«Se trata de echar un poco la mirada atrás, lo justo para que no nos dé tortícolis»
La banda de Berriozar acaba de reeditar su mítico primer álbum, «La Patera», un disco que les convirtió en estrellas en una escena rock necesitada de referentes, en un momento en que los grandes nombres del género parecía que ya lo habían dicho todo. Por ese motivo, Marea se postulaba como la «gran esperanza» que habría de mantener viva la llama de los sonidos más duros. Y, a decir verdad, los navarros no defraudaron a nadie con un debut salvaje, brutal y que derrochaba energía a raudales. Juventud y calidad a partes iguales. El inicio de una historia de la que todavía quedan muchas páginas por escribir.
Cuando marcamos el número de Kutxi para entrevistarle, ya sabemos dos cosas: una, que seguramente va a ser la entrevista más interesante de la semana, y dos, que tendremos que dejar libre el resto de la agenda de esa mañana, porque vamos a estar un rato largo charlando con una auténtica leyenda del rock vasco. Y, por supuesto que no nos defrauda, y así estamos una hora, conversando con un tipo sin filtros que tan solo nos va a plantear un problema: ¿Cuál de todos los titulares que nos ha dado vamos a elegir para la entrevista?
Cuéntenos, para comenzar, cómo surge en este momento la idea de reeditar «La Patera». Nosotros estuvimos en RCA unos siete meses. Nos ficharon a nosotros y a Estopa, y parece que a ellos les fue bastante mejor (risas). Cuando el sello desapareció en España, nos daba pena que la gente que quisiera hacerse con la discografía de Marea no pudiera hacerlo, porque nosotros somos del formato físico, de la época del vinilo, de la portada, del libreto... algo que no puedes explicarle a un chaval de 20 años, porque además no tienes argumentos reales para hacerlo. Pero a lo que íbamos es a que, de un tiempo a esta parte, parece que hay una persona encargada de los catálogos antiguos de RCA, así que hemos decidido hacer una edición bonita en vinilo, para hacer retrospectiva, aunque no nos suele gustar mirar hacia atrás, ni hacer refritos, ni recopilatorios, porque te quita mucho tiempo y te das cuenta de que estabas mucho mejor hace 25 años, y que la vida es una mierda (risas)... Porque todo lo que va mal es susceptible de ir a peor.
¿Cree que han envejecido bien estos temas? Normalmente, nunca escucho mis discos; y no creo que haya ningún músico que lo haga, porque bastante los escuchas un año entero al hacerlos. Pero ahora que me ha tocado escucharlo de nuevo, porque lo hemos mandado a los “Estados Unidos de mierda” a que lo mastericen… ¡joder, la sensación ha sido cojonuda! Me he dado cuenta de que llevamos 25 años tocando las mismas canciones, pero cuando mejor nos salía era entonces.
Y eso que, en teoría, nosotros no hemos cambiado tanto. Claro que tocamos mejor, pero solo por el “dale que te pego”. La esencia de esas canciones ya estaba allí, y sigue siendo insuperable, porque tiene la juventud, el coraje, la ilusión, esas ansias de descubrimiento y de vomitar las cosas. Eso no se puede mantener cuando ya llevas un montón de conciertos y discos. Son cosas que nunca van a volver, aunque afortunadamente están aquí ahora en vinilo y quedarán por siempre... Forever Young (risas).
¿Y cómo recuerda aquellos inicios de la banda? Fueron los mejores años, como los de cualquier banda. Tenías 22 años, cero responsabilidades, podías mandar a tomar por culo el curro de un día para otro… lo único en que pensabas era en subirte a la furgoneta para ir a tocar, por ejemplo, a Badajoz, y era algo maravilloso, e inconsciente… como debía ser.
