Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Higuaín grita, Nápoles es feliz

La Juventus parece la única en amenazar el liderato de los napolitanos, que sueñan con reverdecer aquel Scudetto de Maradona.

A Dios, cuando hizo la Tierra, no se le pasó por la cabeza que iba a sucederle algo llamado fútbol... Claro, justo en el día en que se tomó descanso, el domingo. En la ciudad de Nápoles adoran a San Genaro, pero «el fútbol aquí es una religión», como reconoce el delantero español José Callejón. Veneran al Napoli. Al de Maradona, pero también al de Higuaín. Campeón de invierno, los partenopeos tenían un serio test ante el Sassuolo que no había perdido con ninguno de los de arriba, pero llegó el Pipa y mandó parar con dos goles más. Y van 20. En 20 jornadas. Y él les quiere. Y ellos le adoran. Y la culpa la tuvo un inglés, el que como casi en todo el mundo exportó este deporte. El azul del mar y el celeste del cielo, esos fueron sus colores y el asno su símbolo. Lo eran y lo son.

Cuenta Toni Padilla que estos días en Nápoles Higuaín grita los goles como si fueran finales. Gritan todos. Ellos y ellas. Grita Nápoles. Y Nápoles es feliz. Y es feliz porque gana. Corre por sus calles la leyenda de que la bella sirena Parténope deambula por sus esquinas manteniendo a la ciudad en alerta, en guardia frente al resto de esa Italia del Norte que la mira por encima del hombro. A sus cantos embaucadores solo se le resistió el gran Ulises, atado al palo mayor para evitar caer en sus seductores sonidos. Ese Ulises es hoy la Juventus, la única en no ceder a los gritos, a la felicidad, a los goles de Higuaín, el soldado enamorado, la melodía que recibe al equipo en San Paolo.

Prosigue la leyenda que Parténope, incapaz de hechizar al héroe, se ahogó de pena y su cuerpo fue arrastrado por las aguas a las costas de la Nueva Ciudad, Nápoles. Donde sueñan, más de tres décadas después, con volver a levantar un Scudetto, con volverse tan locos como alocada es la ciudad, teatrera y exagerada, asombrosa, caótica, sucia, «un paraíso habitado por diablos», la dicen... y feliz, la más feliz del mundo si su Napoli sale campeón. Y gran parte de la culpa si eso sucede la tendrá un toscano de 56 años, licenciado en Economía y Comercio, hijo de ciclista profesional, un peregrino de los banquillos al que apodan ‘Mr.33’ por su obsesión táctica después de que un jugador confesara que llegaron a utilizar 33 esquemas distintos... ¡Cómo se nota que por allí no ha recalado Marcelo Bielsa o cómo ejecutar un saque de banda de treinta maneras diferentes! No es otro que Maurizio Sarri, director de la orquesta azurra, enfundado en su chándal, ávido fumador y lector de Charles Bukowski, el mismo que dijo que «si quieres saber quiénes son tus amigos, haz que te metan en la cárcel». Y qué mejor para ello que Nápoles.

Hacer las maletas

El sur existe, grita Nápoles. Entre la pared del Mediterráneo y la espada de ese Vesubio cuyo fuego, dicen allí, fluye por sus venas. Lo hace frente a la Juventus, en la misma cara del norte que lo desdeña. Es la rebeldía hecha fútbol. Fogón de la mejor pizza del mundo, de la tarantella y de la gran Sofía Loren, romana de nacimiento pero criado por sus abuelos en un barrio pobre napolitano, que ya en 2007 prometió desnudarse si el club ascendía a la Serie A. Se quedó en puertas y Nápoles la sigue esperando. A sus 81 años.

Y en tanto Nápoles sigue soñando con el regreso un día de Maradona y hasta entonces se conforma con Higuaín, pinchó el Inter y pinchó la Fiorentina en casa de un Milan que respira ante unos 28.000 espectadores en un San Siro con capacidad para 80.000, así que solo la Juventus sigue la estela de los napoletani, después de que un siciliano, Totó Di Natale, no pudiera frenarles en su visita a Udine. Porque si los líderes tienen al Pipa, las ‘cebras’ cabalgan bajo la fusta del joven Paulo Dybala, dos goles más y ya suma once.

