Pico y pala ante la muralla verde
Nueva Zelanda se clasifica por cuarta ocasión para una final merced a su trabajada victoria sobre una rocosa Sudáfrica (20-18).

Nueva Zelanda disputará el próximo sábado su cuarta final de un Campeonato del Mundo de rugby, después de haberse impuesto ayer en semifinales a una rocosa Sudáfrica (20-18).
Los Springboks no dieron tantas facilidades como Francia en cuartos –nadie lo esperaba–, y los vigentes defensores del título tuvieron que enfundarse el uniforme del batallón de zapadores para derribar la muralla verde a base de pico y pala.
El tercera línea Jerome Kaino abrió pronto la lata, a los seis minutos, pero Sudáfrica clausuró las compuertas y no hubo tsunami. Al contrario, mantuvo prietas las filas e hizo de la necesidad virtud para no conceder a Dan Carter la ocasión de sumar de tres en tres.
Nueva Zelanda buscó otro camino y probó con patadas altas para poner a prueba a la línea de atrás, pero tanto Le Roux como Habana estuvieron firmes ante el bombardeo aéreo.
Sudáfrica se mantuvo viva en todo momento merced a su habilidad para forzar golpes de castigo. Seis de los siete que Nueva Zelanda concedió en su propio terreno terminaron en puntos merced a las patadas primero de Pollard –al frente de la tabla de anotadores empatado con el escocés Laidlaw, con 79 puntos– y luego de Lambie. Con este guión, al descanso la ventaja era de los Springboks (7-12) y los de negro mostraban señales de incomodidad.
Pero poco tardaron en voltear el marcador a la vuelta de los vestuarios. Un acelerón de diez minutos, drop de Carter, jugada de Nonu y ensayo de Beauden Barrett –acababa de entrar por Milner-Skudder–, y de repente Sudáfrica veía cómo la ventaja tan arduamente conseguida se iba por el sumidero (17-12).
Gestionar la renta
Ya por delante, los All Blacks supieron gestionar la media hora restante para no pasar apuros, aunque jugaron con el fuego de la exigua renta con la que contaban. No se apreciaba peligro, pero el más mínimo error les podía dejar fuera.
Poco pudieron ofrecer en ataque los de Heineke Meyer, quienes visitaron en contadas ocasiones la zona de 22 metros rival. Además, cuando gozaron de algún saque de banda goloso, próximo a la zona de marca, fue hurtado por las torres neozelandesas. Hasta cuatro touches propias perdieron los africanos, y a cambio solo pudieron robar una melé.
Los datos hablan claro de la superioridad de los de Steve Hansen, con el 57% de posesión y el 67% de ocupación territorial. Los All Blacks ganaron 398 metros con el balón, por 146 de los Springboks.
Hansen pagó las cervezas a Meyer –seis a uno en su particular duelo en los banquillos– y está a un paso de llevar a sus pupilos a ser el primer equipo en ganar tres Mundiales. También sería la primera vez que alguien gana dos seguidos, y el primer triunfo kiwi lejos de sus islas.
Para ello tendrán que superar un último escollo, cuya identidad se conocerá esta tarde tras el duelo que enfrentará a Australia y Argentina a partir de las 17.00. Los Wallabies también aspiran a un tercer entorchado, para sumarlo a los de 1991 y 1999, mientras que los Pumas buscan su primera final. Es la segunda vez que los sudamericanos se cuelan entre los cuatro mejores, la anterior en 2007.
Australia parte como favorita, pero Argentina encandiló en cuartos ante Irlanda y se acaba de cumplir un año de su victoria sobre los Wallabies en el Championship. Lo sucedido en Mendoza podría repetirse.

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