A veces, vemos carteles de giras antiguas donde en ocho meses hacíamos ochenta y pico conciertos, y decíamos: «¿Cómo hostias lo hicimos?». No es tanto cómo lo hicimos, sino, ¿qué nos ha hecho el tiempo? Pero es que, si no lo haces con 22 años, ¿cuándo lo vas a hacer? Eso lo hizo nuestra juventud, no nosotros. En la última gira hicimos 25 bolos en siete meses, y un poco más y no acabamos (risas). Yo defiendo que la trayectoria en el rock tiene una serie de etapas que no se puede saltar nadie, y que si te las saltas, pagas un precio muy alto. Esos chavales a los que, desde el principio, les dicen que son grandes talentos y no les toca “comer barro”... pues les diría que, evidentemente, son años duros, pero necesarios para saber degustar las cosas cuando todo va bien, lo cual, por otra parte, también es complicado. Pero todos los grupos que conozco que se han saltado esa fase de bares, gaztetxes o “pico y pala”, no son grupos longevos. Aunque, como en todo, siempre hay excepciones.
¿Antes, que no había redes sociales y todo eso, eran más difíciles las cosas para las bandas que empezaban a buscarse la vida? Había otro tipo de inconvenientes; no era ni más fácil ni más difícil. Antes no grababa un disco cualquiera, y autoproducirse era imposible, tenías que tener una discográfica detrás. No había Internet, y para que la gente se enterase de que habías hecho un disco, o funcionaba muy bien el “boca a boca”, o había una buena promoción detrás. Ahora pueden hacer la misma promo unos chavales que han empezado ayer o Bruce Springsteen. Pero quien decide siempre es el público, y yo siempre he defendido la inteligencia del oyente, y que la gente no es tonta; se la puedes pegar un rato, pero no durante 30 años. Por eso, también defiendo las pocas habilidades o talento que tengamos, porque algo tendrá el agua cuando la bendicen, ¿no? Aquí llevamos veintipico años viviendo de la música, así que algo haremos bien… o igual tenemos lo que decía John Lennon, de que la música es un 45% talento, un 45% suerte y un 10% que nadie sabe lo que es, ni siquiera el que lo tiene, pero que realmente es lo que importa… y creo que por ahí pueden ir los tiros.
Ahora lo que hay es un inconveniente, que es el exceso de información y, sobre todo, la falta de un circuito para empezar a rodar, porque lo de los gaztetxes era maravilloso. Pregúntales a Reincidentes o a bandas así lo que era Euskadi, que te podías tirar un año entero haciendo solo gaztetxes, y formándote que flipas… era la mejor escuela que había para empezar. También se hacían conciertos en todos los frontones de los pueblos, con esos sonidos horribles, que tocabas un día, y al día siguiente todavía retumbaba (risas)... y a los bares no les tocaban la polla como ahora, que cada diez minutos tienes a la “pestañí” en la puerta. Se podían hacer bolos en cualquier garito, y ahora ni bares, ni gaztetxes, ni nada… Eso sí, todos los pueblos tienen su festival de “no sé qué rock” para que toque el grupo del pueblo y otros tres, y sanseacabó. Los chavales lo tienen mucho más complicado para empezar a foguearse en vivo por la falta de ese circuito digamos más underground.
Me decía Edorta de Flying Rebollos, en una entrevista reciente para GARA, que el rock se ha convertido en algo «demasiado legal». ¿Van por ahí los tiros de lo que me estaba diciendo? Exacto (risas). Además, ya todo el mundo es profesional desde el primer minuto. Sale una banda y, si los tíos se lo curran bien y dan una imagen adecuada, parece que llevan 20 años… pero bueno, está bien, porque partimos de la base de que el rock ya no le interesa más que a la gente de 40 años para arriba. Y no se trata de un discurso pesimista. El rock lo llevan enterrando desde los años 40, y yo tengo muchas conversaciones de estas, tipo “abuelo cebolleta”, con los colegas… «porque antes, porque antes…» ¡Antes, una mierda! ¿Cuándo ha sido punta de lanza de nada el rock? O, cuando dicen eso de «el rock era la banda sonora de nuestras vidas…», eso es mentira, siempre ha sido algo para cuatro chalados, y por muy popular que fuera, no dejaba de ser algo minoritario. Igual que ahora: si nos quitamos de la ecuación nosotros, Robe y Fito, que estamos dando la paliza todo el tiempo, ¿a quién, que tenga menos de 40 años, le interesa el rock? Cuando empecé, con 22 años, había gente que venía a los conciertos de entre 17 y 20, y ahora sale un grupo nuevo de chavales… ¡pero chavales de 35 años! Cuando conocí a El Drogas, él tenía 38 años y ya era una leyenda que había hecho una carrera con Barricada. Hoy, un grupo de “chavales” de 35 años son las jóvenes promesas.
