Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Evolución

Las grandes disciplinas del arte evolucionan conforme avanza la sociedad. Son reflejo de las necesidades expresivas que cada contexto requiere y actualizan sus procesos y apariencias. Cuando hablamos de escultura, somos capaces de imaginar representaciones, materiales y aspectos básicos de lo que entendemos como tal. De hecho, el significado de esculpir nos remite a la acción de quitar materia de un gran bloque en el que imaginamos unas manos hábiles que acaban por conseguir extraer de la tosquedad inicial una figura semejante a la realidad. Resultados posados sobre un gran bloque que, a modo de pedestal, asumen una labor conmemorativa para ser situados en un lugar emblemático cargado de significado. Sin embargo, la lógica del monumentalismo comenzó a abandonarse ya a finales del S.XIX y las vanguardias, así como la irrupción del arte conceptual a mitad del siglo pasado, rompieron con todas las lógicas habituales del campo escultórico.

Las ausencias de peanas y soportes dieron paso a una utilización mucho menos constreñida del suelo o la superficie y las obras se plagaron de propuestas que entendieron lo escultórico como una manera de experimentar los espacios. La relación con lo arquitectónico y la propia vivencia del visitante provocó que la disciplina experimentase múltiples opciones bajo su nombre. Cuestiones como forma, lugar, estructura o volumen fueron reinterpretadas y releídas por generaciones de artistas que asumieron la creación espacial como base de su obra.

A día de hoy, lo escultórico puede ser entendido como la creación de relaciones entre elementos. A veces desde referencias más o menos figurativas y otras desde el diálogo de materiales, texturas y posiciones. En ocasiones incluso lo gestual y lo corporal aparecen desde lenguajes performativos añadiendo otra capa de lectura a la experiencia. Estamos pues ante un campo en permanente crecimiento que se adapta y se mantiene como imprescindible en la contemporaneidad a la que responde.

El pasado 13 de enero, la sala Espacio Marzana de Bilbo inauguró una nueva exposición a cargo de la artista Naia del Castillo (Bilbo, 1975). Hasta el próximo día 24 podremos visitar la propuesta de la artista bilbaina que lleva por título “Anestesia”, lo que supone su tercera exposición individual en el espacio del centro de la capital vizcaina. Del Castillo es una artista que trabaja relacionando campos como la creación de imágen fotográfica, lo performático o la propia escultura. En esta ocasión, encontramos la sala habitada por objetos tridimensionales que dialogan entre sí. Algunos sobre el suelo, otros sobre soportes unidos a la pared y otros con la elevación que les proporciona una estructura. Entre todos ellos surgen resonancias que parecen reivindicar un protagonismo compartido. Si nos acercamos a las piezas veremos resultados de aspecto orgánico que nos remiten a procesos naturales e incluso volúmenes que parecieran formar parte de un cuerpo. Por otro lado, algunos elementos conviven con el aspecto de ser creados en serie, compartiendo códigos de la producción industrial en donde la experiencia estética de la repetición nos invita a entenderlos como una unidad. Entre todos ellos existe una relación cromática muy intensa con colores que conducen el protagonismo de la exposición.

Jorge Satorre comisaría la muestra “Café con leche, piña, huevo con jitomate, cebolla y cilantro” que reúne en la galería Carreras Múgica de Bilbo a David Bestué (Barcelona, 1980), Susana Solano (Barcelona, 1946) y Julia Spínola (Madrid, 1979). Inaugurada a mediados de diciembre, podrá visitarse hasta el día 28 de este mes. Podríamos hablar de una exposición colectiva de estas tres firmas pero quizás sería más acertado hablar de una propuesta conjunta. En ella conviven tres maneras de entender la práctica. Identificamos sus modos de hacer, materialidades e intereses diferentes, aunque todas las piezas acaban de componer algo similar a una gran instalación. Las contundentes piezas de Solano entre las que asoman intenciones más constructivas con hierro o plomo, contrastan con algunos trabajos de Bestué como el conjunto de obras verticales realizadas con un material resultado de mezclar flores amalgamadas con yesos o resinas. Spínola aparece con piezas realizadas con mallas metálicas rellenas de papel y unas delicadas serigrafías realizadas sobre la pared, cuyo color y forma floral atrae nuestra atención. Tres caminos que convergen en una sala. Un lugar de experimentación entre elementos y espacio que nos propone una experiencia específica para este proyecto.