Eñaut BARANDIARAN
RUGIDO ROJIBLANCO

Universo paralelo Athletic Club

En física, la hipótesis sobre los universos paralelos establece la existencia de varios universos o dimensiones/realidades relativamente independientes. Si usted no es físico (probable), ni siquiera seguidora del Big Bang (incomprensible), a lo mejor necesite una aclaración: puede que haya otros universos, algunos terribles, otros fantásticos, donde, por ejemplo, gente como Pedro Sánchez, orgullosa de la cal viva de Felipe González, aspire a ser presidente, para suceder a un presidente, Mariano Rajoy, que sólo dice la verdad cuando se equivoca. No, perdón, no me refería a eso. Volvamos a empezar: según la teoría de cuerdas, la existencia de agujeros negros en el espacio posibilitaría la aparición de portales dimensionales donde ocurren cosas que a nuestros ojos resultarían inconcebibles, tales como que un político, le daremos el nombre de Arnaldo Otegi al azar, cumpla más de seis años de condena por hacer política. Vamos mal, lo sé. Un último intento: podría pasar, aunque ni siquiera les entre en la cabeza, que exista un lugar y un tiempo donde grupos de aficionados en teoría hermanados por su condición de antifascistas se citen para darse de hostias en la previa de un partido de fútbol… Creo que lo mejor es dejarlo. Pido perdón a las científicas presentes en la sala. En realidad –paralela, por supuesto–, existe una forma más sencilla de explicar la teoría de los universos paralelos, y además en dos palabras: Athletic Club.

No es que al club rojiblanco le sean ajenos muchos de los problemas derivados de la lógica mercantilista del fútbol moderno, sirvan como sencillo ejemplo la opacidad en el proceso de adjudicación y construcción del nuevo San Mames, el patrocinio del monstruo contaminante y libre de impuestos de Petronor, o la lógica cosmopaleta de los palcos Vip, pero tampoco es menos cierto que en el plano deportivo el último lustro está devolviendo al Athletic su lugar entre los grandes. Y no tan sólo por los resultados. En un club con una filosofía tan contracultural, el cómo es una parte fundamental del discurso. La renovación de Valverde consolida esta exitosa apuesta, iniciada con Bielsa. No convendría, en este sentido, olvidar la labor previa llevada a cabo por Mané o Clemente, en momentos dramáticos para la entidad de Ibaigane, ni el encomiable trabajo de reconstrucción a manos de Caparrós, pero es la impronta futbolística del ‘Loco’ la que consigue llevar el juego del Athletic a otro nivel.

El técnico de Viandar de la Vera ha demostrado, por encima de cualquier otra cualidad, ser un entrenador inteligente, y en su segunda etapa en el club se ha ‘aprovechado’, en el mejor sentido del término, de las virtudes del que para siempre recordaremos cómo el ‘equipo de Old Trafford’, añadiéndole una pizca de equilibrio, un mucho de regularidad, y atemperando, a veces hasta en exceso, las tendencias suicidas de una alquimia pensada una y mil veces en el laboratorio de ideas del genio argentino.

Basta el ejemplo del último rival europeo de los leones para comprender lo complicadas que resultan las transiciones post-Bielsa, lo que multiplica exponencialmente el valor de lo conseguido por el actual equipo de trabajo de la primera plantilla.

La continuidad de Ernesto Valverde en el banquillo de San Mamés constituye, por tanto, una buena noticia para (casi) todo el mundo –entendiendo los problemas con Iturraspe como algo coyuntural–, y sirve para proyectar la idea de un club ambicioso y consolidado, con una columna vertebral ilusionante tanto dentro como fuera del campo.

En un microcosmos como el de la Liga, dominado por clubes depredadores y caníbales, devoradores de jugadores, entrenadores y proyectos deportivos, la entidad dirigida con silencio franciscano por Josu Urrutia proyecta una serenidad inusual, ocupa un lugar mucho más privilegiado del que muchos le auguraban, y se ha convertido en una anomalía digna de estudio por parte de Sheldon Cooper y sus compañeros. ¿Cómo se explica, si no es desde esta ventana que nos abre la física, lo de Aduriz a sus 35 años? A lo mejor es el simple resultado de un Athletic que transita por su propio universo paralelo, con parámetros particulares para regir el tiempo y el espacio

¡Qué viejos somos, y qué bien lo pasamos!