Rafaelle MORGANTINI
Rebelión
REFERÉNDUM EN BOLIVIA

Crítica constructiva al proceso boliviano

En un artículo que, por problemas de espacio, reproducimos casi en su totalidad, el autor analiza los retos del proceso de cambio en Bolivia desde una mirada crítica, pero constructiva. El artículo fue publicado en el “Diario de Nuestra América”, y reproducido por Rebelión mientras seguía el recuento del referendo (52% de noes con el 82% escrutado).

Cuál es el papel que desempeña todavía en el país el sistema capitalista transnacional? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la política establecida por el Gobierno Morales? ¿Hasta qué punto y a qué nivel Bolivia ha logrado ponerse en marcha hacia el «socialismo comunitario del Vivir Bien»? ¿Cuál es nuestro juicio sobre la situación de Bolivia?

Encontramos dos corrientes esenciales. Por una parte, la que defiende clara e incondicionalmente el Gobierno de Morales, sin prácticamente ninguna visión crítica, llevada por un sentimiento romántico y que ataca a cualquier voz disidente tachándola de ilegítima y contrarrevolucionaria.

Por otra parte, la que afirma que los gobiernos de este tipo no tienen nada de progresistas, que sus proyectos no son anticapitalistas y que, por lo tanto, no hay que apoyarlos.

En ambas hay un problema de fondo. En la primera, la ausencia de una autocrítica profunda y la convicción (demasiado extendida) de que hay que defender todas las medidas de este Gobierno minan las posibilidades de radicalización y ajuste del proceso, que pasan necesariamente por un cuestionamiento de los fallos cometidos.

En la segunda es más simple: en las condiciones actuales, apoyar y luchar por el final de estos procesos equivale a favorecer el resurgimiento en bloque de la derecha, de la oligarquía y del neoliberalismo puro y duro, al tiempo que se decreta la muerte de un proceso de integración que tiene lagunas, por supuesto, pero que al mismo tiempo ha llevado a un cambio radical en la manera de pensar y de hacer política tras décadas de dictadura neoliberal.

La Bolivia de Morales, ¿un país anticapitalista? El capital transnacional todavía desempeña un papel preponderante en Bolivia. Es un hecho (...)

La política del Gobierno de Evo Morales no ha logrado radicalizar el proceso en un sentido anti o postcapitalista (...) Bolivia ha conocido un importante giro postneoliberal, pero esta evolución no ha logrado convertirse en algo más profundo.

La política social de Evo Morales ha contribuido a mejorar de manera considerable las condiciones de vida de la población por medio de importantes proyectos de inclusión social y redistribución de la riqueza. Esto ha sido posible gracias a un cuestionamiento de dos pilares clave del dogma neoliberal: la limitación del papel activo del Estado en la gestión económica y la disminución de los gastos públicos (sobre todo en lo que concierne a la protección social). Los efectos tangibles de la política de Morales también se pueden discernir en el dominio que atañe más al simbolismo, en el seno del discurso, de la conciencia política de la población.

Más que nunca en la historia del país (y probablemente también del continente), una parte importante de la población boliviana es consciente del estado al que le ha llevado el sistema capitalista y considera que únicamente la salida de dicho sistema podrá representar una alternativa viable para la supervivencia de la humanidad: o se muere la Madre Tierra o se muere el capitalismo.

A pesar de estos aspectos positivos, la política de Morales y la situación en la que se encuentra Bolivia hoy no reflejan una transición postcapitalista. Esta constatación se basa en varios elementos (...).

La estructura económica. Las estructuras productivas siguen enmarcadas por una organización de tipo capitalista. La política económica de Morales no ha trastocado las relaciones sociales de producción. Una política económica que, en efecto, ha revalorizado el papel del Estado en la economía y reducido las desigualdades sociales pero que, al mismo tiempo, no ha sido capaz de cuestionar el proceso de acumulación capitalista clásico que sigue beneficiando al capital transnacional (...). Para entender bien esta controversia nos parece necesario conocer la estrategia económica del Gobierno tal como la ha pensado y teorizado su principal precursor, el vicepresidente Álvaro García-Linera.

