Antonio CUESTA

Syriza prepara para mañana su asalto al gobierno

Grecia concentra gran parte de la atención europea. Se acerca a unas cruciales elecciones que podrían desencadenar importantes cambios. Pero tratar de esbozarlos requiere tener presentes los resultados de una primera vuelta en las locales que arrojaron poca luz, unas encuestas incapaces de reflejar la voluntad de los votantes y la presencia de un alto número de indecisos y abstencionistas.

Los meritorios resultados del principal partido de la oposición, el izquierdista Syriza, en Atenas y su provincia no tuvieron su correlato en el resto del territorio nacional. Por su parte, Nueva Democracia (ND), el partido del primer ministro, Antonis Samarás, mantuvo el tipo en la Grecia rural gracias a sus férreas redes clientelares establecidas desde hace décadas, pero retrocedió en las ciudades más importantes. Además, el segundo partido en el gobierno de coalición, el menguante Passok, aprovechó las candidaturas de sus antiguos correligionarios -y hoy independientes-, para adjudicarse los votos obtenidos por estos en su pugna por la reelección.

Pero si las complejidades de la política local griega no permiten establecer de forma clara la tendencia de los votantes de cara a la convocatoria europea de mañana, tampoco las empresas de sondeos parecen dar con la clave que interprete una inédita situación: dispersión del voto y gran número de indiferentes. Esta deriva se tornó disparate el pasado domingo, cuando los primeros resultados oficiales echaron por tierra las fantásticas interpretaciones que las encuestas a pie de urna habían ofrecido a todos los canales de televisión.

El sonoro fracaso llevó incluso a que el propio ministro del Interior, Yanis Mijelakis, dirigiera una carta a la Asociación de Empresas de Investigaciones y Encuestas de Mercado (SEDEA, por sus siglas en griego) en la que solicitaba una investigación sobre lo que consideró «un problema grave» y cuyas causas «deben ser identificadas y dar los pasos necesarios, a fin de evitar futuros fenómenos similares que causan molestias a los ciudadanos y, posiblemente, influyen en el electorado». Según pudo saber GARA, el responsable de uno de los sondeos, Elías Nikolakópulos, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Atenas y reconocido especialista, se había mostrado escéptico días antes sobre la validez de unas investigaciones que a su entender no saben cómo interpretar unos datos recabados en medio de un panorama de gran fragmentación del voto y creciente hastío contra la clase política.

La estrategia de Syriza

Así las cosas, Syriza trata de movilizar a un electorado pasivo que podría colaborar en el cambio que propone. El pasado domingo la abstención en Atenas llegó al 51,4%, y a nivel nacional se acercó al 40%. El líder de la formación, Alexis Tsipras, insiste en su entrevista que «Samarás es un representante del viejo sistema político que se derrumba», mientras propone un referéndum sobre los memorandos de préstamo para cuando lleguen al Gobierno.

Pero para ello Syriza debería superar con claridad la suma de los votos tanto de Nueva Democracia como de su apéndice neoliberal, el Pasok. Su presidente, Evángelos Venizelos, advirtió días atrás que la supervivencia del partido y de la coalición de gobierno pasaba por conseguir unos buenos resultados en la cita europea.

La estrategia de Syriza es proponer un pacto europeo que ponga fin a las desastrosas políticas de austeridad y dé respuesta a la urgente necesidad de crear empleo. Así lo explicó Tsipras durante el debate de candidatos a presidir la Comisión Europea que tuvo lugar en Bruselas el pasado 15 de mayo. El político griego aprovechó también para pedir una explicación a Jean-Claude Juncker sobre «lo que pasó en Cannes» en 2011, en referencia a la maniobra clandestina para quitarse de en medio al entonces primer ministro griego, Yorgos Papandreu, que acababa de anunciar la convocatoria de un referéndum sobre el «rescate» a Grecia. Ese plan secreto fue orquestado por el Presidente del Consejo Europeo (Juncker), el presidente de la Comisión Europea (José Manuel Barroso), el presidente francés (Nicolás Sarkozy), la canciller alemana (Ángela Merkel) y los políticos griegos Venizelos y Samarás.

La pregunta, que lógicamente no obtuvo respuesta, le sirvió a Tsipras para denunciar el chantaje a la que fue sometida Grecia para aceptar la intervención de la Troika (CE, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) o ser expulsada de la Eurozona, y para servir «como conejillo de Indias de las políticas de austeridad». Igualmente consideró que todas las medidas en su país han sido un fracaso. «Lo ocurrido en Grecia no es una historia de éxito, sino una tragedia social que no debería repetirse en ninguna parte de Europa», dijo durante el debate.

En sus declaraciones el líder griego de izquierdas ha tratado de deslindar el déficit democrático que arrastra la Unión Europea (UE) y las ilegítimas políticas de austeridad de su adhesión al euro y a las instituciones comunitarias. Su apuesta por una Europa más social, justa y democrática es el mensaje elegido para acercarse a un electorado lo suficientemente asustado por las consecuencias de cuatro años de duras políticas como para plantearle una ruptura añadida.

El programa de Syriza califica de «totalitario» y «antidemocrático» el capitalismo neoliberal y lo responsabiliza de la pérdida de derechos sociales y laborales, la eliminación del estado del bienestar y el aumento generalizado del trabajo informal y la pobreza. Su propuesta, en clave nacional, es dar protagonismo al sector público y a la economía social mediante «una transformación democrática, la cancelación de las privatizaciones, el derrocamiento de un sistema político corrupto y la creación de instituciones bajo control ciudadano que animen el trabajo y la participación política».

Nervios en el Gobierno

Al mismo tiempo, Syriza está utilizando la campaña para impulsar un amplio frente europeo contra la austeridad y la candidatura de Tsipras a la presidencia de la CE ha sido la punta de lanza de las fuerzas reformistas. Esa izquierda europea que aún confía, junto a decenas de intelectuales y artistas que han mostrado su apoyo, en que una amplia victoria de la formación griega podría forzar los cambios necesarios para transformar en profundidad la estructura de la UE y reforzar la economía real con el fin de impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo. Syriza propone además la celebración de una conferencia sobre la deuda europea que aborde de forma conjunta y global la reducción de la misma, especialmente en los países del sur.

En todo caso, el embate de la formación izquierdista ha puesto muy nerviosos a los miembros del actual gobierno. Y así mientras el ministro de Sanidad, el ultraderechista Adonis Yeoryiadis, bramaba -golpeando con el puño en la mesa- desde un canal alegal de televisión con que «no permitiremos que los comunistas tomen el poder», Samarás prometía este martes la creación de 770.000 puestos de trabajo en los próximos 7 años, que se vendrían a sumar a los 150.000 que ya propuso en 2012 tras su llegada al gobierno.

El resultado, mañana.