Xandra  Romero
Nutricionista
OSASUNA

La publicidad de las leches de fórmula

Como ocurre en los anuncios de productos o pseudoalimentos infantiles, que ya hemos comentado con anterioridad, muchas veces la publicidad puede resultar engañosa en productos sobre los que difícilmente concebiríamos que nos pudieran estar manipulando. Un buen ejemplo de ello es la leche de fórmula, o más bien, su publicidad.

Más allá de entrar en el debate de leche materna o de fórmula, lo relevante de esta segunda opción es si la decisión de su uso deriva de factores médicos, factores sociopolíticos y psicológicos o, por el contrario, de la confianza en la publicidad que se hace de ella. Es decir, que lo verdaderamente problemático sería que alguien se decidiese por la leche de fórmula convencido de las propiedades que la publicidad le atribuye, y que, como veremos, no siempre son ciertas.

Por ello, una reciente investigación realizada por la Organización Mundial de la Salud y el Fondo Internacional de Emergencia para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef) destacó, entre otras cosas, el poder de esta industria que gasta miles de millones al año en promocionar derivados de la leche materna, para lo cual utilizan múltiples técnicas a menudo emotivas y pseudocientíficas.

Un buen ejemplo de este aspecto pseudocientífico son las declaraciones de propiedades saludables y nutricionales sobre la fórmula infantil, es decir, los eslóganes escritos en los envases o mencionados en los anuncios y que hacen referencia a la maravilla de ingredientes que llevan.

Este estudio –“British Medical Journal”– ha concluido que algunas de estas declaraciones son controvertidas porque existen sendas dudas sobre su veracidad. Para ello, se analizaron las estrategias promocionales de estos productos en 15 países entre los años 2020 y 2022. De los más de 600 productos seleccionados, de más de la mitad de ellos se decía que ayudaban en el desarrollo del cerebro o el sistema nervioso; de un 40%, que fortalecía el sistema inmunitario y de casi otro 40%, que favorecía el crecimiento y el desarrollo del bebé. Sin embargo, estas afirmaciones que relacionan los ácidos grasos con el desarrollo del cerebro, los ojos y el sistema nervioso y que fueron las más comunes, en realidad hacen referencia a un vínculo causal que la evidencia científica reciente no ha podido corroborar. Respecto a las otras afirmaciones acerca de cómo los prebióticos, probióticos y simbióticos fortalecen al sistema inmunológico en esta población, tampoco tienen una fuerte fundamentación en la literatura científica.

Asimismo, los investigadores encontraron que las afirmaciones se hicieron con frecuencia sin identificar el ingrediente beneficioso en cuestión y en más de la mitad de los productos no se ofrecía ninguna referencia al artículo científico para justificar lo publicitado. Pero, subimos la apuesta; y es que en el caso de las afirmaciones que sí hacían referencia a estudios clínicos, el 90% de los ensayos que aparecían tenían un elevado riesgo de estar sesgados por, en primer lugar, un sesgo de los resultados y, en segundo lugar, por existir conflicto de intereses de los autores, bien por estar estos ensayos financiados por empresas fabricantes de leche de fórmula o por ser directamente empleados en dichas empresas.

Con todo ello, la falta de independencia, transparencia y el alto riesgo de sesgo, lo convierte en publicidad engañosa tanto para los padres como para los trabajadores de la salud, y que posteriormente puede estar afectando las elecciones de los primeros y las recomendaciones de algunos sanitarios.