Visita al universo del pueblo vasco-gitano, el gran desconocido
Llevan casi seis siglos en Euskal Herria y, sin embargo, existe un gran desconocimiento sobre la historia, cultura y costumbres del pueblo gitano. Pocas comunidades han sido y se han sentido tan marginadas. Evitar los estereotipos y las actitudes racistas pasa por un reseteo a fondo. Los gitanos vascos reivindican visibilidad y reconocimiento. Una exposición en la Casa de Cultura de Aiete es un paso más hacia esos objetivos.

Rafa Giménez cuenta en bonito caló que, de niño, cuando su padre le mandaba a por algún recado, acababa con el latiguillo “y que no te reconozcan por gitano”. Ocurría en todas las casas, ellos mismos practicaban el antigitanismo aunque fuera por protección. «Cuando yo era pequeño, ser calé era lo más grande del mundo, pero en la escuela, con 8 años, descubres que ser gitano es una mierda, y no solo por parte de tus compañeros, sino que hasta el profesor participa de ese rollo, y entras en conflicto identitario. Entonces, unos se hacen invisibles y otros optan por la otredad, que no te reconozcan por gitano».
Giménez es el presidente de AGIFUGI, Asociación Gitana por el Futuro de Gipuzkoa, con sede en el barrio donostiarra de Intxaurrondo, una entidad de curioso nombre que se puso en marcha en 2002. A AGIFUGI lo que la diferencia de otras asociaciones gitanas, según su presidente, «es que es puramente gitana, tanto la junta directiva como los socios. Somos trabajadores de lo social e integradores sociales. Hemos tenido antropólogo, psicóloga, un equipo potente para visibilizar nuestra historia y cultura dando una imagen positiva, todo desde un frente antifascista y antirracista. Trabajamos el ámbito de lo social, pero también el asociativo, que es importante para reivindicar los derechos humanos. Somos muy activistas».
Y para ir consiguiendo esos propósitos han colaborado en “Pindro Dantzariz. El pueblo gitano en Gipuzkoa”, que parece una exposición pequeña pero es grande por la temática, el material que maneja y todo lo que conlleva. La muestra retrata al pueblo gitano, no solo en Gipuzkoa, sino en Euskal Herria, en un largo recorrido que comienza en 1435 y llega hasta nuestros días. Vale la pena prestar atención y es fácil si la persona visitante se toma el tiempo de observar los detalles y leer los textos que acompañan el material visual.
Organizada por la Dirección de Derechos Humanos y Cultura Democrática de la Diputación de Gipuzkoa como parte del II Plan Foral de la Diversidad, todo empezó en 2020, cuando este departamento inició un proceso participativo convocando a diversos colectivos y asociaciones, entre las que se encontraba AGIFUGI. «Durante un año estuvimos recogiendo propuestas e hicimos un plan para abordarlo los siguientes tres años. Preguntando a las asociaciones gitanas qué veían que se podía hacer, nos respondieron que, después de 600 años, no se les conocía», señala a 7K Ion Gambra, director de este departamento. Les transmitieron que se conoce mucho más a los migrantes que están llegando ahora que a los que llegaron hace casi seis siglos. «Querían que hiciéramos acciones que dieran a conocer su historia, su cultura y su identidad. Es la primera vez que se hace algo así en Gipuzkoa y en Euskal Herria. A nosotros esta iniciativa nos ha permitido acercarnos y conocernos más. Además, este año se cumplen 600 años de la llegada de los primeros gitanos a la península ibérica, mientras que a Euskal Herria la fecha de llegada se cumple dentro de siete años. Seguramente, de esta surgirán otras iniciativas».
