La apocalíptica carrera motorizada del desierto infinito

El relanzamiento de la saga “Mad Max” no ha podido ser mejor, con un George Miller que a sus 70 años demuestra estar más en forma que nunca. No en vano “Furia en la carretera” es la entrega más vertiginosa y electrizante, aquella con la que siempre soñaron los entusiastas de las aventuras apocalípticas del guerrero de la carretera, otrora interpretado por Mel Gibson.
El cineasta australiano no ha encontrado el relevo en su país de origen, porque el inglés Tom Hardy ha nacido para ser Max Rockatansky. Es el actor ideal para expresar la resistencia física del personaje, a igual que su sufrimiento interno, vertido a través de una mirada que mezcla melancolía y locura violenta. Después de pasarse hora y media a tiempo real y completamente solo encerrado en un coche dentro de la película experimental “Locke” (2013), Hardy sigue al volante de una carrera de dos horas por el desierto apocalíptico, convirtiéndose en héroe de acción sobre ruedas. Le llueven mil y un golpes de todas partes, como si no bastara con tragar polvo y verse encadenado. Y después de pasar por semejantes pruebas más allá de la supervivencia humana, se queda mirando al horizonte como si todavía existiera un mañana.
Aunque ese final pletórico se lo debe a su extraordinaria compañera de viaje, la tal Furiosa, que parece inspirada en la Tura Satana de Russ Meyer, y que la sudafricana Charlize Theron encarna dejándose un brazo y algo más en el camino. Son tremendos personajes de cómic, al igual que el tiránico y macabro Immortan Joe. Seres retorcidos y espectrales ligados a un universo único, que debe tanto en su trepidación a la escena de la carrera de cuadrigas de “Ben Hur”. También están ahí las galeras romanas, con los tambores que aseguran el ritmo y el movimiento continuos, adornados por una infernal y atronadora guitarra heavy con montañas de altavoces detrás.
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