Y vas a ver a grupos que están saliendo, como el de mi hijo, por ejemplo, y los que les están viendo, aparte de sus colegas del instituto o de la universidad, todos tienen mi edad. Y te lo digo yo que voy a muchos conciertos, porque soy mucho mejor espectador que cantante… es más, soy mejor ingeniero que cantante, ¡y no tengo ni idea de ingeniería! (risas).
En cuanto al sonido, siempre se ha hablado de la influencia de bandas como Extremoduro o Barricada en lo que empezaron a hacer Marea; pero, si escuchamos este «La Patera», musicalmente -especialmente las guitarras- parecían estar más cerca del rock escandinavo de bandas como Hellacopters, Turbonegro… Todos teníamos un poco las mismas influencias, y “Kolibrí”, que de aquellas ya era un gran guitarrista, sí que venía un poco más de una escuela de músicos guiris, y él puede ser el que le diera ese toque “internacional”... aunque me suena un poco grandilocuente este término. Pero, como te digo, salvo él, los demás ni conocíamos a esas bandas todavía; veníamos de Los Suaves, Los Reinci, Barricada, Rosendo… y, por cierto, yo siempre lo digo, y un día incluso lo dije delante suyo, que el rock n’roll, a nivel mundial, empezó con Rosendo, porque esa es mi visión, antes de él no había nada. Así que, para mí era un lujo poder hablar con el creador del rock and roll… aunque la verdad es que nunca he podido hablar demasiado con él, porque se cree que estoy como una puta “txota” y hace bien en creerlo, ¿eh? (risas).
Y qué suerte haber tenido, desde que empezaron, tan cerca a todas esas bandas, que también eran referentes, ¿no? Es que, si alguna vez tuve sueños, se cumplieron muy pronto. Porque también fuimos la última banda de rock que se hizo muy popular… o mainstream, como se dice ahora. Y todas estas bandas ya tenían trayectorias largas y nos trataron muy bien; nos daban muchos consejos porque para ellos éramos como sus hijos, o los que, a lo mejor, íbamos a continuar con el legado, y por eso mismo, nosotros también les tratábamos con mucho respeto. Pero fíjate que teníamos 25-26 años, y habíamos colaborado o habíamos hecho giras con nuestros héroes, habíamos tenido con ellos relación de amistad… habíamos hecho, en definitiva, todo lo que otro chaval solo llega a soñar y nunca a alcanzar. Pero yo siempre digo que para mí fue una putada cumplir tantos sueños en tan poco tiempo, porque fueron demasiados de golpe y tampoco lo pude disfrutar. Es como cuando el día de Navidad te daban 35 regalos, coges el primero, quitas el papel, lo miras y lo apartas para ver el siguiente… Por eso, de lo único de lo que me arrepiento de toda esta época es de haber cabalgado tan deprisa, de haber vivido tan rápido. Que está guay, pero yo, personalmente, me pasé de frenada y pagué precios muy altos por ello. Y el más alto de todos es que no he sabido disfrutar de las cosas buenas, de los beneficios, del trabajo… porque solo pensaba en galopar y no me daba tiempo a ver el paisaje. Pero bueno, una vez vistos los huevos, macho. Fue todo muy frenético, y ahora que tienes 50 años, haces retrospectiva y piensas: “¿por qué no galopé más despacio?”.
Pero bueno, era lógico, ¿no? Tampoco sabían cuántas veces iban a tener la oportunidad de vivir todo aquello… Sí, sí… y ahora es tontería hablar de cómo se podría haber gestionado mejor todo aquello, porque ya es el pasado. Pero te puedo contar una anécdota para que veas lo frenéticos que íbamos: En 2002 estábamos de gira y nos llama el presidente de la compañía para darnos la enhorabuena porque habíamos conseguido el disco de oro y, cuando nos preguntan a ver cuándo podíamos hacer la ceremonia de entrega, dijimos que, con el lío que teníamos, ya veríamos… Empalmamos dos giras seguidas y no hicimos ni ceremonia ni nada, y con el siguiente volvimos a llegar al disco de oro, y nos entregaron los dos juntos. Eso es a lo que me refiero, a que teníamos que haber disfrutado momentos tan importantes como aquellos.
