La calidad del sueño y el rendimiento deportivo

Dormir es primordial para tener un estilo de vida saludable debido a sus efectos fisiológicos y regenerativos y, si eres deportista y estás buscando el rendimiento deportivo, aún más.
Se ha demostrado que una noche de sueño insuficiente puede reducir la capacidad física, aumentar la percepción de esfuerzo y disminuir el estado de ánimo. Se han hallado reducciones en la concentración de glucógeno muscular por restricción del sueño, menor cantidad de energía para procesos regenerativos post carga de entrenamiento e incluso una peor función neurocognitiva. El sueño insuficiente se relaciona con riesgo de padecer diabetes, enfermedades cardiovasculares y mortalidad, entre otros. Hay estudios que concluyen que, deportistas adolescentes que dormían menos de 8 horas, aumentaban su índice lesional en 1,7 veces.
El sueño regula las fluctuaciones circadianas normales entre las hormonas catabólicas (cortisol p.e.) y anabólicas (hormona del crecimiento y/o testosterona). Por lo que ayuda a un correcto funcionamiento para reparar el cartílago articular o la musculatura y preservar un metabolismo sano. Después del estrés post entrenamiento, el sistema inmune se altera. El dormir aumenta las células NK para hacer frente a patógenos virales o interfiere positivamente en la proteína IL-6 para generar anticuerpos, pues el sueño profundo fortalece el sistema inmune. El sistema glinfático ayuda a “limpiar” el cerebro mientras duermes, eliminando las sustancias neurotóxicas que alteran la composición cerebral. El sueño favorece los procesos cerebrales, ayudando así a consolidar las habilidades motoras. Además, un buen descanso permite mantener un correcto índice de masa corporal (IMC), ya que interfiere en las hormonas relacionadas con el hambre y la saciedad y ayuda a una buena metabolización de la glucosa.
Son muchos los factores que pueden afectar a la calidad del sueño: los eventos deportivos a última hora, el estrés psicosocial (mal rendimiento, estrés, uso de pantallas…), viajes, la alimentación (consumo de sustancias estimulantes o alcohol). Se recomienda dormir entre 7 y 9 horas para obtener sus consecuencias positivas. A ello, ayudan estrategias como la extensión del sueño, siestas, estrategias de higiene del sueño y nutricionales.