Conseguir el material que dotara de contenido a la muestra ha resultado muy complicado. Contactaron con el fotógrafo Juantxo Egaña -con una larga experiencia al frente de otras exposiciones, que nos guía también en esta mientras recomienda que lo mejor es que se vea de izquierda a derecha, respetando los tiempos cronológicos- y con el historiador David Martín, experto en el tema y autor del libro “El pueblo gitano en Euskal Herria” (Txalaparta, 2017), al que dedicó su tesis doctoral. Martín ha confeccionado gran parte de los textos que recogen la historia de los romaníes vascos y algunos se pueden leer en la muestra. Ambos ejercen de comisarios.
QUEMAR LAS PERTENENCIAS
El primer obstáculo al que se enfrentaron los organizadores fue la dificultad de conseguir fotografías con el añadido de que, en las familias gitanas, una vez que fallece uno de sus miembros, acostumbran a quemar sus enseres personales y también sus fotos. A esta tradición, que algunas familias practican y otras no, se puede añadir la condición de pueblo nómada y perseguido con las dificultades que la itinerancia suele entrañar a la hora de conservarlo todo. Así que Juantxo Egaña llamó a 40 fotógrafos para preguntarles si tenían fotos de gitanos y la primera respuesta fue «un no, porque no se acordaban». Después de rebuscar en sus archivos, 22 de ellos respondieron afirmativamente. La colaboración de Rafa Giménez también les abrió puertas.
La muestra incluye 83 fotografías, seis pinturas del artista Félix Arteta, hermano de Aurelio, «que seguramente retrató a los gitanos porque el tema es habitual en la pintura vasca entre los años 30 y 50 del pasado siglo», menciona Egaña y a los que pinta conversando con los caseros o en actitud festiva, por ejemplo, cantando. No obstante, Félix Arteta no tuvo la pasión de otros pintores vascos por los gitanos. Lo dice Mikel Lertxundi Galiana, historiador de arte e investigador, quien recuerda que un joven Ignacio Zuloaga se hizo amigo de muchos de ellos en sus estancias sevillanas y hasta estudió el idioma caló; también Manuel Losada les pintó con el máximo respeto frente a los que plasmaron aspectos negativos o humorísticos.
Destacan dos grabados de Gustave Doré bajo el título “Provincias vascas”, uno se enmarca en Zumarraga y el otro alude a los gitanos vascos. Asimismo se reflejan sus oficios tradicionales como el de Carmen, de Legaria, restaurando asientos de sillas, ayudada de una estaquilla de madera. Un pasado y, en algunos casos, presente laboral vinculado a la venta ambulante en los que pasaron por situaciones discriminatorias. «Si eras hombre gitano, no podías entrar al pueblo porque el alguacil te llevaba preso. Entonces, se quedaban en el río fabricando canastas y eran las mujeres las que intercambiaban en los pueblos las cestas de mimbre por comida o dinero», interviene Giménez. Completan la muestra revistas, carteles, libros, publicaciones de otros lugares del mundo relacionados con el tema... «Muchos de estos materiales han sido proporcionados por museos, archivos y particulares de toda Euskal Herria, con un enfoque destacado en los objetos y fotografías de Gipuzkoa», señala Egaña.
Para Rafa Giménez, «esta exposición es una visibilización del pueblo gitano, voy a decir normal, buscando un acercamiento, formando parte de la sociedad, que es como debería de ser. Generalmente, por parte de las instituciones más, el acercamiento suele ser desde lo exótico, lo folclórico, una visión estereotipada que nos pone en un sitio fuera de las fronteras de la naturalidad y la convivencia normal».
Hay que cambiar tendencias, sobran prejuicios, ideas preconcebidas y desconocimiento, así que las partes afectadas recomiendan para solucionarlo «conocernos y acercarnos los unos a los otros con experiencias como esta, desde la normalidad de tratar al otro como yo quiero que me traten a mí. En la asociación hablamos de cultura gitana, pero también de aculturación. Hasta 1978 no éramos una figura legal; por ser gitanos teníamos unas consecuencias. Somos un pueblo resiliente, hemos tenido que adaptarnos para sobrevivir en las distintas épocas. En Euskal Herria, doble imposición, las leyes forales y las estatales. Y las dos prohibían ser gitano». Giménez calcula que en toda Euskal Herria viven entre 15.000 y 20.000 gitanos vascos, 2.500 de ellos en Gipuzkoa.