Según Linera, la primera fase del «proceso de cambio boliviano» es la del «capitalismo andino-amazónico». A partir de una lectura marxista clásica, Linera afirma que una vez modernizadas las estructuras económicas estatales el sistema capitalista andino-amazónico se transformará progresivamente y llevará al país hacia la sociedad socialista. Durante esta primera etapa, el Estado deberá recuperar los excedentes de los recursos naturales nacionalizados para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas del país, el desarrollo social, unas formas comunitarias de autogestión y la reconstitución de una clase obrera industrial de vanguardia, condiciones esenciales para la construcción del socialismo.

Esta etapa, que se caracteriza además por una alianza interclasista con una parte de la burguesía nacionalista, se debe contextualizar. En 2005, Bolivia es un país muy endeudado, despojado de sus reservas, de sus infraestructuras y desindustrializado de manera sistemática por décadas de diktats neoliberales.

Ante este contexto, rechazamos las críticas, idealistas y no realistas, que acusan a Morales de no haber instaurado inmediatamente «el socialismo» y de no haber roto inmediatamente con la totalidad de los mecanismos capitalistas, lo que era impensable e imposible en las condiciones objetivas del país.

Un país económicamente frágil como Bolivia necesita un proceso de industrialización acompañado de un proceso de integración regional, dirigido por el Estado, para desarrollar las fuerzas productivas del país, redistribuir la riqueza y acabar así con la pobreza. En cambio, el «ecologismo radical», la salida inmediata y unilateral de todos los mecanismos capitalistas son soluciones que no solo son no realistas sino además nefastas.

No obstante, hoy, diez años después del inicio del proceso, se impone una primera crítica. Los planes anunciados en el capitalismo andino-amazónico están lejos de ser realidad (...) No han cambiado las condiciones de los sectores punteros de la economía boliviana, el empleo es mayoritariamente informal y precario, no ha habido ningún «gran salto industrial» porque las exportaciones siguen siendo de tipo primario y sin valor añadido, la economía comunitaria se sacrifica sistemáticamente a beneficio de la expansión de relaciones capitalistas, de las fronteras de extracción de los recursos naturales y la agroindustria.

Una situación que provoca el descontento de muchos movimientos sociales, que se suma al descontento de los movimientos indígenas a causa de los daños medioambientales y los desplazamientos de poblaciones por la intensificación de la actividad de extracción de los recursos del subsuelo.

El papel de las empresas transnacionales. Contrariamente a lo que se podría pensar, no se han roto las relaciones privilegiadas que Bolivia mantenía con las empresas transnacionales. Los mercados de los hidrocarburos, de los productos mineros y de la soja siguen estando mayoritariamente bajo el control de las multinacionales extranjeras (...). El problema principal es la falta de una transformación profunda y radical de la matriz productiva, es decir, de la manera como se estructuran y jerarquizan las fuerzas productivas que guían el proceso económico del país.

El Estado desempeña el papel de gestor de los flujos de materias primas y, por consiguiente, de las exportaciones, un papel que no se puede calificar de primer plano en el seno del proceso de industrialización. La reapropiación del control de los recursos es una prioridad para cambiar radicalmente la matriz productiva y salir así de la omnipotencia del capital transnacional en este mercado (...)

Todo ello minimiza drásticamente la magnitud e incidencia de las nacionalizaciones anunciadas por el Gobierno Morales. Por consiguiente, lo que explica las dificultades del «proceso de cambio boliviano» es precisamente el hecho de no haber cuestionado suficientemente el poder de las transnacionales. Desde el principio de su mandato, el Gobierno Morales ha llevado a cabo una política de compromiso con las empresas transnacionales, las cuales se han aprovechado de ello para reforzar su posición y salvaguardar la relación de fuerzas que les era favorable.

La intensificación de las políticas extractivistas. La entrada en funciones del nuevo Ejecutivo en 2006 coincide con un periodo de subida global y generalizada de los precios de las materias primas. El Gobierno boliviano eligió intensificar la política de extracción de recursos naturales con la intención de acumular excedentes importantes que servirían para alimentar la política social de redistribución de la riqueza hacia las clases más vulnerables (...).

Una estrategia comprensible, pero que solo puede funcionar si va acompañada de una planificación de diversificación económica a largo plazo que pueda poner la economía del país al abrigo de una posible inversión de la coyuntura económica. Hoy se puede afirmar que esta estrategia no ha ido suficientemente lejos. No ha habido una diversificación de la economía, los precios de las materias primas han caído y se ha intensificado la especulación financiera para reforzar el dólar (con la intención de provocar la devaluación de las monedas de los países latinoamericanos que dependen de facto de la cotización del dólar). Resultado: la economía boliviana se tambalea.

