrenada, mientras él ha de viajar por ser técnico de iluminación en giras teatrales. Como Amaia se siente desbordada, decide irse por una temporada con su madre (Susi Sánchez) y su padre (Ramón Barea), para que le ayuden con la crianza de la pequeña Ione.

Una vez en Bizkaia, una recaída en la salud materna le hará ver que con el paso del tiempo los roles familiares se vuelven intercambiables, por lo que toca cuidar a los mayores que en su día nos cuidaron a nosotros. Son cuestiones que los cineastas japoneses siempre han sabido visibilizar con gran tacto, y por eso la debutante se encomienda al maestro Ozu y a Kore-eda. Se trata de contar la vida tal como es, en su sentido más tradicional e inalterable, al menos para quienes quieren formar una familia y se enfrentan a los mismos o parecidos problemas que sus progenitores.