Cómo correr el encierro delante del toro de Wall Street

Las cifras de la macroeconomía provocan mareos, vértigos, náuseas, tics nerviosos y todo tipo de reacciones alérgicas en el común de los mortales. Por lo tanto no es fácil hacer películas que expliquen a la gente corriente los motivos de la crisis, evitando los consiguientes dolores de cabeza y el malestar general. Alberto Cisneros Samper utiliza el humor crítico como antídoto contra la dolorosa y grave enfermedad de la dependencia del capital, logrando que la información de los expertos financieros no se nos atragante hasta provocarnos una indigestión.
Las entrevistas que presenta el montaje de “Mami, ¡ya sé dónde está el dinero!” serían bastante difíciles de asimilar pos sí solas, así que el documentalista navarro opta por la docuficción, a fin de combinar ese material técnico con un pequeño argumento que se va desarrollando paralelamente en primera persona. Nos viene a contar cómo tras muchos años de trabajo en el medio audiovisual perdió su empresa, se quedó en el paro y tuvo que volver a casa de sus padres, en el pueblo natal de Ezkaroze. Fulgen y Ausen resultan ser unos octogenarios muy campechanos, que con el paso de los años han aprendido a poner al mal tiempo buena cara, hasta el punto de que contagian a la película de un sentido común y un muy necesario optimismo de andar por casa.
El contrariado protagonista conversa telefónicamente con ellos y con su exsuegra Cristina, intentando hacerles comprender en un lenguaje coloquial que sea comprensible para todos, con la ayuda de unas animaciones muy divulgativas, el destino final del dinero que a la mayoría no nos alcanza o nos llega con cuentagotas. Sus investigaciones le llevarán hasta el corazón de Wall Street, dónde comprobará que de poco sirve saber correr el encierro para burlar al fiero toro allí instalado, y que representa la voracidad de los depredadores de la banca y de los parqués bursátiles.

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