Pablo L. Orosa
DOMINIO DEL MAR DE CHINA MERIDIONAL

El conflicto marítimo que definirá el nuevo orden mundial

Durante siglos, las Paracelso, un pequeño archipiélago de islas diminutas, peñascos y atolones, no fueron más que un refugio para pescadores que navegaban sus aguas entre abril y agosto. Hoy, este rincón del Pacífico es el eje de la mayor acumulación de medios militares del planeta. Dominar sus costas paradisíacas supone controlar la tercera parte del tráfico marítimo internacional y una de las reservas de petróleo y gas más valiosas del planeta. China y Estados Unidos, a través de sus aliados regionales, están ya enfrascados en una contienda que definirá el nuevo orden mundial.

En la pequeña ciudad de Sansha, el enclave chino al sur de la isla de Yongxing, en el archipiélago de las Paracelso, la temperatura rara vez baja de los 30 grados. La humedad convierte el aire en casi irrespirable y la disponibilidad de agua dulce depende de las reservas traídas del continente, 340 kilómetros al norte. Hasta hace unos meses apenas varios centenares de pescadores residían en la “isla de madera”, un palmeral de playas de arena blanca y aguas cristalinas. Hoy, más de 1.400 personas, en su mayoría militares y personal de la administración china, habitan este enclave de no más de 13 kilómetros cuadrados. Se ha construido un hospital, un pequeño aeropuerto y una dársena artificial, y se está terminando la primera escuela, así como varias plantas desaladoras. El objetivo es convertir este remoto territorio del Mar Meridional en «un lugar al que las familias puedan llamar hogar». Así lo recoge la televisión pública china, CCTV, en uno de los múltiples reportajes que realiza de la zona desde que Sansha fuese declarada, el 24 de julio de 2012, capital de la prefectura que administra los dominios chinos en las islas Paracelso, Spratly y el banco Macclesfield.

Estos pequeños archipiélagos, reclamados por Vietnam, Filipinas, Taiwan y Malasia, son clave en la estrategia del gobierno chino para dominar el Mar de China Meridional. Las aspiraciones chinas, recogidas en un documento enviado a la ONU en 2009 y desde hace unos meses en sus pasaportes, pasan por controlar el 80% de las aguas comprendidas entre los estrechos de Malaca y Taiwan, una ruta fundamental en el comercio entre Europa y Oriente. China alude a las expediciones históricas de la dinastía Han para argüir su soberanía sobre la denominada “lengua de vaca”, que dejaría bajo su potestad las islas Spratly y Paracelso y el banco de arena de las Scarborough, adentrándose en las aguas territoriales de los países circundantes. Un dominio de facto de la franja meridional del Pacífico.

El ascenso pacífico impulsado por Hu Jintao ha dado paso a una fuerte política expansionista motivada no solo por el dominio del tráfico marítimo internacional y de los recursos naturales, sino «por la proyección de sus capacidades marítimas y políticas, asociadas a la recuperación de su posición central de liderazgo en el orden regional y global», explica el director del Observatorio de Política China, Xulío Rios. China anhela revertir las humillaciones históricas del siglo XX y convertirse de nuevo en una potencia internacional capaz de subvertir el dominio norteamericano. «El Mar de China Meridional será el lugar donde China probará la hegemonía de los Estados Unidos», augura el prestigioso autor estadounidense Robert Kaplan en su libro “The Asia’s Cauldron”. Para lograrlo, China se inspira en el ascenso de los propios Estados Unidos a finales del siglo XIX con la conquista del Caribe. El dragón asiático está repitiendo cien años después la maniobra norteamericana, expulsando a las demás potencias a través de la denominada estrategia A2/AD, que impide el acceso de otros actores internacionales a la zona. «A pesar de los logros de los últimos años, China todavía está retrasada en ciertas áreas de vital importancia. De momento, solo sería capaz de plantear un desafío militar a las fuerzas estadounidenses en sus costas más cercanas a través de las tácticas de antiacceso y denegación de área», apunta Collin Koh, especialista militar del Instituto de Defensa de la Rajaratnam University de Singapur. La declaración en 2013 de una zona de exclusión aérea sobre las islas Senkaku, disputadas con Japón en el Mar Oriental, ha sido otra muestra más del ascendente poder chino.

