Mikel Arizaleta
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KOLABORAZIOA

Günter Grass: un alemán bueno

Cuenta Sebastian Hammelehle que fue el largo fin de semana de todos los santos de 1958 cuando, reunidos los escritores del Grupo 47 en la fonda Schwarzer Adler de Allgäu –en la que, por cierto, se debieron de reunir siglos antes rebeldes de la Guerra de los Campesinos–, y tras hacer sonar la esquila de la vaca llamando al silencio Hans Werne Richter, por entonces presidente del Grupo 47, escucharon atónitos un par de capítulos de su “Tambor de hojalata”, leído de su manuscrito por aquel autor desconocido de marcado bigote, un tal Günter Grass. Nacido en el barrio obrero Langfuhr de Danzig en 1927, en este momento contaba 31 años.

Y esta lectura desató un terremoto entre los presentes y Siegfried Unseld, quien más tarde sería jefe de la gran editorial Suhrkamp, propuso que se le concediera a Grass el premio del Grupo 47, otorgado con cierta irregularidad en el tiempo. Los presentes iniciaron de modo espontáneo una cuestación entre sus editores reuniendo la cantidad de 5.000 marcos alemanes.

Günter Grass cuenta que su familia era pobre, vivían en un piso de dos habitaciones y una diminuta cocina con el aseo en el vestíbulo. Su hermana y él tenían un hueco bajo la repisa de la ventana de la sala, y allí guardaba los libros y sus cosas. Era pobre como una rata. Dejó la escuela a los 15 años, luego absolvió un curso de picapedrero y del 48 al 52 estudió escultura y grafismo en la Academia de arte de Düsseldorf. En su vida fue un autodidacta bastante inculto. De su “Tambor de hojalata” dice que su manuscrito estaba lleno de faltas.

Escribió mucho y se metió en muchos charcos en su vida. Fue polémico, pasional, socialmente activo. Su Oskar Matzerath se ha convertido en una de las figuras de la literatura alemana. Fue famosa y polémica su campaña en pro de Willy Brandt en 1965, así como los ataques por parte de la derechona en sus intervenciones, con lanzamiento de huevos y tomates. Para 1963 se presentaron ante el juzgado un par de docenas de denuncias contra él por «expresiones indecentes». Se le denegaron premios por irrespetuoso.

Pero sin duda al gran escritor Günter Grass se le concedió en 1999 el Premio Nobel de Literatura, y en parte su gran éxito fuera de sus fronteras de lengua alemana se debió a ello, en gran medida por ser un buen alemán a juicio de los aliados, por criticar duramente el comportamiento de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y guardar silencio ante los grandes desmanes de las fuerzas aliadas en su tierra durante y después de la guerra. Por meter el dedo en el ojo de los alemanes, algo muy aplaudido fuera.

No se olvide que del 45 al 47 en la Alemania ocupada murieron de hambre cuando menos dos millones de alemanes. Fue lo que diríamos un buen chico a juicio de los aliados, y fue recompensado también por ello.

Günter Grass reconocería en entrevista a “Der Spiegel” que el premio más decisivo en su vida fue el premio del Grupo 47 en el año 1958, que convirtió a aquel novelista debutante en figura secular. Y entonces era muy pobre.

Un eskerrik asko agradecido, a su muerte, a este gran escritor que fue Günter Grass.