gara, donostia
EDITORIALA

Un hito que puede seguir haciendo historia

El acuerdo en torno al programa nuclear iraní entre Teherán y las grandes potencias atómicas (lideradas por EEUU) merece, ahora sí, el demasiadas veces manido calificativo de hito. Y no solo, que no es poco, porque ha sido firmado por dos enemigos históricos sino porque conjura el riesgo de una guerra de agresión contra Irán a la que Israel ha intentado en los últimos 12 años arrastrar a Washington con la excusa de las ambiciones nucleares iraníes.

El hecho de que las negociaciones hayan durado dos largos y maratonianos años y que el acuerdo haya llegado precedido de varias prórrogas en las sucesivas fechas-límite da una idea de las dificultades para alcanzar un consenso y del valor de lo acordado. Esas mismas dificultades hacen presagiar asimismo que, pese a ese logro histórico, la implementación del citado acuerdo será todo menos un camino de rosas. Destaca en este sentido la presión que puede sufrir el presidente de EEUU de la mano de la mayoría republicana, e incluso de parte de su propia bancada demócrata, espoleada por el lobby israelí. Tampoco hay que olvidar que Obama apura ya sus últimos 18 meses en la Casa Blanca, con el evidente riesgo inherente al relevo presidencial.

Todo ello, junto con la puesta en práctica de las complejas cláusulas que regularán el programa nuclear iraní y el levantamiento de las sanciones, permite aventurar que estamos ante un acuerdo que tiene ante sí la posibilidad de seguir haciendo historia. Porque, más allá de polémicas nucleares, su puesta en marcha con éxito puede desbrozar la vía hacia la normalización de las relaciones entre Washington y Teherán, rotas tras el cataclismo que supuso en 1979 la revolución iraní en Oriente Medio y más allá. La recomposición de las relaciones entre ambos rivales supondría una reconfiguración del mapa de una de las regiones más inestables de la reciente historia y, por tanto, de cambios de gran calado en la geopolítica mundial.