MIKEL INSAUSTI
CINE

«Queen of the desert»

Uno de los atractivos de la pasada Berlinale fue la presentación de la última película de ficción realizada por el también documentalista Werner Herzog, quien ha manejado el mayor presupuesto de su carrera para recrear la vida de la viajera, escritora, lingüista, arqueóloga, exploradora, cartógrafa y política inglesa Gertrude Bell. El cineasta alemán nunca antes se había visto al frente de una gran producción de casi cuarenta millones de dólares, por lo que las reacciones de los enviados especiales y de la crítica fueron de sorpresa, por tratarse inevitablemente de su trabajo más convencional o menos independiente, que es lo mismo. Por una vez, Herzog se ha relajado narrativamente al entender que lo importante era hacer un biopic para la divulgación de una figura histórica tan importante como la de Gertrude Bell, tildada de la Lawrence de Arabia femenina. Y no solo porque ambos personajes reales llegaran a conocerse, sino sobre todo por su influencia en el mundo árabe, sellada con su presencia activa en la fundación del Estado de Irak.

“Queen of the Desert” se ha rodado en zonas desérticas de Marruecos y Jordania, donde no era la primera vez que Werner Herzog buscaba localizaciones. Tanto en sus ficciones como en sus documentales, el cineasta alemán lleva mucho tiempo moviéndose alrededor del mundo y convirtiendo su oficio en una aventura. Sus primeros viajes a África datan ya de finales de los años 60 y la primera incursión fue con “Los médicos voladores de África Oriental” (1970). Pero su estudio más en profundidad de la vida en el desierto lo llevó a cabo con “Fata Morgana” (1971), aunque también exploró ese tipo de terreno en su película australiana “Donde sueñan las hormigas verdes” (1984). No tardaría en regresar al continente negro con su visión sobre el esclavismo en “Cobra verde” (1987), para perderse en lo más recóndito y desconocido del Sáhara con “Wodaabe, los pastores del sol” (1989). Y es que los mares de arena le han atraído tanto como las grandes superficies heladas o la mismísima selva.

Es ese espíritu viajero el que le lleva a identificarse con la pionera Gertrude Bell, enamorada del mundo árabe hasta el punto de que acabó sus días en Bagdad. Su primer contacto se produjo en 1892, cuando viajó a la antigua Persia para visitar a su tío, que era el embajador inglés. En los años siguientes recorrió Arabia, Siria, Palestina y Jerusalén, llevando a cabo estudios arqueológicos y lingüísticos. Fue en 1913 cuando conoció en Mesopotamia a T.H. Lawrence, convirtiéndose en testigo directo de sus campañas bélicas con el estallido de la Gran Guerra. Parece ser que Gertrude Bell se ofreció al Gobierno británico para desempeñar labores de información, pero no logró entrar en los entresijos de la diplomacia, por lo que desarrolló su decisiva labor estratégica desde la organización Cruz Roja.

A primera vista, Nicole Kidman no convence como Gertrude Bell y es que nunca fue la primera opción para un papel que fue pensado para la también actriz australiana Naomi Watts. Los problemas de casting han perjudicado bastante a la película, ya que otro que se cayó del reparto fue Jude Law, más apropiado para interpretar al aristócrata inglés Henry Cadogan que el estadounidense James Franco. Quien hace de T.H. Lawrence es el famoso Robert Pattinson, mientras que la pareja romántica de la protagonista es Damian Lewis, quien se encarga de encarnar a Charles Doughty-Wylie. Del embajador sir Frank Lascelles hace Mark Lewis Johns y de Winston Churchill, el muy parecido Christopher Fulford. A este respecto, hay que recordar que aunque fue Churchill el que negoció con los diversos líderes árabes, las fronteras de Irak y Jordania tal y como quedaron establecidas hasta la actualidad fueron definidas por Gertrude Bell. Esto da una idea aproximada de la significación que tuvo esta mujer en su tiempo y de las razones por las que Herzog le ha dedicado una película.

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