Capturada en la foto: Vivian Maier, sorprendida por su reflejo en un espejo de mudanza. Camuflada con gabardina y sombrero, y en sus manos, a la altura de la cintura, la Rolleiflex, una cámara con lentes gemelas, de formato mediano. Pero ella, ¿quién era?

Al buscar su nombre en Google, aparecen millones de respuestas (una de las entradas corresponde al artículo de Maider Iantzi en GAUR8), aunque hasta el año 2009 casi nadie la conocía. Fue John Maloof, un joven agente inmobilario que había comprado en una subasta (por 380 dolares y por azar) unas cajas con miles de negativos, entre otras pertenencias, quien la hizo saltar a la fama subiendo algunas de sus fotos a Flickr. Siguieron exposiciones, libros y películas. Y ahora es el mismo John Maloof quien está nominado a los Oscar por su documental “Encontrar a Vivian Maier”. ¿Les suena el título? Encontrar, buscar… “Searching for Sugar Man”! Al igual que esta oscarizada película, “Encontrar a Vivian Maier” cuenta la odisea para descubrir a la artista misteriosa, aunque se calla algunos detalles y aristas (la cuestión del copyright, por ejemplo) para conseguir un cuento esbelto, su propia versión de la Maier idealizada. Y, de paso, reforzar la marca: la Mary Poppins con cámara, niñera solitaria, mujer sin hombre ni herederos, con su psicología y rarezas…

Hay otros documentales sobre Vivian Maier (1926-2009) y quizá sean mejores, pero hagan las películas que hagan, ella siempre será un enigma. Eso sí, fue una fotógrafa excelente y persona muy privada, casi invisible, que nunca publicó ninguna de las fotos e incluso dejó sin revelar muchos de los casi 150.000 negativos que tomó en 40 años de trabajo. Lo suyo eran largos paseos y documentarlo todo en imágenes callejeras y cotidianas, con y sin niños, sobre todo en Chicago. Se consumía por (y dedicaba sus ingresos para) hacer las fotos, pero no por enseñarlas. Tenía buen ojo para lo cómico y lo trágico y, según Joel Meyerowitz, instinto para acercarse, crear el momento y luego desaparecer.