PROBLEMAS HASTA CON EL NOMBRE
Incluso la denominación de gitano para sus homólogos de otras partes del mundo es un término despectivo. Con ese nombre se les identifica como vagos, maleantes y peligrosos, «gente que lleva navaja y las mujeres son unas frescas. El término gitano no existe fuera de aquí, es un exónimo y es peyorativo. Gitano quiere decir egipciano. Nosotros lo hemos aceptado, pero hay una Pragmática de Carlos III intentando que desapareciera».
Cuenta David Martín que los primeros registros que mencionan al pueblo gitano en nuestras tierras datan del siglo XV. «El 27 de abril de 1435, la Corte de la reina Blanca de Navarra, en el castillo de Olite, concedió una donación a Tomás, conde de Egipto Menor, quien, acompañado de un grupo de personas, pidió refugio en el reino antes de continuar su peregrinaje a Santiago de Compostela. Este recibo, escrito en romance navarro, es el segundo documento que menciona al Pueblo Gitano en la península ibérica, tras uno anterior en la Corona de Aragón, diez años antes. En Gipuzkoa, el texto más antiguo que alude a una persona gitana es de 1510». Giménez agradece la protección de Blanca de Navarra «porque es el principio del pueblo caló»,afirma. Una reproducción de ese documento está en la muestra, el original se conserva en el Archivo General de Nafarroa.
Realmente lo han pasado siempre mal. Durante la Guerra del 36 muchas familias se refugiaron en el Estado francés huyendo del conflicto, en la Segunda Guerra Mundial la Alemania de Hitler los exterminó sin compasión, ellos lo denominan Samudaripen, «la gran matanza», y entre 1939 y 1946 otros fueron internados en Gurs, un campo de Bearn, cerca de Ipar Euskal Herria. Algunos de los que se fueron en 1936 se quedaron en Baiona, otros regresaron a Nafarroa o se afincaron por la zona de Donostialdea. Ya en los 90, también sufrieron en la Guerra de los Balcanes, respecto a la cual, Rafa Giménez dice que «las partes del conflicto luchaban entre ellos y con la OTAN en medio en plan malo, pero todos tenían en común el antigitanismo».
El título de la exposición, “Pindro Dantzariz”, está sacado de una poema de Jon Mirande, escrito en erromintxela, la lengua que utilizaban los gitanos vascos, y significa “pies danzantes”, esos pies que les llevaron a recorrer distintos lugares convirtiéndoles en nómadas y como tales vivieron también en distintas provincias de Euskal Herria.
Las primeras imágenes son de finales del siglo XIX y principios del XX y se extienden por distintos lugares del territorio, desde el “Jito Alai” -que no “ijito”-, el frontón de los gitanos que todavía se mantiene en Iruñea detrás del Labrit, a las fotografías en Bilbo de Eulalia Abaitua, considerada la primera fotógrafa vasca. El recorrido por la historia de los gitanos vascos comienza por las imágenes más tristes, en Kanpezu, Larraga, Baiona. Y prosigue con los curiosos retratos de dos gitanos de Irun compartiendo pared en Aiete con agotes de Arizkun -otro grupo social que sufrió discriminación- gracias a las fotografías «antropológicas» realizadas en 1918 por Victoriano Juaristi, un médico donostiarra.
LOS GITANOS Y EL EUSKARA
Interesantes son también las vitrinas, una de ellas dedicada íntegramente al personaje de Carmen. Surgida de la novela corta de Prosper Mérimée, la protagonista es una gitana euskaldun de Etxalar que hace gala de sus orígenes y de la que se enamora don José Lizarrabengoa, un exmilitar de Elizondo. Esta novela inspiró la ópera compuesta por Georges Bizet -este año se conmemoran 150 años de su estreno- que sigue siendo una de las más representadas del repertorio, como constata Iñigo Alberdi Amasorrain, el que fuera director de Euskadiko Orkestra, en una colaboración escrita para la muestra: «Carmen, su protagonista, gitana y cigarrera, encarna muchas cosas, la fascinación de lo desconocido, la libertad de una mujer fuerte, la riqueza de una cultura diferente y próxima a la vez».
