Xandra  Romero
Nutricionista
OSASUNA

Tres cañas engordan igual que un trozo de tarta

Con motivo del Día Mundial sin Alcohol, que se celebró el pasado 15 de noviembre, las sociedades médicas recordaron que su consumo tiene riesgos para la salud y se relaciona con más de 200 enfermedades, además de favorecer la obesidad, ya que el consumo de alcohol supone la ingesta de “calorías vacías”, es decir, que solo suponen la ingesta de energía (kcal) sin incluir ningún otro nutriente de interés (vitaminas, minerales, proteínas, fibra, ácidos grasos saludables, etc.). Por eso advierten que «tres cañas equivalen a comerse un trozo de tarta», una comparativa de la que desgraciadamente se han hecho eco muchos programas de televisión que tienen gran difusión.

Curiosa comparación, aunque queda claro que el titular así expresado, desgraciadamente calará en más personas que si solo se habla de los riesgos sobre la salud del consumo de alcohol. Es como pensar que la mayoría de la gente se lava los dientes por salud buco-dental, cuando la realidad es que nos aterra tener los dientes feos o, incluso, no tenerlos.

Se nos ha quedado un poco de gordofobia atascada, de esa que todos decimos que no tenemos pero resulta que lo más aterrador que puede pasarte si te tomas unas cañas es que engordes, y está claro que esto es lo que más miedo nos da.

Y no es que sea mentira lo que advierte la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) de que las bebidas alcohólicas contienen un gran número de calorías –120 por vaso de vino o cerveza, y hasta 450 si son bebidas de alta graduación– sin aportar ningún nutriente de valor nutricional. Pero esta posible consecuencia, la del aumento de peso corporal o, más bien de masa grasa corporal, quizá sea la consecuencia menos significativa de su consumo, y es que el alcoholismo es una enfermedad crónica asociada a la disfunción psicológica, social y física.

El alcohol no solo es una droga adictiva, también produce alteraciones en las actividades y funciones de múltiples sistemas y órganos: tales como enfermedades del corazón e hígado, una variedad de déficits neurológicos, cognitivos y del comportamiento. El consumo de alcohol es también un factor que puede alterar los patrones de expresión de los genes, por ejemplo, puede aumentar la expresión de ciertos oncogenes o, por el contrario, reprimir la capacidad de las células para reparar el ADN, lo que aumenta la probabilidad de que se produzcan mutaciones oncogénicas y por tanto, cáncer.

En relación al estado nutricional, los alcohólicos crónicos con frecuencia sufren de desnutrición, lo que se traduce en déficit de nutrientes esenciales en general y algunos específicos como el ácido fólico (vitamina B 9), lo que incrementa el riesgo de varios tipos de cáncer (vía respiratoria y digestiva superior, pulmón, esófago, estómago, colon, recto, próstata y mamas).

No obstante, si a las sociedades científicas les preocupa tanto la obesidad y, en este caso, el efecto del alcohol sobre el peso corporal, quizá deberían hablar con la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), que ha presentado, con el consenso de todas las sociedades científicas de atención primaria, su guía/pirámide de alimentación saludable en la que se recogen todas las recomendaciones nutritivas, y en la que aparecen la cerveza y el vino bajo la indicación de “consumo opcional, moderado y responsable”.

Si cualquier consumo por pequeño que sea de alcohol, recuerdan los epidemiólogos de la SEE, puede ser perjudicial para la salud y 1 de cada 8 cánceres causados por el alcohol en Europa son por el “mal llamado consumo moderado”, ¿por qué aparece el alcohol incluido en la guía que recomienda qué es saludable ingerir a la población?

Vale ya de dobles raseros, de intereses económicos y de tener la manía de medir la salud de las personas en calorías o peso corporal.