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En la jornada sobre “Mujer y cárcel, ¡Cárceles a la calle!”, organizada por IPES, se analizó la dimensión sexuada de los modos de producción y políticas de control y represión a partir de las experiencias de mujeres encarceladas. A través de la figura de la «descarriada» y la «extraviada» –en relación con la atribución del rol de madre y/o esposa– podemos entender el tratamiento penal y carcelario reservado a las mujeres que infringen la norma imperante.
El abolicionismo del sistema carcelario no significa impunidad. El hecho de que la violación no figure como infracción grave en la Convención de Ginebra de 1949, destinada a proteger a las «víctimas» de la guerra, no obedece a un lapsus. Debemos seguir evidenciando el carácter androcéntrico de la Ley e interpretar sus silencios.
Como tuve que seguir por streaming la jornada, no pude tomar la palabra. Lo habría hecho airada (¿contra quién?), para reivindicar el compromiso y el activismo de Eva Forest, que estuvo encarcelada en la prisión de mujeres de Yeserías. Desde entonces, no cesó de recoger testimonios y sacarlos a la luz. Eva se desvivía por las presas. Su amor era su combate. Fue la voz contra la tortura. Su sonrisa anegada de lucidez nos acompaña siempre. Reconocerla y nombrarla habría sido un acto de Justicia feminista.

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