Maitane ALDANONDO

José María Arizmendiarrieta, el hombre cooperativo

Este año se cumple el centenario del nacimiento de José María Arizmendiarrieta (1915-1976), sacerdote y fundador de la Experiencia Cooperativa de Mondragón. Aunque este movimiento se ha transformado con el tiempo, los valores que lo inspiraron siguen vigentes.

Ha sido el inspirador para el desarrollo de un proyecto impresionante, no solo para Mondragon, sino para Euskadi, e incluso, para el cooperativismo a nivel mundial. Una realidad de cooperativismo, de trabajo asociado, como la de Mondragon no existe. Son contadas las experiencias». Así lo afirma Fermín Garmendia, director de Desarrollo de MISE-División de Ingeniería y Consultoría de la Corporación Mondragon (MCC) y autor, junto con el periodista Manolo González, del libro “José María Arizmendiarrieta. Un hombre, un pueblo, una experiencia”.

El 22 de abril de 1915 nació, en el barrio de Barinaga (Markina-Xemein), esta figura clave del desarrollo económico vasco del siglo XX. Esta efeméride ha hecho proliferar los actos en su memoria. Entre ellos, la citada obra que le ha dedicado la consultora LKS, integrada en Mondragon y fundada por uno de los discípulos de Arizmendiarrieta, José María Ormaetxea. En sus páginas se ofrece una visión caleidoscópica de la trayectoria y el legado de Arizmendiarrieta de la mano de quienes le conocieron, de una selección de sus escritos y del análisis de su vigencia por parte de personalidades como el presidente de Eusko Ikaskuntza, Iñaki Dorronsoro, o el político Ramón Jáuregui. Precisamente, sobre esos valores y su actualidad han hablado Garmendia y González con GARA.

José María Arizmendiarrieta ingresó a los 12 años en el Seminario Menor de Arteaga. Durante la guerra se afilió al Partido Nacionalista Vasco. Al faltarle un ojo, estaba incapacitado para el servicio de armas, por lo que colaboró con el periódico “Eguna”, portavoz del Gobierno Vasco, hasta que fue apresado en 1937. Sometido a un consejo de guerra por exaltación a la rebelión, fue indultado y pudo seguir con sus estudios en el seminario. Se ordenó sacerdote en 1941 y un año después llegó a Arrasate, donde fue coadjutor del párroco hasta su fallecimiento, el 29 de noviembre de 1976. A su llegada, este municipio guipuzcoano tenía aproximadamente 7.500 habitantes y contaba con cierto tejido industrial en el que destacaban la Unión Cerrajera Guipuzcoana y ELMA.

Educación y trabajo

La existencia de esas importantes empresas fue clave para el desarrollo de las ideas de Arizmendiarrieta. En sus primeros años, allí llevó a cabo actividades de todo tipo en relación con el euskara, los jóvenes, el deporte, la Navidad... Convencido de que la educación era una herramienta para el cambio social, en 1943 creó la Escuela Profesional Politécnica y cuatro años después envió a once estudiantes del centro a Zaragoza a cursar peritaje industrial. Tanto la escuela como esos jóvenes fueron la base de la Experiencia Cooperativa de Mondragón, que echó a andar en la década de 1950.

Sus primeros colaboradores fueron Luis Usatorre, Alfonso Gorroñogoitia, Javier Ortubay, Jesús Larrañaga y José María Ormaetxea. En 1954 decidió promover unas comunidades de trabajo regidas por normas de convivencia donde el trabajo y la personas fuesen los beneficiarios de la gestión y de los resultados. Intentó implantar sus ideas en la Unión Cerrajera cambiando las estructuras de la empresa pero, al ver que no era factible, fue consciente de la necesidad de partir de un proyecto nuevo.

No tenía una idea clara sobre la fórmula societaria, sino que buscó aquella que respondiera a su planteamiento centrado en las personas. Así, en 1956, nació la cooperativa Ulgor, posteriormente Fagor, a la que seguirían otras muchas como Copreci, Ederlan, Caja Laboral Popular, Lagun-Aro o Ikerlan, gracias al crecimiento económico de la década de los 60 que favoreció la creación de numerosos proyectos cooperativos.

Arizmendiarrieta dio un valor predominante a la persona y a la educación. «Quería personas antes que cooperativistas. Personas, formadas, maduras, solidarias… porque si no, no hay cooperativa. La educación era capital para él y era el primero que practicaba, y no dejaba de hacerlo», apunta González. Al núcleo inicial sobre el que arranca el proceso de la Experiencia le inculcó la importancia de estudiar, de formarse y prepararse. Asimismo, fue pionero a la hora de integrar a las mujeres en la educación y las introdujo en la Escuela Profesional.

Ese espíritu se ha mantenido y desarrollado ampliamente con los años. En 1997 las iniciativas formativas desembocaron en Mondragon Unibertsitatea (MU). En sus cuatro facultades, además de los estudios de grado, máster o formación continua, está incorporada la Actividad Laboral Escolar Cooperativa (Alecop). Constituida en 1966, tenía como objetivo ofrecer a los estudiantes de las tres cooperativas de formación de la zona la posibilidad de compaginar estudio y trabajo. Sus líneas de negocio se han ido ampliando con los años, pero sigue dando esa oportunidad a los universitarios.