Vistas las cifras, parece difícil no sucumbir a su embrujo. Llevada el cine en 60 ocasiones, hasta 80 contando otras adaptaciones fílmicas, ha habido versiones de todo tipo, desde Chaplin a Cecil B. de Mille en pleno cine mudo, hasta Saura rodaron su Carmen, mientras Rita Hayworth y Glenn Ford interpretaron a los personajes principales en la película “Los amores de Carmen”, de Charles Vidor, estrenada en 1948.
Y, aunque en muchos de esos filmes asignan un origen andaluz a esta gitana, ella lo deja bien claro en el libro de Mérimée. «Nuestra lengua es tan hermosa que, cuando la oímos en tierra extraña, nos hace estremecer», se puede leer en francés tras el cristal.
Esa lengua que apasiona a Carmen tiene más sitio en la muestra, donde hay gitanos euskaldunes de distintas generaciones, como lo demuestra el hernaniarra Antxon Etxeberria, euskaldun y aficionado a los bertsos, que posó a los 92 años junto a su mujer María Dolores en un reportaje de la década de los 90 -imagen que ilustra la portada de esta edición de 7K- o esas generaciones más jóvenes que portan el testigo de la Korrika después de abonar su kilómetro. La relación del euskara con los gitanos viene de atrás, lo documenta David Martín, mientras el periodista Karlos Zurutuza dedica otro texto al erromintxela, la lengua de los gitanos vascos de la que ya no quedan hablantes, pero sí testimonio por las quinientas palabras que la filóloga vizcaina Josune Muñoz logró rescatar hasta mediados de los 90.
En otra de las vitrinas reposan, junto a tres pequeñas fotos originales, la cartilla de racionamiento de María Etxeberria y asoma la famosa pintora Mari Paz Jiménez, que se casó con el nieto del poeta y bertsolari Bilintx, y a la que precisamente la sala Kubo dedicará una exposición que arrancará el próximo jueves y permanecerá en el Kursaal donostiarra hasta el 25 de mayo.
IMÁGENES DISTORSIONADAS
Otro de los aspectos que no elude la muestra y resulta polémico para los afectados es el de las caracterizaciones. Algunas de nuestras fiestas incomodan a los gitanos por la imagen que se da de ellos y por la falta de respeto a un pasado de persecución, marginación y hasta genocidio. Dos ejemplos: Caldereros donostiarras y Maskarada de Zuberoa. Lo equiparan al Black Face (cara negra, en inglés), un fenómeno de tradición racista por el cual personas blancas se caracterizan como negras o hasta sucias. Sienten que se les ridiculiza. «En Ipar Euskal Herria, las mascaradas de carnaval incluyen personajes como los buhameak y kauterak, inspirados en el pueblo gitano. Los buhameak visten con trajes coloridos y pompones, mientras que los kauterak, representando a gitanos del este de Europa, llevan ropajes oscuros y pieles, evocando los caldereros de Donostia. También están los kaskarot de Ziburu y Donibane Lohitzune, que combinan atuendos vascos y de pescadores. La imagen del gitano en estas festividades es una mezcla de alegría, color y libertad, pero también de pobreza y marginalidad, reflejando estereotipos contradictorios y prejuicios en la sociedad vasca», aclara David Martín.
Ellos prefieren las bodas, uno de los grandes acontecimientos en la sociedad romaní, donde creen que se manifiesta más potentemente su identidad, perfectamente retratadas en la subida al barrio donostiarra de Sagües o en Miramon, uno de los sitios típicos de la capital guipuzcoana para el álbum nupcial. «Es un tema muy privado y una de las estrategias para sobrevivir, tener más hijos y casarte con lo que conoces», opina Giménez.
