Raimundo Fitero
DE REOJO

La luz

Hay conceptos que cuestan aposentarse de manera nítida en el cuerpo social. Uno de ellos es “pobreza energética”. “Salvados” nos ayudó a entenderlo. Y a cabrearnos mucho por la manera en la que hemos dejado en manos privadas cuestiones básicas para nuestra vida y el modelo de democracia. Es cierto, si usted tiene una casa, un piso, un apartamento, aunque sea de su propiedad, si no puede pagar el agua, la luz y el gas y sus suministradores de estos servicios esenciales se los cortan, está en situación de precariedad, de pobreza energética.

No es cuestión releer con velas o comer siempre productos fríos o sin cocinar, es que no se puede duchar, no puede calentarse, no puede leer, ni tener wi-fi, ni cargar sus aparatos digitales. Pues parece ser que alrededor nuestro pueden estar sufriendo esta pobreza muchas personas que no se atreven a proclamarlo, porque es sentida como una degradación. Pero apareció un médico que nos indicó que el crecimiento de catarros, de muertes por enfermedades respiratorias, incluso por hipertensión pueden ser causadas por estas deficiencias energéticas. Cuesta asimilarlo, pero lo explicaron de una manera tan clara, tan evidente, que nos convencieron.

Es la luz, la electricidad, el producto estrella, ya que sirve para casi todo, hay casas calentadas, enfriadas, con cocinas y termos eléctricos, y la suministran monopolios u oligopolios, que marcan unas tarifas incomprensibles, anormales, políticas y que cortan suministros con un recibo sin pagar. Una barbaridad que se refrendó de una manera esperpéntica con el señor Soria, el más inútil de los ministros de Industria conocidos, tendrá asegurado su futuro en las eléctricas, que preguntado sobre el asunto contestó como lo que es, un redomado imbécil. No se puede ser más cínico y provocador.