Mucho nuevo y bueno en el torneo más viejo del mundo
El triunfo de Chile por primera vez en un siglo ha puesto la guinda a una Copa América muy interesante en todas las variantes. El torneo muestra un fútbol muy evolucionado por encima de tópicos (táctica, velocidad, equilibrio entre selecciones) y en el que además lo emocional alcanza una intensidad tremenda. Europa y América «competirán» en 2016.

La Copa América de fútbol se juega desde hace exactamente 99 años, con participantes y periodicidad variables, lo que ha dado pie a épocas buenas y malas. La edición de Chile acabada en la madrugada del domingo, con victoria local, ha sido de las mejores y relanza el fútbol latinoamericano, situándodo en un nivel y en unas coordenadas muy semejantes a las europeas y superiores en algunos aspectos. Será interesante ver la «pugna» del próximo año, ya que se disputarán a la vez la Eurocopa en el Estado francés y la Copa América del Centenario (edicion especial) en Estados Unidos. Hasta entonces, estas son algunas conclusiones de la 40ª edición, la primera ganada por Chile (solo Ecuador y Venezuela no lo han hecho nunca):
Velocidad máxima. Se acabaron los tiempos en que el fútbol americano se jugaba a un ritmo muy inferior al europeo, al menos cuando los partidos se disputan en estos escenarios, a nivel del mar o cerca y no en el altiplano boliviano o peruano. Las circulaciones de balón en ataque de Chile no han sido más lentas que las del mejor Barcelona, aunque sí con menor precisión. En realidad, casi todas las selecciones han jugado sorprendentemente rápido (cómo no Jamaica, invitada especial), y las lentas, como Brasil y Colombia, se han visto desbordadas. Esta Copa América se ha parecido más a la liga argentina actual, un ida y vuelta a menudo caótico, que a lo que dicta la historia del fútbol del continente.
Las rupturas por banda con laterales muy profundos y extremadamente veloces han sido una constante. Con dos nombres a destacar: el chileno Mauricio Isla (27 años, Juventus), ensanchando el campo de ataque una y otra vez, y el peruano Luis Advíncula (25 años, Vitoria de Setúbal), una de las revelaciones del campeonato.
El fútbol, de los flacos. Si con Guardiola aprendimos que el fútbol era de los pequeños, esta Copa América ha sido la de los «tirillas». «El Flaco» Javier Pastore (26 años, PSG) ha despuntado al fin liderando el ataque de Argentina sin desmerecer nada a Messi. La semifinal contra Paraguay (6-1) fue una exhibición de la dupla, pero en el resto de encuentros Pastore ha estado por encima de Messi. También denostado por su físico durante mucho tiempo, «El Mago» Jorge Valdivia (31 años, Palmeiras) ha sido el faro que daba luz a Chile en los momentos de atasco, hallando huecos donde solo parecía haber piernas. Claro que en este apartado la gran perla del torneo fue de otro enclenque: un imposible pase de Neymar a Douglas Costa que derrotó a Perú en el minuto 92. Y todavía un último flaco decisivo: «El Fideo» Di Maria, resolutivo cuando ha sabido ajustar sus revoluciones.
La falta de centímetros tampoco ha sido un hándicap insalvable. De Chile se ha dicho que terminaría pagando su falta de centímetros en defensa, sobre todo tras la exclusión de Gonzalo Jara, pero ha acabado ganando con un central muy pequeño (Medel) y otro mediano (Silva), apoyado en el poderío de las salidas de Claudio Bravo. Lo bueno del fútbol moderno es que admite todo tipo de perfil físico.
Ponga un argentino en su banquillo. Los entrenadores de los cuatro semifinalistas lo eran. Jorge Sampaoli, un técnico volcánico con una trayectoria errática (Argentina, Perú, Ecuador, Chile...) se ha terminado llevando el gato al agua. Sampaoli es un bielsista en toda regla, por la intensidad que exige a sus equipos y por los riesgos que está dispuesto a correr, así que no es extraño que la Federación chilena le encomendara dar continuidad a la gran obra del rosarino con «La Roja». La apuesta ha sido un éxito por este triunfo histórico, pero casi más aún por el estilo. Salvo en la final, donde descoserse ante Messi y Pastore hubiera sido suicida, ver a Chile ha sido un placer por la versatilidad de su ataque, a menudo con siete y hasta ocho hombres por delante de la pelota; todos salvo los dos centrales y el ancla, Marcelo Díaz.
