Viaje alucinante al fondo de la mente preadolescente

Aquellos que ya le tenían ganas a Pixar, deseosos de ser los primeros en desmitificar al gigante de la animación, tendrán que seguir esperando. La compañía del flexo siempre ha estado en la vanguardia del género, y con “Inside Out” vuelve a marcar un antes y un después, que me imagino que habrá sido un duro golpe para el resto de estudios que se encuentran trabajando en otra línea, sin imaginar por donde iba a ir el futuro de los largometrajes animados, porque nadie podía sospechar que a uno de los chicos de confianza de John Lasseter se le ocurriría profundizar en la sicología infantil, con la total aprobación y respaldo del jefe. Le proponen esto mismo en su día al tío Walt y le da un síncope.
A veces no basta con tener la más brillante de las ideas, pero es que Pete Docter ha sabido plasmar un concepcto muy complejo en sí mismo de una forma absolutamente gráfica, con tal de que hasta el público menor pueda entenderlo. De acuerdo en que “Inside Out” es pura ficción, aunque nadie podrá negar que abre unas posibilidades infinitas en el campo de la divulgación científica, dado su enorme e imaginativo campo de aplicación didáctica. Algo tan básico como colorear las emociones sirve para identificar los estados de ánimo de una persona que se encuentra en su desarrollo educativo, y que por lo tanto está sometida a una impredecible e incontrolable inestabilidad emocional.
Y lo que más me maravilla es que toda esta impresionante simulación virtual que es “Inside Out” nació de la necesidad de Peter Docter de comprender los cambios inexplicables que se estaban produciendo en el comportamiento de su hija preadolescente. La pequeña Riley se convierte así en un sujeto de pruebas, alguien a quien estudiar en un momento crucial de su vida, cuando una mudanza trastoca su ingenua vitalidad y comienzan a aparecer los miedos de una fase más adulta.

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