Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Chevalier»

De todas las películas recientes que repasan la historia del ascenso de la población de origen africano dentro de la cultura occidental, seguramente “Chevalier” (2022) es la que presenta un guion más original y novedoso, obra de la joven autora afroamericana Stefani Robinson, premiada por la serie televisiva “Atlanta” (2017), y que ahora desarrolla para el cine su trabajo de mayor ambición. Aliada con el realizador televisivo afrocanadiense Stephen Williams, que sabe de talentos precoces al haber empezado a dirigir cortometrajes siendo aún adolescente, consiguen una producción de época tan sorprendente como deslumbrante. Después de la “Maria Antonieta” (2006) de Sofía Coppola, es, sin duda, la creación más atrevida ambientada en el siglo XVIII, dentro de la corte de Louis XVI.

Desgraciadamente, se conoce poco sobre la figura real de Joseph Bologne, laguna histórica que ha sido aprovechada para rellenar y dramatizar los huecos existentes en su biografía. Esta ficción quiere ante todo reflejar lo que tuvo que ser la carrera artística de un africano en la Europa de hace tres siglos, siendo además el primero, un adelantado del que casi se pierde su ejemplo.

Joseph Bologne era hijo ilegítimo del dueño de una plantación en Guadalupe, fruto de la relación que mantuvo con una de sus esclavas nativas. Aquel terrateniente colonial supo ver en su hijo negro a un niño prodigio, por lo que creyó conveniente enviarlo a la metrópoli para que fuera educado en una academia exclusiva para las clases aristocráticas. Aunque lo tenía todo en contra, y las puertas las tenía cerradas desde su llegada en una sociedad que no contemplaba intrusismos raciales o de clases inferiores, consiguió hacer amistades y ganar simpatías en la corte gracias a su asombroso talento musical como virtuoso del violín.

La impactante apertura de la película muestra a un Bologne que deslumbra con su instrumento al mismísimo Mozart, para dar una idea al espectador del choque cultural que su irrupción en los escenarios de teatro y salones cortesanos suponía. De no ser gracias a que logró la protección de Maria Antonieta, seguramente se habría convertido en un fenómeno, destinado a acabar en las ferias. Pero supo hacerse un sitio, por increíble que parezca, y es que, además de un gran músico, fue campeón de esgrima, poco menos que invencible en cuantos duelos y competiciones participó.

La interpretación estelar de Kelvin Harrison Jr. es muy inteligente y audaz, porque ha de ponerse en el lugar de alguien que se sale completamente de lo corriente, y que llama la atención incluso de quienes no tolerarían su intrusismo social. Por eso su forma de tocar el violín es espectacular, con movimientos nada convencionales y académicos, avanzados a los tiempos venideros de la contracultura y el rock. Es muy posible que para ejecutar esa arrolladora puesta en escena se haya inspirado en el estilo visceral y dinámico del armenio Ara Malikian, que también es capaz de lograr un efecto de extrañeza similar en la actualidad.

Pero, una vez más, tal como muestra “Chevalier” (2022), el transcurso y devenir de los acontecimientos históricos fagocita incluso a los más grandes personajes de su tiempo, y a Bologne, la misma proximidad al poder que le sirvió de escudo contra el racismo y el clasismo imperantes, supuso la caída que le iba a precipitar al olvido. El rey Louis XVI le nombró Chevalier De Saint-Georges, así que, cuando llegó la Revolución, se convirtió en enemigo del pueblo levantado en armas.

Esto hace que la de Bologne sea una figura controvertida, que refleja en su persona las complejidades de toda estructura social hecha de diferencias insalvables, a la que se puede desafiar, pero siempre pagando un alto precio por ello. El ascenso y caída de alguien que nace en la esclavitud y llega a codearse con la aristocracia se torna en la experiencia vital más vertiginosa que haya podido darse en este mundo, y que bien merece su película.