Diez jornadas seguidas, diez victorias suman los de Turín que amenazan muy seriamente con dejar sin gloria a los partenopeos. Esa que ha perdido otro argentino, Maxi López, aquel ariete rubiales, tosco y corpulento que vistió la elástica del Barça, y al que el interista Mauro Icardi le dejó sin novia, apartado ahora del Torino por sobrepeso, mucho sobrepeso.

De haberse cuidado un poco quizá se hubiera buscado un futuro en esas ligas exóticas donde el dinero circula sin problema. Como el colombiano Fredy Guarín, al que el Inter le acaba de dar carta libre para fichar por el Jiangsu Suning chino, donde cada 13 minutos ganará el salario mínimo de su país de origen. O como el inglés Jermaine Pennant, ¿recuerdan? que militó en el Arsenal, Liverpool y esporádicamente en el Zaragoza, que jugará en el Tampines Rovers de Singapur a cambio de un buen sueldo, y en cuya presentación su nuevo presidente destacó su cualidad de jugador «sexy». O el veterano inglés Ashley Cole, que tras su irrelevante paso por la Roma hace las maletas para enrolarse en los Angeles Galaxy de la Major League Soccer.

Louis van Gaal se viene arriba

¿Hará lo propio Zlatan Ibrahimovic en el que, dice él, mejor momento de su carrera, 26 goles en 26 partidos? Al tiempo. Por ahora, el que parece un fijo para abandonar la disciplina del Manchester City en verano es Yaya Touré, sobre todo después de que su agente haya dicho que «Guardiola está sobrevalorado. Hasta mi abuelo hubiese ganado títulos con ese Barça y este Bayern». En cualquier caso, que no les suceda como al nuevo entrenador del Swansea galés, el italiano Francesco Guidolin, de quien el capitán de los ‘cisnes’ Ashley Williams ha confesado que tuvo que buscar en Google para saber quién era.

Quien no necesita tarjeta de presentación es Louis van Gaal. El holandés se la jugaba este fin de semana en el clásico inglés ante el Liverpool. En un aburrido duelo en Anfield, los Reds apretaron más, pero los Devils tienen en sus filas a un tal David de Gea, que fue nombrado el MVP del partido, y a un tal Wayne Rooney, que firmó un golazo, el definitivo 0-1. Y fue entonces cuando, tres años después de la irresuelta marcha de Sir Alex Ferguson y 200 millones de libras gastados en fichajes, Louis se vino arriba y se despachó con que su equipo puede ganar esta Premier. El mítico Denis Law, eterna leyenda del Manchester, discrepa cuando le cuestionan si su United vencería al de hoy: «Sí, 1-0», replicó. «¿Por qué tan corta diferencia?», prosiguió el periodista. «Porque hoy todos los de ese Manchester tenemos más de 70 años». Y todo esto, cuando se cumplen 16 años de que los hinchas mancunians eligieran al francés Eric Cantona como el mejor futbolista del club del siglo XX.

A ello aspira el joven francés Anthony Martial, de quien un diario inglés ha desvelado los pormenores de su fichaje por el United al Mónaco. 50 millones fijos para los monegascos por el traspaso, 10 millones más si marca 25 goles en tres temporadas, 10 más si juega 25 partidos con Francia y 10 más si es nominado para el Balón de Oro. Eso sí, el que se lleva los honores por ahora en el fútbol inglés es otro francés, Olivier Giroud, el ariete del Arsenal, suma 8 goles en sus últimos 8 partidos, con el mejor ratio de gol por minutos de la Premier.

Aunque para gol el del veterano John Terry, que hizo el empate 3-3 ante el Everton en el 98 de partido, cuando el colegiado había dictaminado 7 de descuento. Lo hizo de espuela y en fuera de juego. El tanto más tardío de la historia de la Premier. «Cuando llegas a una edad, mucha gente piensa que las piernas ya no te dan. Pero yo nunca he tenido piernas. Nunca fui rápido», ha dicho. Pero en Stamford Brigde siempre se le espera al capitán. Como a Maradona en San Paolo, para volver a hacer historia. Porque ya lo decía el veterano técnico Marcelo Lippi, «en el fútbol el primero es un Dios y el segundo una mierda». Y Nápoles será sucia, pero no una mierda.