Estoy seguro de que ninguna mujer en el mundo tuvo un regalo el día de la madre tan caro como el que recibió Julia Roberts. Se ha sabido ahora que la actriz cobró tres millones de dólares por cuatro días de rodaje en la película “Feliz día de la madre”, estrenada hace unas fechas sin pena ni gloria. En consecuencia la floja recaudación en taquilla no se corresponde con su desproporcionado sueldo.

Todo fue una operación publicitaria dudosamente rentable, porque la Roberts aparecía en el cartel como una de las protagonistas de las cuatro historias que contaba esta comedia coral, cuando en realidad su papel era menor. Dicen que el gran público, sobre todo el de cierta edad que todavía la recuerda en “Pretty Woman”, la quiere. No digo que no, pero quienes pagaron su entrada para verla como la figura estelar de la última realización del veterano Garry Marshall pudieron llegar a sentirse estafados.

Es dentro de la profesión donde se sabe menos querida, y si los productores hacen diferencias salariales tan ofensivas, no es de extrañar. Se lleva mal con sus colegas, especialmente con Jennifer Aniston, motivo por el que las dos actrices no coincidieron en ninguna escena de “Felíz día de la madre”. Tal vez su famosa sonrisa esconda la amenaza de una boca demasiado hambrienta.