Miguel Fernández Ibáñez
BOMBARDEOS TURCOS A LAS MILICIAS KURDAS

Turquía certifica su rol en la guerra siria

El 13 de febrero marca el inicio de una nueva vuelta de tuerca en la guerra siria. El Estado turco bombardeó las posiciones de las Unidades de Protección Popular (YPG) en Azaz para evitar que los kurdos cortasen el corredor por donde Erdogan suministra ayuda a grupos rebeldes sirios

Desde que comenzó la ofensiva aérea rusa contra los rebeldes sirios, las tropas leales a Al-Assad han recuperado terreno en Alepo y amenazan con cortar el corredor de Azaz a los grupos financiados por el Estado turco y otras potencias del Golfo. Si Azaz cayese en las manos del régimen o de las fuerzas kurdas, Turquía perdería la principal franja por la que abastece a grupos yihadistas como Jabhat al-Nosra –rama de Al-Qaeda en Siria– y salafistas como Ahrar al-Sham. Sería un golpe que complicaría el objetivo número uno de la política internacional turca: el derrocamiento de al-Assad.

El ataque contra las YPG es un balón de oxígeno para los alicaídos rebeldes y certifica la apuesta turca por ser un actor clave en las negociaciones que intentan resolver este conflicto enquistado por el intervencionismo externo. Además, este ataque es otro aviso para las fuerzas kurdas que combaten en el norte de Siria y que el Gobierno turco considera como «terroristas» por sus lazos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Rusia, que vio cómo el Estado turco derribaba uno de sus aviones de combate, ha advertido de que se podría desencadenar una guerra mundial. Pero Erdogan sabe que Putin exagera, y como buen jugador de póker no solo continúa con su pulso, sino que en el último mes ha recuperado la idea de la zona tampón –gracias a la nueva oleada de refugiados– y confirmado que sus amenazas se cumplen: advirtió que no consentiría el avance kurdo hacia el oeste del río Éufrates.

El presidente turco tiene la espalda bien cubierta porque ha atacado a los kurdos y no a las fuerzas leales al régimen. Las YPG –al igual que el Partido de la Unión Democrática (PYD)– son vistas por el Gobierno como una extensión del PKK y por tanto puede alegar que el avance del YPG en Siria es una causa doméstica que amenaza la integridad territorial de Turquía.

Negar la relación PYD-PKK es difícil. Los datos recogidos por Atlantic Council reflejan que entre 2013 y 2016 el 49,24 % de los fallecidos en las filas de las YPG provenían de Anatolia. Pese a ello, el PYD siempre ha rechazado que sean un mismo grupo. Esta recurrente negación ha permitido a los kurdos colaborar con EEUU, desatando una crisis diplomática en la que Erdogan ha reclamado a Obama que elija entre turcos y kurdos.

Esta instantánea, con dos aliados de la OTAN intercambiando reprimendas, es otro de los logros de la decidida política de Putin en Siria. Pero si bien hoy Obama se inclina en Siria por los kurdos, Turquía es un aliado demasiado importante y las potencias occidentales tienen una dilatada tradición en el uso interesado de grupos armados.

Turquía exige a las YPG que se retiren de las zonas conquistadas a los grupos rebeldes en Azaz. Salih Muslim, el colíder del PYD, no solo ha respondido que no, sino que su milicia ha tomado nuevos territorios. Ahmet Davutoglu ha repetido que no permitirá que Azaz caiga en manos kurdas. ¿Pero qué haría si fuesen las tropas de al-Assad, y no las YPG, quienes cortasen el corredor de Azaz? Doruk Ergun, experto de EDAM, considera que «Turquía buscaría una intervención usando la crisis humanitaria como justificación, pero tendría complicado encontrar aliados y no creo que bombardease al régimen al-Assad».

Ahora muchos se preguntan si el Estado turco se atreverá a enviar sus tropas a Siria. Aunque nada se puede descartar cuando se habla de un líder tan imprevisible como Erdogan, el ministro de Defensa ya ha dicho que no considera esta posibilidad.

El Ejército, antiguo enemigo de los movimientos islamistas, ha sido reformado por Erdogan pero aún así goza de autonomía y, a menos que lo decida el Parlamento turco o la coalición internacional, no parece dispuesto a embarcarse en una invasión terrestre que ni el propio pueblo turco respalda. Hay que tener en cuenta que no es lo mismo bombardear a quienes el pueblo turco ve como una amenaza, en este caso los kurdos sirios que quieren consolidar 900 kilómetros de frontera con Turquía, que presenciar la muerte de sus respetados soldados en una guerra impopular.

El ataque del sábado no es la primera muestra de unilateralidad turca en Siria. Hace un año trasladaron a una posición más segura la tumba de Süleyman Sah, uno de los fundadores de la dinastía otomana. En la evacuación, las fuerzas turcas contaron con la ayuda de las YPG, demonizadas por el Gobierno turco mucho antes del colapso del proceso de diálogo con el PKK. De continuar la ofensiva turca contra las YPG, el conflicto en Kurdistán Norte podría complicarse aún más.

Tras cinco años de guerra, Siria se ahoga en el caos gracias al individualismo diplomático de unos actores externos incapaces de recular en sus objetivos. Así, es posible presenciar la ayuda de Rusia y EEUU a las YPG o ver a dos miembros de la OTAN apoyar oficialmente a grupos que se matan entre ellos. Esta es la desgracia de la malograda la revolución siria, un ejemplo de injerencia externa que complica aún más cualquier solución dialogada y amenaza la estabilidad más allá de Oriente Medio.