Tampoco se pasa de largo en otros conflictos. Recuerda David Martín que «en los años 80, la heroína y el conflicto político, inmerso en los “años de plomo”, causó estragos en la sociedad vasca, afectando también gravemente al pueblo gitano. La falta de respuesta política llevó el problema de la droga a los barrios periféricos, mientras ETA atentó contra personas consideradas traficantes de estupefacientes, incluidas algunas gitanas. En Hernani, la tensión aumentó cuando se intentó expulsar a familias gitanas, generando un conflicto político y mediático. Al mismo tiempo, la violencia generada por la guerra sucia del Estado en su pugna contra ETA dejó víctimas colaterales como el asesinato de Jokin Altimasberes, gitano de Hernani, a manos del BVE (Batallón Vasco Español)».
Hay quienes ya entonces reivindicaron su origen gitano, aunque solo fuera por parte de un abuelo paterno. Parecía broma, pero resultó cierto. El cantante y compositor Rafa Berrio -fallecido hace cinco años y estos días de actualidad por el anuncio del lanzamiento de un doble álbum póstumo de canciones inéditas- aparece en su época con UHF y su hermano, el periodista Iñaki Berrio, sale entrevistando al grupo punk arrasatearra RIP. Junto a ellos, Sonakay, actual grupo de fusión que lleva una década intercalando la música gitana y euskaldun.
Comenzamos este paseo con imágenes de niños vestidos con harapos en playas y campamentos de Gipuzkoa, algunas hermosas, otras tristes, y terminamos en la onda positiva con, digamos, el pasado reciente de estos gitanos vascos jugando a pelota a mano en el frontón Uranzu de Irun, de una universitaria celebrando su condición con la familia en una facultad de la UPV-EHU, otros trabajando en la radio, en hostelería... y a gitanas de distintas edades disfrutando de un concierto en Illunbe en 2024.
Lo dice Palmira Dual, miembro de la asociación Kera, en una colaboración que se puede leer al final del recorrido: «La juventud gitana queremos representar al pueblo gitano allá donde vayamos, para eso los estudios son la clave. Los estudios no son solo una forma de lograr una carrera profesional, sino también una herramienta para ganar poder en el ámbito social, económico y político. A través de la educación podemos liderar grandes lugares, siempre llevando por bandera a nuestra comunidad. Hablando como mujer gitana, el empoderamiento es la clave, avanzar hacia una sociedad más equitativa y diversa, sin perder nunca nuestra gitanidad, nuestro orgullo por ser gitanas, con nuestro coraje, con nuestra resiliencia y determinación. Muchas mujeres gitanas estamos desafiando los estereotipos, mostrando que la tradición y el progreso no están reñidos».
Juantxo Egaña y Rafa Giménez no se conocían de antes. Cuando se intercambiaron sus números de teléfono, Egaña añadió al nombre del presidente (gitano) y con toda la naturalidad se lo comentó a Giménez, que a continuación registró en su móvil: Juantxo Egaña (payo). «Me pasa siempre, particularmente llevo 30 años haciendo frente a estas cosas. Para mí es normal, aunque no haya que normalizarlo».
Egaña, que percibió la brecha al instante, admite que para él ese momento ha supuesto «un antes y un después. Te das cuenta de lo que has hecho, que no funcionan bien las estructuras mentales, esa distancia y ese agujero». Ambos, junto a Ion Gambra, viajaron a Calahorra para visitar a “Tío Felipe”, pariente de Rafa de Baigorri, que pasó gran parte de su vida en Irun y que ha contribuido a este evento con su sabiduría y sus fotografías. Para los tres, fue algo más que un viaje. Tiempo después, Egaña retrató a unas cuantas mujeres de la asociación tras una merienda en la sede de AGIFUGI. Ese panel en blanco y negro da la bienvenida a cualquiera que se interesa por el pueblo vasco-gitano.

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