El Dr. Religa como héroe de la cirugía polaca del corazón

El éxito en Polonia de “Bogowie” es muy fácil de explicar, porque se trata de una película coyuntural hecha para el público de aquel país, y que al resto nos permite comprobar la evolución política y social seguida desde la irrupción de Solidarnosc y la caída del comunismo. El hecho de que el protagonista de este biopic sea un médico que llegó a presidir el ministerio de salud polaco durante dos legislaturas nos habla a las claras de su trascendencia pública, y si se me apura en lo sentimental hasta comparable a la del protagonista histórico de la reciente realización del veteranísimo Andrzej Wajda “Walesa, la esperanza de un pueblo” (2013). No en vano el Dr. Religa cimentó su popularidad en aquellos convulsos y tan determinantes años 80.
Lukasz Palkowski, cineasta comercial al que no hay que confundir con Pawel Pawlikowski, oscarizado autor de “Ida” (2013), pone su oficio al servicio de una película taquillera concebida e ideada por el productor y guionista Krzystof Rak. En cuanto máximo responsable de “Bogowie”, no se le puede negar a Rak una total coherencia en el fondo y en la forma, porque ha hecho un biopic que canta al héroe individualista, dejando atrás a los prohombres de la colectividad. De ahí que el estilo cinematográfico refleje en su convencionalidad la corriente occidentalizadora impuesta de un tiempo a esta parte en Polonia.
La figura del Dr. Religa se agranda en la pantalla por obra de la caracterización que hace el gigantón actor Tomasz Kot, que no se detiene ante nada ni ante nadie con tal de lograr los avances médicos en los que tanto cree. Este hombre está tan absorvido por su labor profesional que se olvida de su propia salud, fumando como un carretero, motivo por el que algunos de sus pacientes le sobrevivieron. Su método era el consabido «prueba-error» repetido una y otra vez, convencido de que la operación de transplante de corazón con éxito iba a llegar.

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