Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Grandma»

Yo de mayor quiero ser como Lily Tomlin

Me emociona mucho hablar de Lily Tomlin, porque era una de las actrices predilectas del recordado Robert Altman, desde que la descubrió y lanzó en “Nashville” (1975), hasta que estuvo presente en la despedida cinematográfica del maestro de Kansas City con “El último show” (2006). Pero el problema era que Altman hacía películas corales, así que la buena de Lily se quedó sin un solo papel protagónico desde que formó pareja estelar con Bette Midler en “Ensalada de gemelas” (1988). Veintisiete años después se ha acordado de ella Paul Weitz y le ha dado el papel de la abuela que figura en el título mismo de “Grandma”.

Paul Weitz, que llevaba una muy mala racha creativa, sin conseguir recuperar la inventiva de sus mejores realizaciones “Un niño grande” (2002), In Good Company” (2004) y “American Dreamz” (2006), se redime apuntándose a la moda de cineastas que con tal de recuperar el prestigio perdido se alían con una veterana y olvidada estrella de la pantalla, para reivindicarla catapultándola hacia los Óscar. Es lo que hizo Darren Aronofsky con Mickey Rourke en “El luchador” (2008), Alexander Payne con Bruce Dern en “Nebraska” (2013) o el mexicano Iñárritu con Micahel Keaton en “Birdman” (2014).

“Grandma” es una película de carretera intimista en clave femenina, cuya duración de apenas ochenta minuos define su economía narrativa y capacidad de síntesis, dentro de un ajustadísimo y humilde presupuesto. Todo está medido, porque nada falta y nada sobra. La mínima anécdota argumental es una mera excusa para que la gran Lily Tomlin vaya interactuando con los secundarios que le salen al paso, muchos de ellos relacionados con su pasado. De esta forma da contendio a un personaje con historia, una poeta hippy de los años 7o convertida en una vieja profesora con una actitud punk rompedora.