No, no es la quinta franquicia para el público adolescente que combina el cine fantástico y el romántico, porque ya van muchas más. Una industria carente por completo de ideas, se empeña en repetir las mismas fórmulas hasta la saciedad, acelerando la crisis del sector por una sobreexplotación que solo conduce a la ruina y el fin de este espectáculo de masas. Quienes vayan a ver “La quinta ola” saben de sobra con lo que se van a encontrar, hayan leído o no la trilogía literaria de Rick Yancey, a la que todavía le falta la publicación del capítulo final. Me da igual si con dicho material van a hacer tres o cuatro películas, porque eso dependerá de su funcionamiento en taquilla, y en ningún caso de su calidad, que es bastante inferior a las de sagas primashermanas como “Los juegos del hambre” o “El corredor del laberinto”, y más pareja con “Crepúsculo” o “Divergente”.

Dentro de la indiferencia que provoca esta primera entrega, no puedo evitar sentir pena por la carrera estelar de Chlöe Grace Moretz, que tanto prometía hace apenas un lustro con “Kick-Ass” (2010), donde se mostraba como una actriz precoz y desafíante. Gran parte de su carisma se pierde en “La quinta ola” por culpa de un architrillado rol de heroína juvenil destinada a salvar el mundo, titánica tarea que no le impide seguir tonteando con los chicos que se va encontrando por el camino.

Y he ahí el punto más débil de la narración, puesto que la deriva romántica del relato es risible y carente de cualquier mínima ironía. El triángulo amoroso carece de toda tensión, por limitarse a la elección entre el tipo atractivo pero bajo una inquietante falsa identidad oculta y el atleta tan descerebrado como inofensivo. La parte inicial de ciencia-ficción, inspirada en clásicos como “La invasión de los ladrones de cuerpos” (1956), puede pasar; no así la del campamento militar para menores a lo “Starship Troopers” (1997).