Imanol INTZIARTE
DONOSTIA
Donostia

El verde césped de Anoeta se cubre de una multicolor urna de tela

Alrededor de 20.000 personas asistieron a Anoeta. Las telas cosidas durante los últimos meses cubrieron el césped para formar una urna en la que se depositó un simbólico primer voto.

El acto comenzó con la tamborrada –imprescindible en todo festejo que se precie en Donostia– y el himno de la Real, el Txuri-Urdin. El público, gran parte familias con menores, daba palmas y hacía la ola. Había sobre todo ganas de fiesta. En la grada este, donde la canícula castigaba de pleno, cualquier cosa servía para abanicarse.

El polifacético Jon Maia tomó el micrófono para una actuación que osciló entre los bertsos y el rap antes de que la música retomara el protagonismo con la Marcha de San Sebastián y la canción de Gure Esku Dago, momento en el que salieron a la pista de atletismo una docena de caballos cuyos jinetes y amazonas portaban banderolas de colores. «Gure Esku Dago es una actitud, y su síntoma más significativo es la sonrisa», subrayó la presentadora Arritxu Iribar para dar paso a un vídeo en el que se repasó lo realizado hasta ahora por esta dinámica y donde se destaca la cadena humana del año pasado y el mosaico gigante llevado a cabo en la donostiarra playa de La Zurriola.

La voz de Eñaut Elorrieta y el piano de Joserra Senperena pusieron a cantar a todo el estadio con una canción de título apropiado para la marea humana, «Itsasoa gara», de Ken Zazpi. Joseina Etxeberria y Edurne Garmendia tomaron el testigo para organizar una ola gigantesca en las gradas. Y manteniendo la temática, desde el otro lado de los mares llegó un águila volando para traer atado a una pata un mensaje de la diáspora que se vio en vídeo a través de la pantalla gigante instalada sobre el tablado. Vascos de todo el mundo expresaron su respaldo al derecho a decidir.

Ello sirvió para poner en valor la diversidad y la pluralidad de los vascos, tanto de los que viven en Euskal Herria como lejos. Y qué mejor punto de encuentro que la cultura, como la música de dos gaitas en representación de las miles de personas llegadas a esta tierra desde Galicia. «Queremos construir un país donde quepamos todos y todas. Y lo diremos en todas las lenguas que haga falta, queremos y necesitamos el derecho a decidir», subrayó en euskara, castellano, gallego, catalán, inglés, portugués o árabe un grupo de inmigrantes de diferentes procedencias. Iker Galartza y Anjel Alkain aparecieron a bordo de un mítico Seat 600 naranja para hacer sonreír a los presentes y coordinar un enorme mosaico en el que se podía leer "Gure esku dago erabakia".  

Txirri, Mirri eta Txiribiton interpretaron una versión adaptada del clásico «Zapi zuri honekin» antes de dar paso a un desfile de gaiteros y gigantes, dantzaris, los integrantes de la tamborrada e incluso un grupo de correfocs catalanes con su dragón humeante. Y de repente se hizo el silencio mientras sonaba el «Agurra», bailado por decenas de personas a pie de pista. Entre tanto, los voluntarios cogieron posiciones alrededor de las telas que estaban dispuestas al borde del césped. A una señal, fueron cogiendo las tiras para cubrir de colores el verde césped de Anoeta.