La doctrina de la justicia social

La faceta de sacerdote es la que prevalece en la personalidad de Arizmendiarrieta, en opinión de los autores de la obra comentada. «Es lo que ha sido fundamentalmente, porque no fue socio en las cooperativas. Fue impulsor, promotor, pero no renunció a eso. Realmente, todo lo que hacía lo daba, la generosidad es uno de sus grandes valores, muy vinculado a sus creencias», recuerda Garmendia. Quería poner en práctica la doctrina social de la Iglesia y el mandato que el papa Pío XI expuso en la encíclica “Quadragesimmo Anno”, en la que proponía establecer un nuevo orden social y económico basado en la subsidiariedad. La justicia social fue el valor fundamental que impulsó sus acciones y es la raíz de la Experiencia Cooperativa de Mondragón. También su carácter práctico, que le hizo tratar de materializar todas sus teorías, convencido de que las personas no debían ser meras observadoras de la realidad, sino que tenían que implicarse en transformarla.

«Creo que era una persona muy lista, el típico euskaldun listo, baserritarra, que veía las cosas e iba dándoles soluciones. Tenía la idea global –comenta Garmendia–, y en la operativa era muy vivo, sabía buscar los caminos sin que eso pusiera en contradicción su propósito». Considera que esa actitud emprendedora es importante en estos momentos: «No esperar a que otros resuelvan los temas, ser sujetos activos, protagonistas de las realidades, evidentemente, aprovechando y utilizando los resortes que haya en la sociedad».

Quienes le conocieron le definen como «revolucionario» o «visionario», capaz de elevarse y ver el camino a seguir, pero pegado a la tierra. González destaca que «se daba en él algo poco habitual, era un hombre de una gran capacidad intelectual y, a la vez, eminentemente práctico. Eso es difícil de conseguir». Su liderazgo es indiscutible, si bien no imponía su visión. Sembraba e iba creando, por eso la Experiencia siguió viva después de su muerte. El periodista apunta que «en este tipo de procesos, cuando la cabeza pensante desaparece, normalmente, también lo hace el grupo. Una de sus grandes cualidades, y de la propia iniciativa, es que no solo no desaparece, sino que sigue creciendo a unos niveles que no sé si Arizmendiarrieta tendría en la cabeza». Y es que aquel pequeño grupo de las primeras cooperativas ha pasado a ser una corporación formada por más de 260 entidades, 103 de ellas cooperativas de varios sectores, que emplea a 74.000 personas.

La evolución de la «Experiencia»

La economía y los mercados han cambiado mucho desde las décadas 1950-1960, por lo que la Experiencia ha tenido que ir adaptándose a las nuevas circunstancias. Mondragon se creó como corporación de manera global en 1991. El 70-80% de sus ventas actuales en el sector industrial son a nivel internacional. A pesar de su evolución, el «modelo Arizmendiarrieta» sigue presente, con planteamientos enfocados a superar las desigualdades tales como que la condición de socio no sea hereditaria, que la inversión a realizar para incorporarse a la cooperativa –en torno a 15.000 euros en las industriales – sea inferior al valor contable, o el estrecho intervalo de sueldos, por el que, según datos de Laboral Kutxa, el presidente de toda la corporación gana 5,5 veces la retribución media de los cooperativistas.

No obstante, su adaptación a las nuevas circunstancias no está exenta de críticas. En ese sentido, Ramón Jáuregui cita en el libro algunos hechos que han suscitado interrogantes sobre la validez de la fórmula cooperativa y la sostenibilidad de sus valores diferenciales. En concreto, hace referencia a que, del conjunto de trabajadores de Mondragon, no llegan a la mitad los que participan en calidad de socios cooperativistas; a las aportaciones financieras subordinadas (preferentes) a las que recurrieron Fagor y Eroski para afrontar las necesidades de capitalización; y al caso Fagor. Garmendia asume que «todo es discutible, incluso internamente puede haber discusiones a ese nivel. Ante situaciones límite como ésa (la de Fagor), creo que la respuesta que da Mondragon a la empleabilidad de buena parte de esos trabajadores no es normal en otro tipo de entornos. Depende de cómo lo mires. Mondragon no es un grupo normal. Somos cooperativas independientes, no hacemos una consolidación, con lo cual ese músculo global para dar respuesta a situaciones concretas es también relativo».

 

múltiples actos en el centenario del nacimiento

Muchas son las actividades que desde diversas entidades se han programado para recordar la labor y el pensamiento de José María Arizmendiarrieta en este año del centenario de su nacimiento. Junto con el reconocimiento de la relevancia de su figura, la mayoría tiene como fin recuperar y dar a conocer su contribución en el ámbito socioempresarial.

Por ejemplo, Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea, que tiene como objetivo mantener viva la figura, la biografía y los valores humanistas que inspiró, ha realizado dos concursos para acercar su ideario social y difundir la reflexión sobre las iniciativas empresariales que impulsó. En uno de ellos, los estudiantes de Mondragon Unibertsitatea debían exponer en un video de 30 segundos cómo veían a Arizmendiarrieta. Algunos de los trabajos pudieron visualizarse en un acto que organizó la asociación el pasado 30 de noviembre, en el que también se presentó el libro de Fermin Garmendia y Manolo González “José María Arizmendiarrieta. Un hombre, un pueblo, una experiencia”.

La efeméride también ha supuesto un impulso al proceso de canonización que busca que la Iglesia católica reconozca «las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, en grado heroico, que concurrieron en la vida de Arizmendiarrieta». Además, el pasado mes de octubre se aprobó la creación de Arizmendiarrieta Fundazioa. Humanismo cristiano y cooperación para contribuir a la evangelización social y difusión del magisterio arizmendiano.M.A.