Aritz INTXUSTA
Periodista
IKUSMIRA

La milagrosa puntería de la bala perdida

La bala que le acertó en el homoplato a un turista cuando conducía por una pista en Las Bardenas medía verticalmente, casquillo incluido, más de medio palmo (13,8 cm). Pero claro, solo sale disparada la punta, que era del calibre doce. Es decir, tiene un diámetro de 1,2 centímetros. Para hacerse una idea, el proyectil tiene el tamaño de las dos primeras falanges de un dedo índice.

No estoy haciendo todas estas comparaciones para que se visualice que era una bala que disparó el helicóptero la semana pasada, que era muy grande, pese a ser una señora bala. Más bien al contrario, aun siendo una bala enorme no deja de ser un diminuto trozo de metal. Jodidamente letal, sí, pero muy pequeño. Sobre todo, si lo comparamos con la inmensidad de las Bardenas Reales, que ocupan 42.000 hectáreas o, lo que es lo mismo, un poco menos de medio millón de robadas.

Las posibilidades de que una bala solitaria escape del polígono de tiro con tan mala suerte que acierte a un blanco humano en movimiento son remotas. Esto no quiere decir que los militares se hayan vuelto locos del todo y hayan empezado a usar turistas como diana. Pero para que algo tan diminuto acierte a un turista a centímetros de la cabeza, tienen que escaparse balas del polígono a puñados. A miles o a millones. De hecho, el origen de esta bala es una metralleta y salió en ráfaga.

Incluso si creemos que la bala llegó rebotada, como dice Defensa, el problema seguiría siendo cuántas de estas balas salen rebotadas en cada maniobra. Y cuál es el destrozo y el peligro que padece la reserva de la biosfera de Bardenas.