Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
EñAUT ELORRIETA
VOZ, GUITARRA Y COMPOSICIÓN DE KEN ZAZPI

«Una canción la forman 98.000 decisiones pequeñas»

Ken Zazpi regresa con diez canciones nuevas tras cinco años de espera tras la edición de «Ortzemugak begietan». «Phoenicoperus» se inspira en canciones de ritmos medios intensos y melódicas dramáticas sobre espejos épicos.

Una vuelta a los estudios para grabar canciones nuevas con una larga pausa por el medio no es una tarea sencilla. «Phoenicoperus» se ha rebelado en momentos contra los propios músicos, pero las canciones, la amistad, la calidad de los músicos y la fe en el productor han terminado por armonizar el contexto para lograr el disco más profesional e íntimo que ha grabado el grupo de Gernika. La épica se mezcla con el pop, el rock, lo sinfónico (no por la colaboración de una orquesta), más una tristura ambiental que conduce el disco hacia lo evocativo, emocional, sombrío e intenso. “Gerra” podría ser el título que condense las sutiles capas de los nuevos Ken Zazpi, aunque todas las piezas son parte de este planeta pequeñito que gira desde las aguas y suaves colinas de busturialdea, con dos satélites próximos, Eñaut que reside en Getaria desde hace unos años, y Ruben Caballero, nuevo apoyo a la guitarra, que habita en Usurbil. Los ensayos en Gernika, en el mismo local que tuvieron los recordados Exkixu.

En el inspirado «Phoenicoperus» el hueso y la carne lo forma la base rítmica y el fuerte peso de teclas y sintetizadores junto a las dos guitarras. Eñaut sigue siendo una de las gargantas más templadas y con mayor color incluso colocado junto a voces internacionales.

«Phoenicoperus» tomando consciencia del momento, renacer… ¿Autosanación? ¿Terapia de grupo? ¿Ha pesado el momento, el reto con el oyente tras tantos años sin grabar canciones nuevas, dejando al margen el agotador disco con la EOS?

Tiene que ver con todo eso si…pero quizás el reto ha sido más hacia dentro. Nos sentimos identificados con ese concepto, y de ahí el Phoenicoperus, el ave que resurge de sus propias cenizas, el conocido mito griego. Creemos que es un ejercicio vital. Apartarte de caminos conocidos, de espacios cómodos, de inercias efímeras, desaprender, morirte simbólicamente y reencontrarte después de ese proceso y aunque no lo consigas al ciento por ciento para nosotros es algo necesario, que le da sentido y veracidad a lo que hacemos. Nos obliga a evolucionar. Cada uno de la banda hemos tenido que reencontrarnos y reubicarnos dentro del proyecto. Y como en cualquier relación, nosotros también hemos pasado por momentos críticos, difíciles, individuales y colectivos. Siempre hay momentos muy duros que te hacen sufrir, pero también hay momentos en los que vuelves a soñar y alzar el vuelo. Las crisis pueden terminar con una relación, pero también pueden sanarla. Somos un grupo que lleva veinte años junto, somos los mismos componentes que cuando empezamos, no lo pueden decir la mayoría de las bandas, y esto no se consigue sin pasar por ciertas encrucijadas. Y acabamos de pasar por una de ellas, nos hemos desprendido de parte del viejo plumaje, y nos sentimos vivos e ilusionados.

¿Apostar por un productor daba confianza y les quitaba una responsabilidad de encima? ¿Productor y consejero matrimonial?

Por una parte motiva, que siempre es importante, te ayuda a sacar lo mejor de ti, incluso antes de empezar a currar con él. En el estudio sí que te da confianza, y también te quita responsabilidad en algunas decisiones. Pero yo diría que te guía. El productor te acompaña en ese camino. Es alguien que te da confianza, que te da caña en los momentos de debilidad. Alguien que acelera ese proceso, en el que quizás necesitarías mucho más tiempo. Alguien que te provoca y te cuida. Alguien que, en definitiva, logra que seas más valiente, y en el que te puedas abandonar en los momentos de mayor duda. Toma las decisiones sin cargas emocionales que podemos arrastrar en el grupo, haciendo caso omiso a las pelea de egos internos. Ha sido una pasada ver cómo gestionaba todo esto. Si estas atento, puedes descubrir una visión externa de cómo funcionamos y donde nos atascamos. Ricky, aparte de ser productor, es músico y cantante. Se acercaba y empatizaba con cada uno, musicalmente conoce bien la función de cada componente, se ponía en su lugar, y nos guiaba específicamente. Yo diría que es una figura que tienen tanto de sicólogo como de estricto consejero musical.