«China no está todavía preparada» para desafiar abiertamente a Estados Unidos, pero sí «para asegurar un equilibrio estratégico», matiza Ríos. Por ello recurre también a las armas diplomáticas. El «América para los americanos» convertido en «Asia para los asiáticos», una revisión de la Doctrina Monroe con la que China fuerza una resolución bilateral de los conflictos en el sudeste asiático, convirtiendo en papel mojado el código de conducta suscrito en 2002 con los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por sus siglos en inglés). «Desde su firma, la mayoría de los países han violado el espíritu del acuerdo, cuando no la letra. El comportamiento de China en los últimos años es particularmente problemático: sus intentos de sitiar a marinos filipinos en el atolón de Second Thomas en marzo; el despliegue de la plataforma petrolífera en aguas reclamadas por Vietnam; y las revelaciones de un proyecto para reclamar seis nuevos atolones en las islas Spratly contravienen la cláusula de ‘auto-control’ incluida en el artículo V», afirma el investigador del Institute of Southeast Asian Studies (ISEAS) Ian Storey.

Este proceso de finlandización del conflicto, similar al utilizado por la Unión Soviética en Escandinavia durante la Guerra Fría, otorga a China la ventaja en la negociación que le ofrecen las «asimetrías económicas»: «China cree que a medida que los países del sudeste asiático se vuelvan más dependientes de su economía estarán menos dispuestos a enfrentarse a ellos», añade Storey, uno de los mayores expertos internacionales en este conflicto. A finales de 2014 el déficit comercial de Vietnam con el dragón asiático se había incrementado un 22,1%, por encima de los 21.000 millones de euros. «Nos guste o no, el sudeste asiático en su conjunto será absorbido por la economía china. Incluso los aliados de Estados Unidos en la zona, Malasia, Tailandia o Singapur, mantienen relaciones cercanas con China. Tienen que mantener el equilibrio entre ambas potencias», corrobora el reputado experto camboyano Phoak Kung. «El objetivo de China –prosigue Storey– es consolidar su domino dentro de la línea de nueve puntos (la denominada ‘lengua de vaca’) aumentando gradualmente sus reclamaciones jurisdiccionales y de soberanía, pero sin provocar un conflicto militar. Con esta estrategia busca la primacía regional debilitando la credibilidad de Estados Unidos en sus compromisos de seguridad con sus aliados locales».

La controversia legal. En mayo de 2009, Vietnam y Malasia presentaron ante la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés) una petición conjunta para extender su plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas (370 kilómetros) que el organismo internacional reconoce como zona económica exclusiva (EEZ) –en la cual el Estado ribereño tiene derechos únicos sobre la explotación de los recursos naturales–. En 2012, Vietnam aprobó su propia Ley Marítima reivindicando su jurisdicción sobre los archipiélagos Spratly y Paracelso, exigiendo una notificación informativa a cualquier fuerza naval extranjera que navegase sus aguas. Este movimiento fue interpretado por China como un desafío, al que respondió con la creación de la prefectura de Sansha. «A medida que China se hace más fuerte, parece menos dispuesta a aceptar las normas legales consagradas en la UNCLOS», afirma Storey.

China ratificó los acuerdos internacionales en 1996, pero sus expertos legales insisten en que sus derechos históricos son anteriores a la creación de la UNCLOS, por lo que sus preceptos no pueden ser aplicados de forma retroactiva. En 2013, Filipinas solicitó el arbitraje de la UNCLOS para resolver las disputas territoriales en las islas Spratly y el banco de arena de Scarborough, pero China rechazó la mediación. El caso se encuentra hoy en el Tribunal de la Haya. El pasado mes de diciembre, Vietnam anunció que solicitará también el arbitraje.

La mayoría de la islas del Mar Meridional no son más que pequeños bancos de arena o peñones, de menos de 200m² de superficie, sin árboles ni agua, a los que China trata de convertir en comunidades habitables como Sansha construyendo en ellas casas, embarcaderos y diminutas pistas de aterrizaje. El último paso en la estrategia china ha sido la construcción de islas artificiales. De esta manera, China pretende soslayar la normativa de la UNCLOS, que establece que las islas y archipiélagos pueden declarar una EEZ siempre que sean lo suficientemente grandes y tengan actividad económica por sí mismas –de lo contrario, solo contarán con 12 millas náuticas de aguas territoriales–. Con este subterfugio, el gigante asiático legaliza su soberanía sobre esta región del Pacífico, saltándose las disposiciones internacionales. «China entiende que sus disputas no se encuentran en el marco de aplicación de la UNCLOS», resume el director del Observatorio de Política china.