¿Esperaban ese éxito masivo cuando comenzaron? ¿Creen que realmente eran esa «esperanza» que el rock necesitaba en aquel momento? Nosotros no nos enterábamos de nada, solo queríamos que los caballos aguantaran mientras galopábamos, como te decía antes. No nos dábamos cuenta de nada, ni creíamos que éramos nada, íbamos tocando y haciendo canciones continuamente… mientras trabajábamos, porque no dejamos nuestros curros hasta la mitad de la gira de “Besos de perro”, nuestro tercer disco. Pero no hacíamos análisis absolutamente de nada y nos parecía todo normal, «el año pasado estuvimos en esta sala, pues ahora en otra más grande, y ahora en un pabellón…», no nos sorprendía y solo queríamos hacer canciones guapas y punto. De todas formas, también hemos tenido mucha suerte en la banda porque nunca ha habido ningún problema de egos, ni a nadie se le ha ido la olla con temas de pasta…
…Porque eran compañeros de banda, pero sobre todo eran amigos, ¿no? Eso es. Y lo seguimos siendo, date cuenta de que somos el grupo más longevo con una misma formación. Y esto también viene porque vivir de la música, para nosotros, no era una finalidad, sino que fue la consecuencia de esa amistad. Yo nunca me metería en una furgoneta con un tío con el que no me hablase y los Marea no existirían jamás, bajo ningún concepto, si alguno de nosotros no pudiera seguir en la banda. Todo esto es algo muy fácil de predicar, pero muy difícil de practicar, porque yo escucho a muchas bandas que lo dicen, pero eso se lo van a contar a su prima, ¡por eso has tenido 14 formaciones!
¿Ha sido fundamental, para esa longevidad, el hecho de haber sabido hacer los parones necesarios cuando era necesario? Este es un sitio muy pequeño y, cuando estás metiendo mucho público en tus conciertos, puedes hacer dos cosas: una es comerte el pastel entero y reventar, y que no te quede nada; la otra es ser más cauto, comerte el trocito suficiente para saciar tu hambre, y lo demás lo metes en un tupper y te lo vas comiendo, que es lo que hicimos nosotros. Siempre tuvimos claro que, si habías metido 10.000 personas en un bolo, podías volver a los seis meses y a lo mejor lo volvías a hacer… pero seis meses después, ya no. Creo que eso es lo mejor que hemos hecho: decir, “¿cuántas entradas hemos vendido en esta gira? ¿200.000?”, pues para los caballos y vamos a dedicarnos un tiempo cada uno a nuestros proyectos personales y, cuando sintamos que es el momento de volver a contar cosas, nos juntamos, hacemos un disco, una gira o lo que sea. Pero siempre como una consecuencia de la actitud que tuviéramos en cada momento.
Creo que ese sí es el secreto que descubrimos a partir del cuarto disco, cuando nos lo pudimos permitir, lógicamente. Además, nosotros no repartimos el dinero que ganamos en cada gira, sino que desde hace 20 años, cada uno tiene su nómina como cualquier obrero… bueno, como un “encargadillo” (risas), y eso supone que, toquemos o no, vamos a cobrar lo mismo, lo cual está de puta madre. Si repartes lo de una gira, según lo tienes, lo gastas (risas). De esta forma, el tema del dinero queda fuera de la ecuación, porque todos los grandes males siempre vienen por la puta pasta. Y tampoco es que seamos millonarios, que yo vivo en un tercero sin ascensor, y en la pandemia me di cuenta de que no tenía balcón (risas)... Y no he espabilado, porque sigo en el mismo sitio.
