EDITORIALA
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El proceso catalán ante la prueba de fuego

No será la última, pero el independentismo catalán se enfrentará el próximo 27 de setiembre a una cita crucial. Lo será gracias al discreto saber hacer de la Assemblea Nacional Catalana y de Òmnium Cultural, que junto a las cesiones por parte de los partidos políticos, han conseguido hacer posible lo que resultó imposible hace apenas medio año: una lista conjunta capaz de sumar a la mayoría soberanista del país para enfilar esta nueva etapa, quizás la recta final, del proceso independentista.

De esta forma se consigue garantizar el carácter plebiscitario del 27S. No será un referéndum, pero todo el que vote a la candidatura conjunta Junts pel Sí o a la CUP sabe que está votando por la proclamación de la independencia. El escogido con gran acierto para encabezar la lista, el ecosocialista Raül Romeva, lo dejó bien claro: «No se trata ya de decir que queremos hacer algo, sino de hacerlo». Los exabruptos de la prensa madrileña y las altisonantes declaraciones de miembros del Gobierno español no hacen sino confirmar la envergadura de la apuesta catalana.

A falta de diez semanas para la cita con las urnas, queda por lo tanto convertir el envite en apuesta ganadora. El acuerdo entre CDC y ERC, que incluye la predisposición a saltarse una eventual suspensión de la autonomía por parte del Estado, invierte la dinámica negativa de los últimos meses; pero falta sumar complicidades, explicar bien el proyecto y detallar la hoja de ruta para consolidar la mayoría social que requiere un proceso de ruptura unilateral. Una mayoría a la que, si la apuesta se mantiene, cabe esperar que se sume la CUP a través de su itinerario paralelo. El 9N ya demostraron ser capaces de gestionar sus contradicciones y jugar un papel fundamental a la hora de asegurar la consulta alternativa. Quedan pues dos meses y medio para ver si el proceso da un nuevo paso de gigante o queda postergado a otro tiempo. La decisión, y esa es la mejor noticia, vuelve a estar en manos de la ciudadanía.