Sé que hay un público al que le encantan las comedias coyunturales, y me parece muy respetable, pero no comparto ese entusiasmo de ninguna de las maneras. En el Estado español, y también en Catalunya, a la vista del éxito de la película que sigue batiendo récords de taquilla con su segunda parte, se busca la inspiración en modelos foráneos traducibles a los tópicos locales. A escala más reducida, Dani de la Orden logró sacarle un buen rendimiento a la previa “Barcelona, noche de verano” (2013), por lo que para su secuela ha contado ya con un mayor presupuesto. Y no oculta, sino que lo explicita claramente en “Barcelona, noche de invierno”, haberse basado en la comedia anglosajona de Richard Curtis “Love Actually” (2003).

Dani de la Orden no conecta con un público tan amplio, y su cine es compartido por la franja joven que disfruta con historias románticas. De ahí que repita de nuevo la fórmula de llenar el largometraje con seis anécdotas protagonizadas por un muy extenso reparto coral. Algunos de esos segmentos continúan los iniciados en la entrega anterior, y otros se van añadiendo. Pero el nexo común entre todos ellos es el triunfo del amor.

El amor contemplado como un sentimiento que no entiende ni de edades, ni de clases, ni de razas, ni de sexos. Y por eso las seis historias transcurren durante la Noche de Reyes, en cuanto transcurso de tiempo ideal para que los romances lleguen en forma de regalo navideño. La Barcelona invernal vuelve a ser fotografiada con la misma estética publicitaria predominante en el largometraje de arranque, lo que confiere al trasfondo social un tratamiento siempre superficial. En cuanto pura fabulación funcionan mejor los momentos humorísticos que los dramáticos, tal vez porque el casting se inclina más hacia rostros conocidos de la comicidad, acostumbrados a un costumbrismo chistoso. No obstante, la relación entre octogenarias es la que cala más hondo.