Volviendo a «La Patera», ¿cree que este es de los mejores discos de Marea? Es el mejor, porque tiene todo eso de lo que te hablaba antes; eso nunca lo vas a tener. Puedes hacer mejores canciones… y las hemos hecho, porque para mí, “28.000 puñaladas” o “El azogue” tienen temazos; pero como disco, con las sensaciones que transmite, el primero es el mejor, sin ninguna duda. Tiene eso… el “10%”, está pasando algo, como en el “Never Mind the Bollocks” de los Sex Pistols... ahí había algo que era, como me decía Evaristo una vez: «ese tío está hablando en inglés, pero entiendo todo lo que quiere decir». Me pareció una gran explicación.
Pues, con este disco, creo que pasa algo parecido: ves que pasa algo que nunca más va a volver a suceder, porque no tienes 22 años y, lógicamente, nunca vas a volver a hacer tu primer disco. Hablando el otro día de las pruebas de fábrica, de los vinilos, creo que, quitando cuando hicimos este en su momento, no he visto a todos tan emocionados con un disco, estábamos como niños con la reedición. Además, hemos metido material extra, y un montón de fotos en las que se peinaba pelazo (risas).
¿Y cuesta ponerse a hablar otra vez de todo esto 25 años después? Desde BMG, querían que hiciéramos la promo del siglo, pero pensamos que iba a ser un desgaste emocional tremendo. Todo el mundo sabe que el disco va a salir, así que solo haremos alguna entrevista con medios amigos, aunque nos han llamado de mil sitios, porque parece que cualquier cosa que haga Marea se convierte en un acontecimiento mundial. Pero la misión era tenerlo en formato físico y ya está, ya tenemos la colección completa. Además, tampoco hay mucho que contar en entrevistas… yo, porque soy un bocazas, y te estoy contando la reconquista de Cordobilla (risas), pero de lo que se trata ahora es de echar un poco la mirada atrás, solo lo justo para que no nos dé tortícolis.
Además, ya estamos liados ensayando y preparando lo nuevo, y no queremos despistarnos, porque este año que entra queremos estar con eso. Mientras tanto, los fines de semana estos siguen con Ciclonautas y Malaputa, que son los otros proyectos del resto de los Marea, que también estarán presentando sus nuevos discos, y van a disfrutar como perros. No sabes la envidia que me dan, y no es envidia sana, que eso es un eufemismo (risas). Están contentos porque vuelven a las salitas pequeñas, y es que parece un tópico, pero es verdad: para el rock and roll no hay nada mejor que tocar en salas, y eso con Marea no lo hacemos desde hace 20 años. Está guay cuando, al principio, llenas pabellones, pero luego te das cuenta de que estás todas las noches en la misma oficina. Yo me acuerdo perfectamente de los 400 conciertos que dimos en gaztetxes y, en cambio, me hablas de los 20 de la última gira, y muchas veces no sé ni dónde pasó cada cosa. Así que me alegro mucho, porque van a disfrutar, están como niños con zapatos nuevos porque van a volver al pico y pala… como debe ser.
Lo que demuestra que este fue un trabajo fundamental para la banda es que estas canciones no han salido nunca de los repertorios… Todas aguantan bien porque, dada nuestra inoperancia técnica, no hemos mejorado mucho, y por eso no desentonan en ningún repertorio, puedes tocar la primera del primer disco y seguida la última del último, y parece que hemos grabado ayer las dos.
Le veo demasiado crítico consigo mismo… Qué va, crítico no. Lo que soy es un inmovilista total en lo musical y además, porque quiero. Tampoco tengo capacidad para reinventarme, pero aunque la tuviera, tampoco lo haría. Está guay porque, como no puedo hacer otra cosa, no me tengo que esforzar (risas). Soy el tipo más vago del mundo, así que siempre voy a estar haciendo lo mismo. Por eso también existen los proyectos paralelos de cada uno. «Puto Kutxi, me tiene hasta los huevos, 25 años con lo mismo, dale a la nota de al lado a ver qué pasa» (risas). Bueno, a Malcolm Young le debieron decir lo mismo: «¿Sabes que existen más notas aparte del La mayor?». Pues a mí me dicen lo mismo, pero con el La menor (risas). Ya sé que hay más, pero vivo muy feliz con esto.