Ricky Falkner es miembro de Standstill, una de las mejores bandas que ha dado la península en las últimas décadas, ahora en hibernación, también es miembro de Egon Soda y ha producido a gente como The New Raemon, Sidonie, Love of Lesbian… y uno de los discos del 20 aniversario de Berri Txarrak, la cara más pop conocida de ellos. ¿Se le descubre con Berri Txarrak o se le seguía la pista al genial barbudo…?

Le seguíamos de antes. En el disco de Berri, una banda que conocemos bien, nos pareció percibir que respetaba su esencia pero que le buscaba otros matices. Nos gustó. Fue un empujón más. Decidimos que nos vendría bien un toque mas experimental y fresco, y que su experiencia podía ser una aportación muy interesante para nuestras querencias. Era solo una intuición, pero creemos que acertada viendo el resultado. Ricky también es un tipo muy escarmentado en la dirección que queríamos tirar: hacia algo más suelto, orgánico, experimental, sucio, más maduro y menos efectista. Quedamos con él por primera vez en Barcelona para hablar. Cenamos y nos emborrachamos. Hablamos de música, de la banda, de la vida… No coincidíamos en todo, en algunas cuestiones en nada, pero a la vuelta teníamos claro que era nuestro hombre. No lo sabíamos explicar con precisión, pero lo teníamos claro.

¿Qué les ha aportado principalmente, además de las pequeñas colaboraciones en el disco?

Los temas no han cambiado tanto en esencia. Pero una canción la forman 98.000 decisiones pequeñas, aparentemente insignificantes una a una. Una visión exterior cualificada es muy interesante en este sentido. Por otra parte, en muchas ocasiones te empuja por un precipicio que aun teniendo muchas ganas, no te atreverías a saltar nunca. En la caída tienes que encontrar nuevos recursos, pasas por situaciones de vértigo e inseguridad. Aprendes, vives la experiencia como un recién nacido…Y al final, te das cuenta que nunca hubo precipicio. Es un tipo muy apasionado y que desde un principio se implica al cien por cien, lo siente suyo. Es un hombre de pocas palabras, pero muy precisas, y si no está seguro, no aparenta estarlo. Un dato para que encuadréis a este hombre. Cuando ya había apalabrado el disco con nosotros, le llegó una llamada de Bunbury para que produjese su disco en EEUU en las mismas fechas. Le dijo que no podía, que ya se había comprometido con nosotros.

«Oihu loreak» es el primer clip, pero no es el típico single. Sí una enorme canción que desborda sentimientos desde todos sus desolados rincones. La inmigración, la vida y la muerte, la suerte, la esperanza, el grito… Todo muy intenso y casi siete minutos.

No teníamos claro que fuera el primer clip, hasta que la actualidad la empujó de golpe. En todo el proceso de grabación no parábamos de escuchar noticias de los refugiados de Siria. Nos pareció más importante la actualidad que todo lo demás. Tenía en contra la duración, como señalas, y que rítmicamente era una de las mas lentas. Ayudó que fuera ganando en el proceso de grabación. Pero la balanza se inclino definitivamente con la crisis de los refugiados sirios.

No es una canción que siga el canon post-rock (en el fondo no deja de ser es una hermosa balada pop), pero de la lírica se salta a un momento de ajetreo de guitarras distorsionadas, violentas, que al fin y al cabo suele ser parte de muchas escenas musicales de post-rock. Tiene algo también de clasicismo, de sinfónico mayestático?

Yo la compuse más clásica, y Ricky le ha dado otro toque, otra instrumentación como la aportación del melotrón, y un rollo mas violento en la parte instrumental, con más soltura y frescura. Yo nunca le hubiera dejado a Jon hacer tantos breaks en la parte instrumental y han quedado de muerte. Te das cuenta que a veces tus propios conocimientos y maneras de hacer, limitan. Es difícil a veces ver cuándo estás limitando un tema, en vez de expandirlo. Muchas veces el margen entre ellas es pequeño, de matices y eso es apasionante. Para mí esa parte instrumental es uno de los mejores momentos del disco.

«Libre» es una devastadora balada, aunque no muy lejos queda «Esaidazu» o «Zuhaitz adarlotuak», con temperatura rítmica y peso de teclas y sintes que la convierten en una canción bailable, contagiosa, pero llega «Gerra» con su épica de batalla a contraluz, con el sol cayendo de cara, y gana, posiblemente, la partida. Sin obviar el singular, el juego de voces, profundo sonido y explosión final de «Phoenicoperus» o las dos canciones instrumentales.

A mi parecer, la primera mitad del disco es más atrevido, más novedoso. En la segunda mitad quizá resuena más el Kenzazpi anterior. Pero por encima de la estética musical, a nosotros nos importan las canciones, en su esencia, creo que nuestra inquietud como banda siempre ha ido más por ahí. Creo que en este disco es más homogéneo, hemos sido más orgánicos, más experimentales. Y que limpiándonos de referencias conocidas hemos ahondado en nuestro propio sonido.