Alberto PRADILLA
ATENAS
ELECCIONES EN GRECIA

Tsipras se la juega en unas elecciones apáticas pero decisivas para Europa

Grecia afronta su tercera cita con las urnas en menos de un año. Tras el referéndum que certificó el rechazo a las políticas de austeridad y la firma del tercer memorándum, que implica nuevos recortes, el primer ministro, Alexis Tsipras, se juega su futuro político. El próximo Ejecutivo tendrá que lidiar con la Troika y negociar sobre la deuda.

En su tercera cita con las urnas en menos de un año Grecia no despierta la misma atención mediática que en enero, cuando Alexis Tsipras obtuvo su primera victoria; o en junio, cuando el 62% de la población lanzó un sonoro «No» a las políticas de austeridad impuestas desde Europa. Sin embargo, los comicios de hoy siguen siendo claves, tanto para el país heleno como para Europa. Los griegos tienen en sus manos mantener su confianza en Syriza, que ha dedicado la campaña a convencerles de que pondrá en marcha políticas diferentes pese a haber firmado el tercer rescate, o volver a Nueva Democracia, formación de derechas que constituye la pata conservadora del turnismo que compartió con el Pasok, ahora bajo mínimos. Además, lo que ocurra tendrá influencia en un ciclo político europeo en el que formaciones que abogan por el fin de la austeridad (Podemos en el Estado español o Sinn Féin en Irlanda) aspiran a modificar la correlación de fuerzas.

En Atenas, tras meses intensísimos, la resignación se impone. Basta comprobar la afluencia a los mítines de campaña para comprobar que el fervor de hace meses se ha diluido. Syriza llenó Syntagma pero que quedó lejos de los números de junio. Nueva Democracia se recluyó en Omonia, una plaza mucho menor. Y la propaganda electoral pasa mucho más desapercebida incluso en los periódicos. La consecuencia de esta especie de apatía generalizada puede ser un incremento de la abstención, que es también la principal amenaza para el todavía primer ministro griego.

Gestionar el memorándum

Gestionar las obligaciones del acuerdo firmado con las denominadas «instituciones», que son la Troika de toda la vida (Comisión Europea, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) será la principal tarea del Ejecutivo que surja de las urnas. En agosto, cuando firmó el memorándum, Tsipras asumió que su mandato había terminado. Que la intransigencia de Europa, que llegó a cerrar el grifo de la liquidez y obligar al control de capitales y al cierre temporal de los bancos, imposibilitaba seguir adelante con el Programa de Tesalónica con el que Syriza quería hacer frente a la grave emergencia social griega. Así que puso su cargo a disposición de los electores en unos nuevos comicios. La sangría en sus propias filas, con la escisión de Unidad Popular, de Panagiotis Lafazanis, y la marcha de la Organización Comunista de Grecia (KOE), ha laminado la fuerza electoral de la coalición. Sin embargo, sigue al frente de las encuestas, aunque con un margen escaso.

El debate sobre la deuda

Es cierto que el próximo Ejecutivo tendrá la hoja de ruta marcada para los próximos tres años. El memorándum obliga y hay planes, como el fondo de privatizaciones que compromete 50.000 billones de euros, que no pueden ser revertidos. Sin embargo, Tsipras insiste en que si Syriza continúa al frente de la administración helena podrá actuar para que las consecuencias del rescate sean lo menos lesivas posibles para los griegos.

Hay otro elemento determinante. Cuando se firmó el memorándum también se puso sobre la mesa la discusión sobre la deuda. Hace dos meses, antes de la firma del tercer rescate, Alemania estaba intratable y Bruselas presionaba para evitar cualquier ejercicio de la soberanía griega al margen del diktat de la Troika. Sin embargo, hasta el propio FMI llegó a admitir que era inviable que Atenas hiciese frente a los pagos que se le exigen. Debatir sobre la deuda, que es el asunto clave, quedó postergado a otoño. Por el momento parece difícil que pueda hablarse de quita. Aunque sí que existe el compromiso de abordar el asunto y podría incluirse en la agenda una reestructuración o una modificación de los plazos.

Es en este ámbito donde Syriza ha hecho especial hincapié. Una de las lecciones de junio es que, con la actual correlación de fuerzas, cambiar la estructura de Europa era inviable. Por eso Tsipras confía en que su victoria sea trampolín para que formaciones progresistas obtengan cotas de poder en Bruselas y se pueda jugar, ya en otras condiciones, la segunda parte de la pugna de junio. Hoy, los griegos decidirán si tiene esa opción.

La dificultad de seducir al votante después de la consulta de junio

«La democracia no sirve para nada. En junio rechazamos ampliamente las políticas de austeridad y, sin embargo, se firmó el tercer memorándum. No somos nosotros los que decidimos» Spyros, estudiante universitario, pone en palabras una de las ideas que más se repiten en Grecia desde hace dos meses: la de que se vote lo que se vote la última palabra la tienen en Bruselas. Es difícil convencer a una población que votó mayoritariamente a Syriza en enero y que, en unas condiciones muy complicadas, revalidó su mensaje antiausteridad en junio, para después tener que asumir un tercer rescate. Por eso, la apatía se extiende en las calles de Atenas. El ambiente es todo lo contrario a la efervescencia de hace dos meses. La falta de impulso puede incrementar la abstención. Sobre todo si se toma en cuenta que en Grecia hay que votar en la localidad de origen, lo que obliga a desplazarse.

«No voy a votar. Ni me molesto. No creo que haya nadie que pueda solucionar la situación en la que estamos. No al menos en este momento histórico». Georgo Tiligados, contable, insiste en que la deuda es el principal problema y no cree que nadie pueda resolverlo.

«Mis tataranietos seguirán pagándola», ironiza. Pese a su descreimiento general desea que gane Syriza. Cree que un regreso de Nueva Democracia implicaría volver a todos los vicios que hundieron la economía helena. Esta es una variable que no suele tomarse en cuenta. Syriza apenas tuvo siete meses para desarrollar su programa y existe la sensación de que «hizo lo que pudo». Además, los partidos del antiguo sistema, Nueva Democracia y Pasok, están tan lastrados por la corrupción que Tsipras sale beneficiado solo por honrado.

«Esta vez les voy a dar una oportunidad. Ya les voté en enero, no tuvieron tiempo y confío en que ahora no me fallen». Yannis, asistente al mitin de Syriza, recuerda que, pese a la desilusión, pesa mucho más el miedo a volver al pasado.A.P.