¿Tiene alguna canción preferida dentro de «La Patera»? No me he puesto a pensarlo, pero todo el disco es como una canción. Es un disco cortito de media hora, lo cual me encanta, porque dura como el “Corre, corre” de Leño, que era el ejemplo perfecto, igual que el primero de Barricada, el primero de Fito… Es como los pistoleros que se juntan y uno le dice al otro: «mi pistola tiene 24 balas y otras cinco en la recámara, ¿y la tuya?» -«La mía cinco». «¿Solo?»... pero es que, lo que no se mata con cinco balas, no se mata. Es como los conciertos largos, lo que no hayas hecho en hora y media ya no lo vas a hacer. Yo alabo mucho a Bruce Springsteen o a Paul McCartney por el esfuerzo y por la superación, pero no por el chapón que están dando. Un tipo con setenta y pico palos que se casque un concierto de tres horas… ¡olé!, pero menudo palizón estás dando (risas).
¿Y qué piensa entonces de lo de Robe, haciendo bolos de casi tres horas? Es que Robe hace dos conciertos diferentes, ves la primera parte y ya te podías ir a casa, pero luego viene la segunda… y ya nos quita a los demás las ganas de seguir haciendo cosas (risas). Yo le vi aquí en Iruñea y dije: «¡qué hijo de puta!, qué canciones, qué melodías…». Luego enchufas tú la guitarra, parece que se te ha caído por las escaleras, de cómo suena… Bah, ¡me voy al bar! (risas). El otro día me pasó algo parecido viendo a El Drogas en una presentación, él solo con una guitarra y punto pelota, ¡qué talento!... y qué maravilla es la música. Soy muy admirador de ellos y sé que nunca les voy a llegar a la suela. Es lo que decíamos antes, lo que no hayas hecho con 50 años, ya no lo vas a hacer. Ahora mismo estaba escuchando a Los Suaves, esa manera de predicar de Yosi… pero Robe ya no cuenta, porque yo suelo decir que, hoy por hoy, en el Estado existen dos ligas: la de Robe y la otra, en la que los demás nos tenemos que buscar la vida. Para mí siempre Robe ha sido superior a todo.
¿Era, por lo tanto, un orgullo cuando empezaron y los comparaban con Extremoduro? Era maravilloso, y lo decían todos los periodistas al principio; ellos iban a atacarnos diciéndolo, hasta que vieron que nos enorgullecía y dejaron de decirlo (risas). Cuando a un periodista le sale el tiro por la culata, deja de disparar… «yo que iba a tocarle los huevos, y se los estoy acariciando» (risas). De todas formas, a mí lo de las etiquetas nunca me ha molestado, porque en el día a día también las usamos cuando hablamos entre nosotros. El problema es que a un periodista se le supone una cierta formación para no echar mano de los tópicos pero, al final, para que existan las cosas, hay que nombrarlas, sea más adecuado o menos.
En ese sentido, también te digo que nuestra relación con la prensa siempre ha sido muy buena, porque nunca hemos sido un grupo polémico, ni de desfasar mucho. Nuestras letras no son comprometidas, más que conmigo mismo, y por eso es muy fácil nadar en esas aguas. Otra cosa es lo de Fermín Muguruza, que llevan 40 años contra él y ahí sigue. ¡Ole él! Todos mis respetos para él y para todas las bandas a las que han perseguido, como Berri Txarrak, Soziedad Alkoholika… siempre en su lado de la barricada. Ya me gustaría a mí saber ser más combativo en mis canciones, pero es que no sé hacerlo… Cuando alguien tiene voz para ello, debería ser una obligación decir cosas o reivindicar ciertas situaciones, y poner su granito de arena. Pero es que yo lo he intentado y me sale como el puto culo, no sé cómo hacerlo (risas).
Bueno, usted tiene otras cosas, como su capacidad poética única. Tiene que haber tiempo y hueco para todo. Y la verdad es que sus letras siguen emocionando, aunque pasen 25 años… Es que mira que pasan cosas en 25 años, ¿eh? Hay sentimientos encontrados y es algo que, cuando te pones a mirar atrás, deja un poso un poco amargo. Pero, ¡bah! Hoy es el futuro, como decía Evaristo… otro al que hay que reivindicar siempre, y a quien quiero mucho. Un gigante, muy a su pesar, así que, ¡que se joda, vamos a decirlo! (risas).