El «DT» argentino, Tata Martino, curiosamente también conecta con Bielsa y con Sampaoli a través de Newell’s, el club original de los tres (y de Messi). Si en el Barcelona no consiguió consolidar la obra de Guardiola-Vilanova, en la albiceleste sí ha dado continuidad al trabajo de Sabella, casi sin tocar nada. Pero el resultado ha sido el mismo: final del Mundial perdida en la prórroga, final de la Copa América perdida en los penaltis. En ambos casos, con la misma estrategia: asegurar la portería propia y extremar la recuperación de balones (espectacular en este torneo) para dejar luego que los astros decidan. Así que esta Argentina sigue siendo más la de Mascherano que la de Messi, y eso no deja de ser algo raro.
Quien mejor resultado ha sacado a su plantel es Ricardo Gareca, mítico 9 de Boca y ganador de la liga argentina con Vélez. Llegó hace un año a Perú, una selección venida a menos, con problemas geográficos (altura) y organizativos (campos de césped artificial), y la ha devuelto al nivel de los 70-80 (Cubillas, Sotil, Uribe...) usando mimbres que en muchos casos existían, estaban ahí. El rendimiento de Paolo Guerrero (31 años, Flamengo), Jefferson Farfán (30, Schalke) o Juan Vargas (31, Fiorentina) ha sido tremendo. Si su central Zambrano no se hubiera autoexpulsado para los 20 minutos en la semifinal, Perú hubiera comprometido muchísimo las opciones de Chile. Sin duda, ha sido la revelación.
Algo menos Paraguay, de la mano de otro exfutbolista argentino veterano en los banquillos: Ramón Díaz, el «Pelado», afamado goleador en River Plate e Inter en los 80. La eliminación de Brasil en cuartos le puso en los altares durante unos días, pero el 6-1 ante Argentina le devolvió al suelo. La garra guaraní no se discute, pero le ha faltado fútbol. Como a Uruguay.
Brasil nada, Messi poco. Para quien no haya tenido ocasión de ver nada del torneo, es difícil explicar la actuación de Brasil; para quien recuerde el Mundial pasado, resulta fácil. El declive del fútbol brasileño no es puntual, todo apunta a estructural. Del jogo bonito no quedan ni sombras. Y no ha sido suplido ni con la velocidad de Chile, ni con la concentración de Uruguay, ni con la contundencia de Paraguay... Tampoco hay jugadores, para qué engañarse: está Neymar, sí, pero tras su exclusión como gran referencia quedó ¡Robinho! y en el Mundial pasado el delantero era un jugador tan mediocre como Fred. Una camiseta mítica mancillada.
También resulta estructural que Messi no sea en Argentina el mismo que en el Barça. Esta vez llegaba en plena forma y con mejores compañías que otras veces: Pastore sobre todo, pero también otros jugones como Biglia o Banega. Sin embargo, tampoco ha sido el torneo en el que despuntar y ganar con la albiazul, y el asunto empieza a resultar desesperante para la hinchada argentina. Esta vez ni ha marcado casi: solo un gol de los diez de Argentina fue de Leo, un gol en seis partidos, lo inimagible con la zamarra culé.
Un continente igualado. América se iguala con Europa y se equilibra también a nivel interno. El torneo lo han jugado los diez combinados del sur del continente más dos invitados (México, que fue con la selección B, y Jamaica), y de esos diez solo Ecuador volvió sin ganar. Venezuela derrotó a Colombia, Paraguay empató con Argentina remontando un 2-0, Perú tuteó a Brasil hasta el final... Es la misma igualdad que puede verse cada año en la Copa Libertadores, la Champions latinoamericana, con ganadores tan inverosímiles como Once Caldas de Colombia o Liga de Quito en la última década.
Lo emocional cada vez pesa más. Y a todo lo dicho, para lograr un torneo tan atractivo se suma lo emocional, que en Latinoamérica siempre es más que un factor. Y es que la Copa América 2015 se ha jugado con todo: el dedo de Mourinho en el ojo de Vilanova se queda pequeño comparado con el de Jara en el «ojo» de Cavani, apenas ha habido partidos sin tangana, los encuentros se empiezan a disputar en los himnos y terminan en los túneles de vestuario (ahí acabó el torneo de Neymar)...
Para los resultados deportivos cuentan cada vez más factores externos, como en este caso el encarcelamiento del padre del uruguayo Cavani en plena Copa o la muerte de un tío del paraguayo Derlís González por un infarto en el partido que su sobrino decidió ante Brasil. El torneo acabó con uno de esos momentos emotivos, de un jugador capaz de lo mejor y lo peor: el sutil penalti de Alexis Sánchez, un auténtico pase a la portería.

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