La escalada armamentística. El bloqueo legal ha ido acompañado de un incremento en los presupuestos de Defensa en el sudeste asiático: Vietnam ha aumentado desde 2010 un 70% sus fondos militares, por encima ya de los 2.500 millones de euros, ampliando paralelamente la compra de material bélico a Rusia e India; Filipinas ha doblado su presupuesto militar desde 2011; Indonesia ha acrecentado un 9% su gasto en Defensa en 2014 y prevé llegar a los 16.000 millones en 2019; y Japón aprobó el pasado año una modificación constitucional que le permite elevar su gasto militar para el quinquenio 2014-2019 hasta los 174.000 millones de euros. Ya en 2014 los fondos para Defensa supusieron el 5% del presupuesto nacional. Todo para hacer frente a la amenaza china, cuya inversión bélica se ha disparado un 175% desde 2003. «En los últimos años China ha dado pasos notables en su modernización militar, en gran parte gracias al acceso a la tecnología rusa tras el fin de la Guerra Fría. Además, se ha aprovechado del uso de algunas tecnologías civiles para mejorar su potencial militar, sin olvidar el espionaje a los Estados Unidos para obtener tecnologías militares de gran valor», apunta Collin Koh, experto en asuntos militares.

En la actualidad, el sudeste asiático concentra la mayor acumulación de medios militares del planeta. Rodeados de potencias nucleares como China, Rusia, India, Pakistán, Corea del Norte y Estados Unidos –a través de su ingente flota en el Pacífico–, los Estados más fuertes que integran la ASEAN –Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam– han iniciado un fuerte rearme. «No podemos decir que se trate de una carrera armamentística, pero sí de una importante modernización militar con la que buscan disuadir cualquier injerencia», subraya Koh. La fuerza naval, personificada en los submarinos, se ha vuelto una obsesión: Vietnam ha recibido tres submarinos rusos clase Kilo en 2014 y espera otros tres en los próximos dos años, al tiempo que ha firmado un acuerdo por valor de 100 millones de dólares con India para la adquisición de nuevos barcos para su armada; Japón prevé comprar cinco submarinos, una veintena de aviones de vigilancia, así como tres drones antes de 2019, la misma fecha en la que Indonesia prevé contar con su nueva flota. Tailandia está valorando también su compra, mientras Singapur y Malasia ponderan si ampliar su escuadrón submarino. Entre todos, apenas podrían combatir contra la armada china, compuesta por al menos 70 submarinos.

La manifiesta superioridad militar china ha llevado a estos países a buscar el amparo de los Estados Unidos, todavía la mayor flota del Pacífico. En abril de 2014, Filipinas y Estados Unidos ampliaron su alianza militar otros diez años, mientras que la renovación del acuerdo militar con Japón está prevista para la próxima primavera. Desde 2011, la administración Obama ha replanteado su estrategia internacional, colocando de nuevo al sudeste asiático entre sus prioridades. Los anunciados recortes presupuestarios no afectarán a las partidas de Defensa en este área, al tiempo que se aumentarán las tropas y el equipamiento en las bases aliadas. Incluso Vietnam, enemigo histórico de los norteamericanos, ha acercado lazos con la primera potencia mundial. «La relajación del embargo armamentístico a Vietnam simboliza un acercamiento en las relaciones con Estados Unidos, una carta muy útil que Hanoi puede usar en sus interacciones geopolíticas con China», remarca Koh. «En el caso de Filipinas –añade– existe un acuerdo de mutua defensa que obliga a Estados Unidos a ayudar a Filipinas en caso de un ataque hostil. No existe este acuerdo en el caso de Vietnam, aunque me atrevería a decir que en caso de una crisis o guerra en el Mar Meridional veremos a Estados Unidos interviniendo para defender la libertad de navegación».

