TERESA MOLERES
SORBURUA

La isla de los aromas

Los medios, que nos traen noticias terribles de guerras y revueltas en Somalia y Yemen me hacen recordar la pequeña isla de Socotora, perteneciente a este último país y situada a la entrada del golfo de Adén. Su difícil acceso y clima la han protegido de invasiones y conquistas hasta llegar a ser refugio de una flora excepcional. Cuenta con más de 850 especies censadas, de las que un tercio son endémicas, es decir, específicas de esta isla de 50.000 habitantes. En 2008, fue nombrada Patrimonio Mundial Natural.

El árbol “Sangre de dragón”, Draceana cinnabari, o drago con forma de sombrilla, es el emblema de la isla. Según los griegos, en este lugar los dragones luchaban y eran vencidos por elefantes. Su savia, que al contacto con el aire enrojece hasta parecer sangre, ha creado el mito. Además, es un potente cicatrizante y antihemorrágico, lo que llevó a Alejandro Magno a invadir la isla para conseguir este remedio para sus soldados heridos. Esta savia la utilizaban los lutieres de Cremona para dar pinceladas rojizas a sus stradivarius.

Socotora cuenta con otros árboles asombrosos, como el Dendrosicyos, un pepino gigante con forma de botella, y Dorstenía, suculenta de la familia de los baobabs africanos que acumula en su tronco cientos de litros de agua. Sin olvidar la preciosa rosa del desierto Adenium obesum, con el pie hinchado como reservorio de agua. También euforbias, aloes y crotones, de las que huyen las cabras por su toxicidad. Otras como Euryops de margaritas amarillas, kalanchoes y la violeta de Socotora, Exacum coerulea, ya han llegado a nuestros viveros. Sin olvidar el árbol del que se extrae el incienso Boswellia, utilizado en los rituales paganos y en la liturgia católica.

El nuevo aeropuerto ha hecho que el turismo haya llegado, cambiando los tradicionales trabajos de ganadería y pesca. Se intenta que el turismo sea ecológico durante los tres o cuatro meses que la isla es visitable, ya que el resto del año está azotada y barrida por los vientos del monzón. Sin embargo, existe otro peligro. Las ramas altas de los árboles se encargan de captar y almacenar la humedad de las nubes bajas que se acumulan en la isla, pero esta nubosidad está desapareciendo a causa del cambio climático, con el consiguiente peligro de desaparición o empobrecimiento de la flora.