Jon ORMAZABAL
Pelota

En la puerta de Tannhäuser

Altuna III dio un paso importante a semifinales tras exhibirse (7-17) y saber sufrir (19-18) ante Olaizola II.

OLAIZOLA II 19

ALTUNA III 22


«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». Aimar Olaizola se sintió ayer como el replicante Roy Batty, autor de uno de los monólogos más recordados del cine en Blade Runner, tras sufrir en sus carnes la exhibición de un Jokin Altuna que se queda en la antesala de semifinales, a falta de hacer 13 tantos ante Oinatz Bengoetxea o de que el de Goizueta caiga derrotado ante Iñaki Artola en la útima jornada.

El que se había vendido como un duelo generacional respondió a las expectativas que hicieron que 1.200 pelotazales se acercaran al Atano III donostiarra. Decía entre semana Aimar que su rival juega mucho más de lo que él lo hacía con 19 años, pero lo que ni él ni nadie se imaginaba era que el de Amezketa pudiera alcanzar el nivel de una primera parte de partido sublime como la de ayer.

Porque por mucho que al de Goizueta no le funcionara el gancho de izquierda, su arma más mortífera, como de costumbre, pocas veces se había visto el de Goizueta tan superado como en el comienzo de partido del Atano. Y eso que logró su primer tanto sin tener que cruzar un solo pelotazo al cometer Altuna una falta de saque.

Sin embargo, el joven pelotari de Aspe está en estado de gracia y ese tropezón no afectó a su moral. Sabía que tenía que arriesgar en cada oportunidad que se le presentara y así lo hizo, sin pensárselo dos veces, con un nivel de acierto espectacular.

Pero es que además, todos los expertos coinciden en que el guipuzcoano es un pelotari «diferente» y ayer volvió a darles la razón, porque ni un campeón tan intuitivo como Aimar Olaizola fue capaz de adelantarse a los inverosímiles remates como la dejada al ancho desde el 5 en el 3-8 o el dos paredes de volea con el que crujió la defensa del de Asegarce en el 3-10.

Olaizola se resistió

Un saque-remate al txoko elevó el huracán Altuna a su máxima potencia en el 7-17, una situación que se hubiera llevado por delante a cualquiera, pero no al mejor especialista de la historia en la distancia.

No estaba el de Goizueta por encajar una derrota que, por el tanteo, pudiera complicar su presencia en semfinales y, sin estar del todo fino, tomó la única vía que le podía dar el triunfo, o al menos arreglar el desaguisado que le estaba causando su rival –él mismo reconoció que, como había jugado no merecía ganar–; endurecer el partido. El esfuerzo físico y el irremediable vértigo a la mayor victoria de su corta pero prolífica carrera profesional hicieron mella en un Jokin Altuna que tuvo un bajón que pudo echar toda su demostración al traste.

Olaizola celebró con inusitado alivio su primer gancho de izquierda en el 12-17, pero el verdadero daño se lo hizo con el saque. Más bien Altuna fue el que hizo excesivas concesiones dejando de llevar hasta media docena, los tres últimos consecutivos, con los que el de Goizueta se adelantó 18-19.

Sin embargo, otro tanto increíble de Altuna, con una alcanzada y un paralelo en el ancho, cortó la hemorragia y el joven se hizo con un triunfo memorable.