Desde 2012, cuando Filipinas y China enviaron a sus armadas al pequeño banco de arena de Scarborough para proteger a sus pescadores, las tensiones militares se ha vuelto constantes en el Pacífico. La instalación en mayo del pasado año de una plataforma petrolífera china en aguas territoriales de Vietnam disparó «la mayor escalada de tensión en la zona desde el final de la Guerra Fría», asegura Storey. El alegato bélico se prolongó durante diez semanas, en las que violentas manifestaciones antichinas sacudieron todo Vietnam causando más de una veintena de muertos y centenares de heridos. «Nunca antes habíamos tenido un riesgo tan grande de que un error de juicio o un incidente pudiese desembocar en un conflicto militar», advirtió el pasado mes de septiembre el ministro de Exteriores vietnamita, Pham Binh Minh, durante una conferencia en Nueva York. Al tiempo, las acusaciones de espionaje mutuo entre China y Estados Unidos son cada vez más frecuentes. «En 2014, a diferencia de lo que ocurría antes, Estados Unidos ha aumentado sus críticas a China, responsabilizándola del aumento de la tensión, censurando las restricciones pesqueras, respaldando las reclamaciones judiciales de Filipinas y, por primera vez, desafiando explícitamente la legalidad de las pretensiones chinas en el Mar Meridional», apunta Storey.

El hormigueo belicoso sacude todo el sudeste asiático. En una reciente encuesta, más del 53% de los chinos y del 29% de los japoneses auguraban una guerra antes de 2020. Solo la fuerte interdependencia económica entre ambas potencias previene el enfrentamiento. «Nadie quiere ver el sudeste asiático en llamas», tercia el analista de la Mengly J. Quach University Phoak Kung. En las calles de Hanoi, los vietnamitas no rehuyen la lucha armada y confían en su demostrada pericia bélica. «Ya vencimos a los franceses, a los americanos y también a los chinos», afirma Kieu. Este joven estudiante de Económicas de la provincia de Vinh recuerda la sangrienta guerra de 1979, en la que China y Vietnam se enfrentaron en respuesta a la ocupación vietnamita de Camboya para derrocar el régimen de los Jemeres Rojos, aliados de la China comunista. «La tensión puede volver a dispararse en cualquier momento si China vuelve a desplegar una de sus plataformas petrolíferas en las aguas de Vietnam o Filipinas», advierte Storey.

Los expertos coinciden en que el futuro de la región está en manos de China. De cómo quiera administrar su poder. «China sabe que el tiempo juega a su favor, así que procurará evitar la guerra, así como la formación de dinámicas de bloques y la confrontación, pero todo ello sin renunciar a sus ambiciones», asegura el director del Observatorio de Política China. «Mientras Estados Unidos se mantenga fuerte China no intentará forzar un cambio en el status quo del Mar Meridional», remarca Koh. En el momento en que el que dé un paso atrás, China ocupará su lugar. Habrá llegado su hora.

Los islotes deshabitados más valiosos del mundo

Ninguna de las miles de islas repartidas por el Mar de China Oriental tiene un importante valor en sí misma. De los 178 islotes que componen el archipiélago de las Spratlys solo 48 permanecen fuera del agua durante todo el año. Ninguno de estos territorios, ni siquiera las Senkaku en el Mar Oriental, justificarían una guerra de no ser por su importancia geoestratégica en el control del tráfico marítimo internacional. Por sus aguas transita una tercera parte del tráfico marítimo mundial y más de la mitad de la carga de mercancías del mundo, tres veces más que el Canal de Suez y cinco más que el de Panamá. Alrededor de 60.000 barcos, cargados con 14 millones de barriles de petróleo, cruzan cada año el estrecho de Malaca y casi la mitad de la oferta diaria mundial de gas natural licuado se transporta a través del Mar Meridional.

Al valor comercial y pesquero, se ha añadido en los últimos años el potencial energético de la zona que podría albergar, según la oficina de Información sobre Energía de Estados Unidos, 11.000 millones de barriles de petróleo y 190 billones de metros cúbicos de gas natural. La empresa china Chinese National Offshore Oil Company eleva estas cifras hasta los 125.000 millones de barriles de petróleo y 500 billones de metros cúbicos de gas.