La capacidad de matizar las críticas al proceso del cambio. Los problemas no se pueden imputar exclusivamente al Gobierno boliviano. Sin tener en cuenta el impacto de las contingencias históricas y de los importantes obstáculos estructurales no se podrá comprender su magnitud y complejidad. La cuestión fundamental es saber hasta qué punto Bolivia tenía y tiene el poder o la capacidad de margen de maniobra necesaria para romper sus vínculos con el sistema capitalista.

Esta cuestión adquiere más importancia si se piensa en el estado del país en el momento de ser elegido Evo Morales. Entonces era casi total la dependencia de Bolivia de los mecanismos del sistema capitalista, del mercado privado de materias primas, del comercio internacional, etc. Por eso no era posible, ni lo sigue siendo, romper unilateralmente esta atadura. En estas condiciones objetivas Bolivia es particularmente dependiente del sistema internacional de intercambios, impuesto y estructurado por la globalización capitalista. Romper con este significaría cerrarse sobre sí mismo de manera autárquica rompiendo los vínculos con sus vecinos y socios, lo que comprometería el proceso de integración latinoamericano. ¿Acaso esto es deseable para el futuro del pueblo boliviano?

Pese a ello, sigue siendo necesario poner de relieve los errores cometidos por el Gobierno de Evo Morales puesto que las consecuencias de estos errores repercuten en la paz social y en la estabilidad del país, y en última instancia pueden socavar las bases del proceso de cambio. Por añadidura, el proceso boliviano se realiza en el seno de una estructura institucional precisa, la de la democracia liberal parlamentaria.

El juego democrático parlamentario hace que todo proceso revolucionario sea delicado ya que una simple gira electoral, en un periodo de descontento social y confrontación, puede poner en entredicho la mayoría en las instituciones.

Seguir actuando en este marco obliga al Gobierno de Evo Morales a hacer frente a una presión temporal. El demorarse y seguir demorándose podría llevar a la pérdida del consenso electoral necesario para poder seguir dirigiendo el país. Estas son las razones por las que se debe profundizar el proceso, hay que empezar a cuestionar las viejas estructuras capitalistas y el poder de la oligarquía, hay que atenuar a toda costa el peligro de conflicto social.

Conclusión. El proceso dirigido por Evo Morales parece representar la única esperanza para la emancipación del país en el marco de una más amplia lucha continental por la justicia social y la igualdad de los pueblos. Todo juicio o toma de postura debe partir de esta constatación. (...) Hay que seguir apoyando el proceso para evitar la vuelta en bloque de la derecha y seguir en la vía de integración latinoamericana (condición previa de una verdadera emancipación de continente de las cadenas del imperialismo, del sistema neoliberal y capitalista). Paralelamente, es necesario un enfoque crítico para determinar los problemas que frenan una verdadera profundización de dicho proceso. Esto es indispensable para tomar consciencia de los retos. Unas críticas que deben servir de lección y que, sobre todo, se deben integrar en la agenda política del Gobierno y de los movimientos que lo apoyan.

La situación no es fácil. Liberarse de las cadenas del capitalismo es largo y laborioso. Todo proceso de cambio se hace por etapas, con inevitables contradicciones. Para el vicepresidente Linera, estas contradicciones son unas «tensiones creativas en el seno de la revolución» que «por una parte amenazan su continuación y por otra permiten imaginar los medios para pasar a la etapa siguiente».

Por otro lado, la realidad sobre el terreno no es favorable al mantenimiento de una posición pasiva ; por decirlo con otras palabras, ya no hay tiempo que perder, ni para esperar que estas tensiones se transformen en tensiones «creativas». El imperialismo sigue esperando el momento propicio para emprender su contraataque. Las obligaciones y los obstáculos puestos a Bolivia por el sistema capitalista, con el apoyo de la oligarquía local y de la derecha continental, pueden hacer desbordar las tensiones y decretar la muerte del proyecto revolucionario.

Hay que contrarrestar la reacción neoliberal, cuyo objetivo es retomar el poder en «Nuestra América». Este seguimiento, acompañado de una autocrítica, se impone como el único medio de retomar el proceso, limitar errores y encontrar soluciones valientes, radicales e inclusivas.